La traca final, quizá
Las hegemonías ideológicas, o culturales, concluyen a veces con una gran traca final, como las fiestas de los pueblos. Quizá no recordamos tanto como debiéramos la verbena de furor y violencia con que terminaron esos años (1945-1973) que en muchos países fueron calificados de gloriosos y que en España, que llevaba cambiado el paso de la historia, resultaron bastante miserables. La era del consenso socialdemócrata, la era del empleo y los sindicatos, la era de los impuestos altos y la consolidación del bienestar, la era de los derechos civiles y el amor libre expiró de mala manera. La izquierda de gobierno trató de realizar un giro radical y fracasó (Mitterrand como ejemplo), mientras buena parte de la izquierda maximalista optaba por la rabia y el terror: Baader-Meinhof en Alemania, Brigadas Rojas en Italia, Montoneros en Argentina, Ejército Simbiótico en Estados Unidos, ETA en España… Un no parar.
En plena guerra fría y con mucha paranoia ambiental, hubo quien pensó que algo parecido a una revolución marxista estaba al caer. Lo que cayó, sin embargo, fue lo contrario: una revolución conservadora. Reagan y Thatcher, libertades individuales por encima de obligaciones sociales, disminución de impuestos sobre las rentas altas, colapso sindical, caída de la Unión Soviética, decadencia del bienestar y todas esas cosas con las que hemos ido viviendo estos últimos años. La hegemonía socialdemócrata fue sustituida en muy poco tiempo por la hegemonía liberal-conservadora. La causa principal fue, probablemente, el trauma económico de las dos crisis del petróleo, que llevó a una terrible combinación de inflación y falta de crecimiento y a la aparición, por primera vez desde 1945, del desempleo masivo. La izquierda tradicional no supo cómo enfrentarse a eso.
Ahora asistimos a un curioso auge del conservadurismo llevado al extremo: Trump y brexit, Vox y Le Pen, Bolsonaro y Salvini, Alternativa para Alemania, Putin, etcétera. La mezcla de tradicionalismo social, ultraliberalismo económico, nacionalismo y xenofobia está de moda. Es bastante paradójico que el fenómeno se produzca justo cuando los ejes ideológicos y culturales de la derecha han dejado de girar: desde la gigantesca crisis de 2008, las fórmulas conservadoras se demuestran ineficaces (salvo, de momento, en Estados Unidos) y los problemas se acumulan. Esta vez, la violencia de quienes quieren curar los males con mayores dosis de la medicina fallida es mucho menos explícita que en la década de 1970.
Tal vez lo que ocurre resulte equivalente a aquella traca final. En ese caso, el péndulo estaría ya moviéndose y tendríamos relativamente cerca un cambio de paradigma y un retorno a la hegemonía de los valores de la izquierda. Si no es así, más nos valdrá tomarnos las cosas a risa; mientras podamos.