La taxonomía tradicional nos acostumbró a pensar que las especies animales eran estancas: el humano, la gallina, el murciélago o el pangolín. Pero sus genomas están plagados de fragmentos de virus como vestigios arqueológicos de las infecciones por las que transitaron durante su evolución, provocando inserciones, borrados y duplicaciones de genes que pudieron intercambiarse y contribuyeron a su proceso de especiación. Así, los virus que son un riesgo para la salud del individuo actúan como una ágil herramienta de evolución. Supervivencia y virulencia compiten hasta que virus y anfitrión conviven de forma más o menos aceptable para el conjunto.
El reto es investigar en vacunas y medicamentos con los que combatir el virus e implementar un sistema diagnóstico asequible y continuado en el tiempo.
Por Marcos Isamat
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