66 — RESPONSABILIDAD // Día 18
Es la palabra de orden. Tenemos que ser responsables, mantener la separación espacial, usar mascarilla, lavarnos las manos. La responsabilidad es una virtud que siempre hay que mantener. Vivimos en sociedades humanas de un elevado nivel de interacción social y la única forma de que la convivencia no sea caótica es comportarnos adecuadamente. Hay en ello un motivo fraternal, por el bien de todos, y uno egoísta: si los demás se comportan bien nuestra vida suele ser más agradable y segura. Todos los códigos éticos, las religiones, las culturas políticas buscan socializar en el comportamiento adecuado, aunque lo que considera cada uno sobre qué es adecuado difiere mucho. Los cambios sociales profundos se producen cuando mucha gente cambia el contenido de lo que es adecuado y responsable. Yo aspiraría a que las propuestas de lo que es responsable fueran el resultado de un debate racional, de un proceso reflexivo colectivo que mostrara qué cosas son lógicas y cuáles obedecen simplemente al capricho de algún mandamás. Me temo que este ideal de una ética racional está lejos de alcanzarse, pero siempre vale la pena intentarlo.
Lo que ya hemos aprendido de esta infección vírica, parece que la propuesta de comportamiento que nos tratan de inculcar obedece a un planteamiento bastante racional. Sin embargo, hay tres cuestiones sobre las que vale la pena reflexionar. La primera es que la irresponsabilidad, la ausencia de los efectos que tienen mis actos para los demás, no está en el centro de nuestra construcción cultural. El capitalismo consumista ha desarrollado un ethos individualista en el que cada individuo obedece más a sus caprichos (manipulados por las técnicas de marketing) que a comportamientos reflexivos. Y muchos consideran una verdadera intromisión ilegítima que se trate de regular determinadas prácticas. En segundo lugar, dejarlo todo al comportamiento individual, sin situar una visión crítica del individualismo, puede acabar siendo una fuente de conflictos en un momento en el que necesitamos acción colectiva. Hay que ser conscientes de que la amenaza del virus no es percibida igual por la gente mayor que por los jóvenes. Es el momento de desarrollar políticas comunitarias que ayuden a minimizar este conflicto potencial.
Por último, la apelación simple a la responsabilidad individual ignora que una parte de nuestros actos cotidianos los realizamos como personas integradas en estructuras jerarquizadas que nos imponen comportamientos y condicionan nuestra libertad. La responsabilidad en este sentido solo puede pedirse si hay regulaciones adecuadas (y verificables) en el mundo laboral o en el sistema educativo. Y aquí vamos a chocar con dos boicoteadores de la responsabilidad: los intereses de muchas empresas que pueden afectar al comportamiento de mucha gente (lo de los asientos de los aviones es un primer aperitivo, o la presión de los bares por ampliar espacio a cuenta de peatones) y la falta de recursos públicos para garantizar, por ejemplo, que todos los niños y niñas tengan buenas condiciones de escolarización.
Debemos ser responsables. Por esto es necesario ampliar el campo de visión desde la mera individualidad al de las condiciones que nos ayudan a comportarnos.