Un mundo peor
Sabíamos que lo de “saldremos mejores” era una de esas cosas que se dicen por decir. Cabía sospechar lo contrario, que saldríamos peores. Pero no tan, tan peores. El mundo pospandémico pinta muy mal. Aunque habrá probablemente ganas de divertirse y quien pueda gastará con alegría, las desigualdades y los desequilibrios se agudizan día y día. Pesarán durante años.
Antes de que empezara a circular el coronavirus ya era evidente que los ricos eran cada vez más ricos y los pobres (en términos relativos y en apartados como el inmobiliario, absolutos) eran cada vez más pobres. ¿Iba a frenarse esa tendencia por la pandemia? Está comprobado que no.
En Estados Unidos, corazón del sistema, el 1% de la población (unos tres millones de personas) ha acaparado el 35% de la riqueza generada durante el terrible 2020. Es decir, que tres millones de personas se han repartido, según datos de la Reserva Federal, unos cuatro billones de dólares. La cosa resulta todavía más inquietante si miramos cómo le ha ido al siguiente 9%: ha absorbido también el 35% de la riqueza.
En resumen, que el 10% de los estadounidenses se quedó con el 75% de la renta. Para quienes están de la mitad de la tabla hacia abajo, para los que tienen menores ingresos y constituyen el 50% de la población, ha quedado el 4% de la riqueza generada. Así vamos.
Las desigualdades se agudizan y pesarán durante años
Más nos vale hacernos a la idea de que vienen turbulencias
Las sociedades se fracturan por dentro. También por fuera. El proceso de vacunación marca nuevas fronteras entre países ricos y países pobres. En la Unión Europea hay quejas, fundadas, por la lentitud con que se reciben y se administran las vacunas, en comparación con liebres como Israel, Chile y Reino Unido. ¿Qué habrían de decir entonces los ciudadanos de esos casi 50 países donde aún no se ha inoculado ni una dosis?
En grandes áreas del planeta (casi toda Latinoamérica, casi toda África, algunas zonas de Asia) solo una pequeña parte de la población, la de mayor riesgo o la de mayor influencia, habrá recibido la vacuna a finales de 2021. Mientras el mundo rico volverá a la normalidad y recuperará el pulso económico, el mundo pobre seguirá enzarzado con la pandemia y sufrirá, además, el aislamiento de quienes no pueden aspirar a un pasaporte sanitario. Si además repunta la inflación y los inversores huyen de los países en desarrollo (disculpen el eufemismo), el panorama adquirirá un tono tremendamente siniestro.
¿Mejores? Ja, ja. Después de constatar que las grandes farmacéuticas son intocables (pese a la pandemia), que una verdadera fiscalidad redistributiva sigue siendo tabú para los que mandan (pese a la pandemia) y que la diplomacia de las vacunas es, como cualquier diplomacia, la guerra por otros medios (pese a la pandemia), más nos vale hacernos a la idea de que vienen turbulencias.