Más deuda
La Navidad, como todo, tiene una concisa definición económica: es la época en que se compran los regalos de este año y se paga con dinero del año próximo. Eso supone deuda, queridos amigos. Lo cual, a su vez, representa la contribución de cada uno a la única causa realmente planetaria, lo único que de verdad (al menos mientras quede gente incrédula frente al cambio climático) reúne a la humanidad en un gran abrazo. En la deuda estamos todos.
La gente con buena memoria recordará que allá por 2007 comenzó una crisis apabullante. ¿Les suena? Exacto, esa crisis de la que ahora, según Mariano Rajoy y sus mariachis, estamos saliendo por fin. Les sonará también, probablemente, la explicación que los economistas ofrecieron: nos hundimos en la crisis porque vivíamos por encima de nuestras posibilidades e incurríamos en unas deudas insostenibles.
Lo único que de verdad reúne a la humanidad en un abrazo es la deuda
Dinero en abundancia y casi gratis: esto sólo puede acabar bien
Ocho años después, las cosas han cambiado. Las deudas ya no son insostenibles: son lo siguiente. En lo que llevamos de crisis, la deuda mundial se ha incrementado en unos 60 billones de dólares. Para que se hagan una idea, eso, en billetes de 100 dólares puestos uno encima de otro, hace un montón de casi 70.000 kilómetros de altura. En algunos lugares ha bajado la deuda privada porque gran parte de ella se ha transformado en pública (caso de España); en otros lugares, la deuda de las empresas se ha multiplicado por 12 (caso de Brasil); también hay sitios, como Malasia, donde las familias han aprovechado esta temporada de turbulencias para acumular la mayor deuda mundial en términos relativos, y lo de relativos no significa aquí que la cosa sea discutible, sino una referencia a la relación negativa entre lo que se debe y lo que se ingresa anualmente.
Para evitar una cadena de quiebras nacionales, los bancos centrales se han dedicado a fabricar dinero. Como la inflación no sube ni a tiros, los tipos de interés tienden a cero. “¡Nos pagan por endeudarnos!”, exclama Rajoy. Qué bien. Dinero en abundancia y prácticamente gratis. Pues venga deuda.
Esto sólo puede acabar bien.