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Los partidos ultras y populistas marcan la agenda y frenan la libre circulación de trabajadores en la UE.
Marine Le Pen, líder del Frente Nacional (FN), durante un baño de masas de su partido en 2012. FOTO: Blandine Le Cain
Viajar por Europa sin pasaporte, poder estudiar entre alemanes, franceses o italianos y establecernos como trabajadores en otro país del club son, junto con el fin del engorro de tener que cambiar de moneda, algunas realidades tangibles de las que disfrutamos los ciudadanos de los países miembros de la Unión Europea (UE). Sin embargo, mientras Europa se va integrando como una tupida enredadera de intereses comunes, y mientras construimos nuevas soberanías compartidas, como el diseño de las cuentas públicas que alimentamos con los impuestos o la vigilancia de nuestros bancos, la base de ese mercado único muestra grietas no para las mercancías ni, sobre todo, para el capital, que fluyen libremente, sino para las personas. Es el triunfo real de los...
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