La guerra
Un buen economista que se pone a cavilar suele tener mucho peligro. Desde hace algún tiempo, varios economistas juguetean con una explicación para la falta de crecimiento en los países ricos: nos falta, dicen, una buena guerra. No por las viejas razones keynesianas, lo del gasto público y el negocio de la reconstrucción, sino porque durante las guerras los políticos tienen que esforzarse y tomar decisiones correctas, y la ciudadanía acepta casi cualquier sacrificio. Esto no lo digo yo, lo dice gente como Ian Morris o Tyler Cowen. En cuanto cavilan un poco más, deciden que las dos guerras mundiales del siglo XX favorecieron grandes avances sociales y tecnológicos, sí, pero también una mortandad inaceptable. Y concluyen que una tercera guerra mundial, con el armamento hoy disponible, nos devolvería casi a la edad de piedra. O sea, que la guerra no es tan buena idea.
También concluyen que la falta de crecimiento vendría a ser una especie de peaje que pagamos por la paz. Y hay, aunque sea de forma relativa, mucha paz: el número mundial de muertes violentas está en su mínimo histórico. Eso, según ellos, nos hace acomodaticios y poco dispuestos a asumir cambios y riesgos.
El mundo que emerge de la Megacrisis parece salido de una guerra
El “peaje de la paz” lo pagamos sólo la ciudadanía de a pie
Lo curioso es que el mundo que poco a poco emerge de la Megacrisis parece recién salido de una extraña guerra civil, con vencedores y vencidos y altos niveles de destrucción. Más desigualdad, menos democracia, más razón de Estado (los compromisos financieros), menos empleo. No hace falta decir quién gana y quién pierde, porque es algo obvio. Esos cambios, profundos y difícilmente reversibles, se han producido, insólitamente, sin apenas convulsiones sociales y políticas. Para ello se me ocurren dos explicaciones, ninguna de ellas para echarse a cantar jotas. Una, que las convulsiones no han llegado, pero llegarán. Otra, que el “peaje de la paz” del que hablan algunos economistas no lo estamos pagando todos, sino solamente la ciudadanía de a pie. Como todos los demás peajes. Y que nos parece normal.