Elemental
El lector perspicaz habrá percibido ya que la economía mundial no marcha del todo bien. Tal vez el lector haya llegado a intuir, incluso, las dos cuerdas que forman el nudo que nos ahoga: la cuerda de la deuda excesiva y la cuerda del crecimiento escaso. Pongámonos la gorra de Sherlock Holmes, carguemos la pipa y examinemos detenidamente el caso. Resulta obvio que ambas cuerdas se refuerzan mutuamente. Cuanta más deuda acumulamos, menos crecemos. Y cuanto menos crecemos, más deuda acumulamos. ¿Qué hacer?
Existe la opción de recortar el gasto público y el consumo privado. Es lo que, en general, se ha practicado en la Unión Europea, bajo nombres diversos (devaluación interna, política de austeridad, bajada de salarios, recortes en los servicios públicos, etc.) y con los resultados ya conocidos. Ni baja la deuda, más bien al contrario, ni el crecimiento llega a ser suficiente.
También se puede poner las cosas muy fáciles a las empresas, para que ganen dinero y expandan la economía, generando empleo y contribuciones fiscales para pagar deuda. Veamos: el dinero es casi gratuito, el petróleo y el resto de las materias primas están baratas, los salarios son bajos, el comercio es libre, abundan los paraísos fiscales. Las grandes multinacionales se forran y las pequeñas empresas europeas ya pueden competir con las chinas. ¿Y qué? Pues nada.
Quienes han leído a Keynes, pero se han quedado en el título de los libros y en el texto de la contraportada, propugnan combatir la deuda con más deuda. Esto podría valer en otras circunstancias (gasto público que genera empleo, etc.), pero no cuando la deuda, en especial la pública, se aproxima a niveles de insolvencia.
Con más deuda, menos crecemos. Y si crecemos menos, sube la deuda
¿Qué diría Sherlock Holmes? “Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad”.
La verdad nos parece improbable porque nuestras ideas siguen ancladas en la era de la inflación. En la era de la desinflación, la actual, la verdad no está ni en recortar a lo bruto, ni en endeudarse más, ni en rebajar los salarios al nivel de Sri Lanka. La verdad, por improbable que parezca, está en subir los sueldos y aumentar el consumo. Tan elemental como eso.
ILUSTRACIÓN: DARÍO ADANTI