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Recursos, alimentos y sostenibilidad. El caso de Catalunya

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Una cita de La peste, de Albert Camus, centra el tema: “Solamente a la larga, al constatar que las defunciones aumentaban, la opinión llegó a tener conciencia de la realidad”. La percepción de una crisis suele demorarse en  el tiempo, de tal modo que las medidas para resolverla suelen llegar cuando ya son insuficientes. La necesaria reaccion al retraso a menudo acaba realizándose —en mayor o menor grado— de modo caótico. La covid, nuestra peste, es un ejemplo de ello. Pero tambien lo es o, mejor dicho, comienza a ser la respuesta frente al cambio climático. Ante la complejidad del problema se tiende a la simplificación y a las soluciones fáciles, milagrosas. Éstas no existen. Al contrario, ante un problema complejo las soluciones son complejas y todas imperfectas.

 

Los recursos

Los geólogos consideran que hemos entrado en el Antropoceno, una nueva era geológica. En otras palabras, el hombre ha sido capaz de transformar las estructuras geológicas del planeta de una manera suficientemente sustantiva como para justificar el cambio a una nueva era. Hemos actuado como aprendices de brujo y las aguas se han desbordado. Hemos despilfarrado los ahorros o las reservas de energía fósil del planeta sin tener ni tan siquiera el bienestar como objetivo. Crecer para seguir creciendo sin una mirada a largo plazo ha sido el absurdo objetivo del desarrollo. Sin duda, el consumo de los combustibles fósiles ha permitido un desarrollo económico y demográfico extraordinarios, pero por el camino han quedado  afectados los equilibrios medioambientales con el cambio climático como expresión más grave. Hemos usado gratis los recursos de la Tierra y ésta nos  pasa factura.

El siglo XXI nos ha despertado de nuestras fantasías. La incredulidad fue nuestra primera respuesta frente al cambio climático. La infravaloración de los efectos fue el siguiente paso. Al final las evidencias se han impuesto y han forjado el Acuerdo de París sobre el Clima. Aun así, nos hemos dado cinco años más de recreo, dado que 2030 y, aún más, 2050 nos parecían lejanos. Pero las consecuencias ya presentes del cambio climático y la constatación de que las previsiones de los científicos se estaban cumpliendo han comenzado a asustar. En 2020 ha llegado el Green Deal europeo. Pero llega tarde y como veremos, en Catalunya todavía más tarde. Llega a la hora de las prisas y éstas son malas consejeras.

La agricultura ya es, y será todavía más, una víctima preferida del cambio climático a partir de una larga lista de acontecimientos negativos: irregularidad del régimen de lluvias, aumento de episodios de sequía, fenómenos meteorológicos extremos, aumento del nivel del mar con posibles inundaciones de la tierra fértil tal como los deltas, etcétera. Pero al mismo tiempo la agricultura y la ganadería son causa del cambio climático.

Según el IPCC (Panel Internacional del Cambio Climático), el sector AFOLU (agricultura, silvicultura y otros usos del suelo) es a nivel global responsable del 24,87% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el 14% corresponde a la agricultura, sobre todo a la ganadería, pero el resto es atribuido a la deforestación, causada para atender la creciente demanda de alimentos de una población creciente con dietas cada vez más proteicas. En Catalunya, la aportación del sector AFOLU es solo del 9%, dado que no hay deforestación y la ganadería es porcina y aviar, con menos emisiones de GEI.

Desde 1960, según la FAO, la producción de cereales, el primer alimento del mundo, se ha multiplicado por 3,5. Y en los últimos 30 años, según la misma fuente, se han deforestado 178 millones de hectáreas, el equivalente a 55,6 veces la superficie de Catalunya.

