Complicaciones
Ser de izquierdas siempre tuvo sus complicaciones. Hubo una época en que la militancia comunista parecía fácil: consistía en obedecer al partido, que a su vez obedecía al mandato inexorable de la historia. Qué cosas. En realidad, incluso algo tan dogmático como el comunismo soviético encalló en el debate entre el internacionalismo revolucionario de Trostski y el “socialismo en un solo país” de Stalin; la contradicción interna tuvo que superarse por la vía criminal: matando al oponente. Lo cual significa que no se resolvió nada.
Desde que la socialdemocracia se adhirió al neoliberalismo, la izquierda se busca y no se encuentra. La discusión ideológica se simplifica como un enfrentamiento entre el libre comercio y el proteccionismo, y en esa falsedad embarrancamos. Mecanismos como el TTIP, la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión, tienen menos que ver con los aranceles que con la transferencia del poder de los Estados (donde los ciudadanos pueden hacer valer su opinión) a las corporaciones multinacionales, para las que no hay ciudadanos, sino consumidores. No hace falta recordar los abusos, fiscales y de todo tipo, que las grandes empresas cometen en nombre de eso que llaman “libre comercio” y que equiparan con la libertad a secas.
Para la multinacional no hay ciudadanos, sólo consumidores
Discutir el libre comercio es ser catalogado como antisistema
Quien discute desde la izquierda, o desde la derecha, la falacia del libre comercio es catalogado como antisistema, como proteccionista retrógrado, como carcamal de la economía. El neoliberalismo ha conseguido desplazar la batalla desde el terreno ideológico al terreno técnico, evidentemente preferido por los tecnócratas. Ya no existe, dicen, división entre derecha e izquierda, sino entre globalizadores (buenos) y nacionalistas (malos). Se trata de una trampa eficaz. Para escapar de ella no bastan las consignas simples. Hay que comprender los mecanismos de la globalización neoliberal e imaginar una globalización distinta, que combine libertad y justicia.
Ser de izquierdas, decíamos, siempre tuvo sus complicaciones. Ahora tiene más. Además de una postura moral, la izquierda de hoy requiere un enorme esfuerzo intelectual. Los próximos años van a ser de mucha fatiga.