Datos para el debate sobre el salario mínimo en el sector agrario
Mi amigo y compañero Cesar Lumbreras entrevistó en su popular emisión radiofónica Agropopular a Juan José Álvarez, un competente experto en temas fiscales y laborales, técnico de uno de los principales sindicatos agrarios, ASAJA. Sostiene Álvarez que una subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) "sería inasumible, por lo menos por la parte del sector agrario", una afirmación más prudente que la recogida, por cierto, en el titular: "Álvarez (Asaja): La subida del Salario Mínimo Interprofesional "sería inasumible para el sector agrario".
Opinar sobre si es posible y deseable en estos momentos subir el SMI cae en el amplio campo de mis incompetencias profesionales, aunque tenga mi corazoncito, opinión y deseos como ciudadano. No digamos ya el opinar, si subida ha de haber, de cuánto debería ser. Lo que sí me preocupa es el repetido victimismo de los que hacen gala ciertos interlocutores sociales.
Muchos se acordarán de las catástrofes anunciadas por los jinetes del apocalipsis tras las dos anteriores subidas, que fueron de consideración: "Asaja asegura que la subida del Salario Mínimo supondría la desaparición de muchas explotaciones agrarias".
Felizmente, podemos recurrir a datos para opinar con fundamento. El Ministerio de Agricultura publicó este miércoles 16 de diciembre la primera estimación de las principales cifras macroeconómicas del sector agrario. Según estas, la renta agraria llegó a 29.093 millones de euros en 2020, un 4,3 % más en relación al año anterior, recuperando de esta forma su senda de crecimiento. Lejos de la hecatombe anunciada, a pesar de lo raro que fue este año horribilis que se está terminando, la renta agraria ha mejorado. Del análisis de los primeros datos suministrados por el Ministerio se deduce que los factores dominantes de esta evolución son, como en años anteriores, el volumen de la cosecha (cereales, cítricos, huevos o porcino en positivo; aceite de oliva en negativo) y los precios (productos vegetales o huevos en positivo; patatas en negativo).
Me recuerda el cuento de "que viene el lobo" que tantas veces les he contado a mis hijos antes de dormir. Como en el cuento, algún día puede venir, pero muchos habrán perdido toda credibilidad. ¿Es una subida del 0,9% como la de las pensiones y los funcionarios públicos "inasumible"? ¿Incluso si pasara de 950 euros mensuales a 1.000, algo más del 5%? ¿No habría sido más prudente decir que una subida "significativa" agravaría las ya también significativas dificultades que atraviesan muchos productores agrarios?
En nuestro país, los costes salariales van a seguir subiendo. Nuestra competitividad futura se basará cada vez menos en unos costes laborales bajos y más en la calidad, la productividad, la organización y la gestión empresarial. Los empresarios agrarios deben, pues, prepararse para este escenario.
Por otro lado, tienen razón los agricultores cuando afirman que un producto digno tiene que tener un precio digno. Su trabajo debe ser remunerado adecuadamente, pero esta remuneración no puede venir de unos salarios "indignos" para sus trabajadores, sino de una cadena alimentaria más equilibrada.
El análisis de Cajamar
Felizmente, tenemos datos sobre los cuales podemos construir una opinión razonada. Cajamar acaba de publicar su estudio anual Análisis de la campaña hortofrutícola de Almería.
Además, uno de los mejores economistas del sector, David Uclés, acaba de analizarlo en un post publicado en su página web Capeando el temporal.
Veamos qué dice David Uclés al respecto:
"En apenas dos campañas, el coste de la mano de obra ha pasado de suponer poco más del 40% del total hasta auparse al 45,4%. Obviamente, este crecimiento tan brusco está explicado casi en su totalidad por el crecimiento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de los últimos dos años. Y obviamente también, esta sincronía con el SMI viene dada porque una gran parte de los trabajadores del campo cobran dicho salario.
"La ventaja de contar con una publicación como la de Cajamar es que nos permite echar la vista atrás y analizar tendencias de largo plazo. Así, si representamos en un gráfico la evolución del peso de la mano de obra sobre el total de los costes de la explotación desde la campaña 2000/2001 podemos ver de qué forma este ha llegado a escalar desde el 33,1% de entonces hasta el 45,4% actual.
"Durante las tres primeras campañas analizadas la pendiente marcada por la serie fue muy intensa, pasando del inicial 33,1% hasta el 36 % en apenas dos años. A este período le siguió otro de cierta estabilización, hasta la campaña 2007/2008 a partir de la cual volvió a acelerarse su ganancia de peso hasta el 39,8% de la 2009/2010, ya en plena crisis económica. Dicha crisis y su impacto diferencial sobre el empleo de la provincia de Almería (llegamos a alcanzar una tasa de paro del 36,7% en el tercer trimestre de 2013), explicarían en gran medida el siguiente periodo de estabilidad de esta magnitud hasta la 2017/2018 donde aún suponía el 40,7%. El último estirón de las pasadas dos campañas, explica por tanto el 38% de la variación total del período"
¿Qué nos dicen, además, estos datos? La subida del peso relativo de la mano de obra en los costes totales se ha acelerado estos dos últimos años, pero es una tendencia presente estructuralmente en el sector. Con o sin subidas del SMI, el sector ha de prepararse para esta evolución.
Una consecuencia inevitable
Una cadena alimentaria más equilibrada es una condición necesaria, pero no suficiente. Como ya nos enseñó José Manuel Naredo en su libro de 1977 La evolución de la agricultura en España, la subida de los costes salariales promueve la mecanización de la agricultura, el desarrollo tecnológico y la sustitución del factor trabajo por capital. Este proceso acelera la desaparición de, principalmente, pequeños agricultores y el aumento del tamaño y la capitalización de los restantes. Por esto David Uclés titulaba su post El coste de la mano de obra como motor de cambio en la agricultura de Almería.
No es ninguna fatalidad que estas sean grandes explotaciones propiedad de fondos de inversión. Pueden ser agricultores familiares, es decir, explotaciones en las que las decisiones se toman en torno a la mesa de la cocina y no la del consejo de administración, pero serán explotaciones de mayor tamaño cooperando con otras para compartir costes y llegar al mercado. No se puede, al mismo tiempo, defender significativas subidas del salario mínimo interprofesional y oponerse a la desaparición de los pequeños agricultores.