Propuesta 2 // Impulsar comunidades ciudadanas de energía
La generación distribuida y el autoconsumo conllevan la irrupción de nuevos actores en el sistema energético, además de la mencionada ciudadanía. Uno de los nuevos y principales actores serán las comunidades ciudadanas o locales de energías renovables, un concepto aún en pañales en España. Se trata de un grupo de usuarios —pueden ser personas físicas, pero tambíen pueden participar en ellas autoridades locales y pequeñas empresas— que deciden juntarse y colaborar para incrementar los beneficios medioambientales, sociales y económicos de la comunidad donde viven. Estas comunidades tienen capacidad para generar energía limpia, para distribuirla, suministrarla, consumirla, agregarla, almacenarla y para ofrecer incluso servicios de eficiencia y de recarga. En definitiva, funcionan como un gestor de demanda, como si fueran pequeños operadores energéticos.
Esta es la idea: durante el día, mientras la gente de la comunidad que está trabajando fuera de casa no se beneficia de la energía que produce, al vecino que trabaja desde casa sí le resulta necesaria. O quien trabaja el fin de semana permite que sus vecinos que no pudieron beneficiarse de su energía fotovoltaica durante la semana lo hagan sábados y domingos. Y si nadie puede beneficiarse de la energía verde producida en la comunidad, el excedente se inyecta a la red. Todo ello requiere una gestión colectiva de la generación, el uso y el almacenamiento. La idea es que las comunidades funcionen como un actor activo en el mercado, mediante lo que se conoce como agregador (véase la propuesta 3).
Para crear una de estas comunidades se necesita constituir una entidad jurídica. Sus miembros participan en ellas como accionistas de forma voluntaria. Imaginemos, por ejemplo, distintas empresas de un polígono industrial, con un único contador. Pueden vender electricidad, pero ya no como excedente que un prosumidor inyectara a la red, sino comercializándola en el mercado. Sin embargo, el objetivo último de estas comunidades no es la rentabilidad.
La ventaja de las comunidades es hacer más eficiente la energía usada, en coste y en cantidad. Los costes energéticos pueden reducirse más de un tercio mediante la contratación colectiva de autoconsumo solar compartido, ya que cuando se diseñan las instalaciones se hacen pensando en la eficiencia energética.
La filosofía de estas comunidades es la misma que la del autoconsumo compartido, pero la noción de comunidades locales de energía está pensada a una escala más ambiciosa (para barrios enteros, grandes polígonos, pueblos…) en la que se desee plantear una gestión colectiva de la energía optimizando la potencia contratada. En cambio, el autoconsumo compartido está más pensado para una comunidad de propietarios que monta una instalación común. El diseño, con sus requisitos específicos, se especializa por dimensión y alcance.