Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Idiotez

Comparte
Pertenece a la revista
Junio 2018 / 59

Hay que tener mucho cuidado con la inmigración. No porque sea mala en sí: la experiencia y la razón nos dicen que, en general, es buena para la economía y para la sociedad. Pero tiene efectos secundarios. El peor, las epidemias de idiotez. Ya habrán notado que la idiotez se propaga últimamente a gran velocidad. Estamos en una de esas épocas.

Vamos a intentar explicarlo con un ejemplo cercano, el de Cataluña, que fue tierra de emigración hasta que, gracias a la prosperidad generada por el proteccionismo a finales del siglo XIX, se convirtió en receptora de inmigrantes del resto de España. La corriente se hizo fortísima a partir de 1950. Por razones fácilmente comprensibles, quienes llegaban a Cataluña (en muchos casos de forma ilegal: el franquismo controlaba los movimientos internos) eran en su mayoría gente muy pobre e inculta, procedente de zonas agrarias cuya miseria nos parece hoy inimaginable. 

Los autóctonos crearon para referirse a ellos un término despectivo, “murcianos”. Cuando, mucho antes de presidir la Generalitat, Jordi Pujol se refería al inmigrante andaluz como “un hombre desestructurado” y potencialmente peligroso, reflejaba el sentimiento de supremacía del “catalán auténtico” frente a aquella gente ignorante y sumisa a la fuerza. Y mostraba con claridad hasta qué punto la inmigración genera idiotez. Un sector del independentismo catalán sigue atado a ese sentimiento supremacista.

Un sector del independentismo sigue a atado al supremacismo

La inmigración genera idioteces como el Brexit y Donald Trump

Paradójicamente, hay quien critica (con justicia) los rasgos xenófobos del independentismo, pero los asume con entusiasmo, en nombre de la patria,  cuando se refiere a la inmigración musulmana o subsahariana. Con ello se demuestra de nuevo que la inmigración genera idiotez. Las pruebas se acumulan: el Brexit y el legendario fontanero polaco; Donald Trump y el delirio del muro con México; la Unión Europea y su empeño en convertir el Mediterráneo en la mayor fosa común del planeta.

Cuidado con la inmigración, queridos lectores: no va a destruir vuestro país, pero, a poco que os creáis algunas tonterías, os va a destruir el cerebro.