¿Dónde está la bolita?
Harry Truman fue un presidente impopular. Hay que entenderlo: ordenó el lanzamiento de dos bombas atómicas, (el único ser humano que carga con esa responsabilidad hasta la fecha), ganó la Segunda Guerra mundial pero inmediatamente después tuvo que iniciar la Guerra Fría, incluyendo las guerras de Indochina (más tarde llamada Vietnam) y Corea, creó el Plan Marshall, fue decisivo en la fundación de la ONU y la OTAN, manejó una Administración bastante corrupta y fue incapaz, aunque lo intentó, de combatir el racismo estructural en Estados Unidos. Con tanto lío no hay quien sea popular. Los historiadores, sin embargo, le han rehabilitado parcialmente.
"The buck stops here"
Suele recordarse a Truman por algo aparentemente anecdótico pero importante: un cartelito sobre su mesa en el Despacho Oval. “The buck stops here”, decía el cartel. No es fácil traducir la frase de forma literal. El “buck” era el objeto que, en las viejas partidas de póquer, indicaba quién debía hablar. Si ese jugador pasaba, pasaba el “buck” al siguiente jugador. En la primera mitad del siglo XX, lo de “pasar el buck” fue una práctica corriente de la diplomacia. Por ejemplo, Reino Unido y Francia pactaron con Adolf Hitler y pasaron el “buck” (es decir, la tarea de contener el expansionismo nazi) a la Unión Soviética, la cual, a su vez, con el pacto Von Riventropp-Molotov, devolvió el “buck” a las potencias occidentales.
Con el cartelito, Truman indicaba que no pensaba trasladar a otros sus responsabilidades.
Cuando las cosas van realmente mal, el sistema autonómico sirve sobre todo para eludir responsabilidades
En un día bueno, les diría que el Estado autonómico vigente en España (que algún mérito tendrá en estas cuatro décadas de aceptable democracia) se ha convertido en un frenesí de “bucks” que pasan de mano en mano sin detenerse en ninguna. Pero temo que eso supondría una injusticia para un juego tan interesante como el póquer.
Prefiero referirme a un juego que no es un juego, sino una estafa: el trile. El Gobierno central y los gobiernos autonómicos se han convertido en trileros y nos ocultan una y otra vez la bolita de la responsabilidad.
La pandemia, la peor crisis mundial en muchas décadas, ha demostrado que en España, cuando las cosas van realmente mal, el sistema autonómico sirve sobre todo para eludir responsabilidades. Cuando las cosas no van tan mal sirve para lo mismo, pero causa bastante menos daño: el coronavirus mata más que la corrupción.
Algún día, pasada la tormenta, habrá que repensar todo esto, antes de que la orgía de irresponsabilidad se lleve por delante este sistema imperfecto y advenga un sistema perfectamente horrible.