Las patrias
Devaluación externa o devaluación interna. ¿Se acuerdan? No, probablemente no: hace ya casi 10 años de aquello, para qué acordarse. En realidad, en España nunca existió debate sobre eso. Muy pocos propusieron seriamente abandonar el euro y salir a la intemperie. Se aceptó la opción interna y ahí estamos, un poco más pobres que antes, un poco más precarios, un poco más prescindibles.
Casi no nos acordamos hoy, cuando vuelve a hablarse de una posible crisis de esos países que llaman emergentes. Ya saben, los de siempre: Argentina, Turquía, México, Brasil, etcétera. El efecto contagio, los mercados temerosos, el riesgo de impago de la deuda, las devaluaciones salvajes, también lo de siempre.
Una moneda propia se puede devaluar para ganar competitividad
Una moneda ajena gana competitividad cuando recorta derechos sociales
Recapitulemos, porque la memoria es frágil. La teoría primero. Cuando una sociedad utiliza una moneda propia controlada por el poder político local, puede devaluarla para aumentar la competitividad: sus productos se abaratan en el mercado exterior, exporta más, ingresa más divisas externas y equilibra sus cuentas, con el peligro de disparar la inflación porque el dinero, llamémosle peseta para los antiguos, vale menos. Eso es la devaluación externa. Cuando se utiliza una moneda fuerte y ajena al poder local, como el euro, que es el marco alemán disfrazado, las crisis se afrontan por dentro: bajan los salarios, se reduce el gasto social y se gana competitividad por la vía de encajar los golpes que hagan falta. Eso ha hecho España durante la última década.
El párrafo anterior era la teoría. La práctica, en la mayor parte del mundo, no distingue entre devaluación interna y devaluación externa. Las dos desgracias van juntas. ¿Por qué? Porque los ricos utilizan monedas sólidas en todas partes y en los países pobres, llámenlos emergentes si quieren, el capital ahorra en divisa fuerte, o sea, en casa ajena, mientras que el Estado (y la gente de a pie, sin saberlo) se endeuda en divisa fuerte, la de los ricos, e ingresa en divisa frágil, la propia. Es el desastre seguro y el gran negocio para quienes, llegada la crisis, compran barato.
Las únicas patrias, y conviven en una misma ciudad, son las monedas. Lo otro son historias sentimentales.