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68 — EMOCIONES // Día 20

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Diciembre 2020 / 8

Somos animales emocionales. Muchas decisiones obedecen más a respuestas impulsivas que a una reflexión racional. Nuestro cerebro rápido, la forma de actuar sin pensar que nos permite funcionar en el día a día, nos suele jugar malas pasadas. Las emociones son fácilmente manipulables. Parte de la psicología y su aplicación al marketing se dedica a desarrollar técnicas de manipulación al servicio de quien tiene poder y dinero para pagarlas. Muchas de nuestras relaciones más estables —la familia, el patriotismo, el club deportivo o la religión— tienen que ver con un proceso formativo de nuestras emociones que nos convierte en adictos. Lo malo no es la fidelidad, es el fanatismo. Uno puede tener lealtad y también ser capaz no solo de reconocer los defectos, sino de intervenir para rectificarlos. A los fanáticos se les ha imbuido que todo el mal está fuera y todo el bien en su grupo. Las peores tragedias se han producido cuando un sector amplio de población se ha apuntado a una de estas asociaciones cerradas. Cuanto más emocionales sean nuestras respuestas, mayor probabilidad de desastre. Estos días predominan las emociones. De muchos tipos. Algunas comprensibles, como las provocadas por la pérdida de seres queridos, el estado de los servicios públicos, las condiciones indignas en las que muchos tienen que pasar el confinamiento, la pobreza, los efectos de la crisis económica, el temor a la pérdida del empleo. Otras, mucho menos respetables, derivadas del adoctrinamiento consumista.

Los peores comportamientos que están aflorando en la presunta vuelta a la normalidad tienen que ver con estas respuestas emocionales, con gente incapaz de entender que puede pasar más tiempo sin una fiesta o sin tumbarse en la playa. Más preocupante es la respuesta de los fanáticos que buscan el culpable en alguno de sus enemigos del otro lado. De momento el enemigo es el Gobierno, pero las víctimas propiciatorias pueden proliferar. 

Un amigo me pregunta: ¿cuándo estallará la rabia? El problema es que rabia hay ahora mucha y en diversas direcciones. Más que la rabia, lo que necesitamos que estalle es la racionalidad y que se convierta en una demanda por encontrar soluciones. Más cabeza y menos tensión emocional, lo que no quiere decir ni indiferencia ni despreocupación. Entre otras cosas porque cuando la cosa va por la vía de la tensión algunos solemos estar siempre en el bando que acaba recibiendo.