En resumen, los recursos básicos para cubrir nuestras principales necesidades de bienestar, entre ellas de modo principal la alimentación, se encuentran en tensión. El suelo agrario, los bosques, el agua, la biodiversidad, la energía se acercan al círculo infernal de deterioro y escasez (erosión y pérdida de suelo fértil, deforestación, contaminación de aguas, pérdida de biodiversidad, impactos medioambientales de los combustibles fósiles, etcétera). A su vez, los objetivos de descarbonización y, en general, de abandono de los combustibles fósiles desplazan la demanda hacia las energías renovables y ejercen nueva presión sobre aquellos mismos recursos.

La gran planta solar que es la Tierra es el gran receptáculo para la transformación de la energía solar en energía utilizable (calor o electricidad). La fotosíntesis es la fábrica para producir los productos renovables de la bioeconomia (alimentos, biocombustibles, madera, cuero, materiales textiles, productos químicos de origen biológico, biofertilizantes, productos farmacéuticos, bioplásticos, etcétera). A su vez la naturaleza requiere de su conservación y defensa. La biodiversidad es la gran reserva de oportunidades para el desarrollo humano.

En resumen, las energías renovables, la bioeconomía y la defensa de la biodiversidad son los tres vectores que ocupan la línea del frente en la lucha contra el cambio climático y el futuro sostenible. Es en esta línea del frente donde se van a producir las mayores tensiones.

 

El camino europeo

Por fin Europa ha decidido hacer los deberes. La propuesta es el Pacto Verde Europeo (Green Deal). Para ello la Comisión Europea está estableciendo las orientaciones y líneas de actuación en distintos frentes temáticos, entre otros, la energía (hacia una “energía limpia, asequible y segura”), la biodiversidad (“preservación y protección de la biodiversidad”) y el sistema alimentario (“ecologización de la política agrícola común / estrategia del campo a la mesa o farm to fork”).  Aunque estas propuestas de la Comisión Europea sufrirán un intenso debate y modificaciones antes de su aprobación final, trataremos su contenido como una buena aproximació al acuerdo final.

Del conjunto de propuestas, la estrategia sobre la biodiversidad y la farm to fork son las que afectan de una manera más directa a la agroalimentación y a la bioeconomía en general. Ambas estrategias se encuentran estrechamente relacionadas y en conjunto suponen cambios importantes en cuanto a las políticas agrarias, cambios que abrirán las puertas a una nueva manera de entender la realidad agroalimentaria y la bioeconomia. Pero los cambios también generarán contundentes resistencias. En este sentido, voces representativas del sector agroalimentario se quejan del hecho de que se hayan definido los objetivos sin acompañarlos de un estudio de impactos.

Algunos de los objetivos, referidos al horizonte temporal de 2030, que más pueden afectar a la actividad bioeconòmica (agroforestal, pesca y acuicultura), son:

—Ensanchar las áreas protegidas hasta el 30% de la superficie europea.

—Reforestación con 3.000 millones de árboles.

—Reducción del 50% del uso y del riesgo que plantean los pesticidas.

—Reducción de, como mínimo, el 20% del uso de fertilizantes.

—Reducción del 50% de las ventas de antimicrobianos que se usan en los animales de granja y en la acuicultura.

—Incremento de la agricultura ecológica hasta llegar a una cuota del 25% del suelo de uso agrario.

—Revisión de la normativa sobre bienestar animal.

—Estrategia para facilitar e incrementar la captura de carbono en suelos agrícolas.

Sin embargo, adoptar el conjunto de propuestas planteadas no es sencillo. Estos objetivos no pueden ser tratados unilateralmente. Al contrario, deben considerarse desde su complejidad y de modo sistémico, teniendo en cuenta especialmente su interrelación con la demanda bioeconómica, donde la alimentación ocupa una posición crítica. De hecho, todas las medidas mencionadas, con las técnicas empleadas actualmente suponen, en mayor o menor grado, una reducción de la producción y, en general, más costes para la producción bioeconómica.

Por ejemplo, la reforestación reducirá el suelo agrícola. En otro apartado, el ensanchamiento de las áreas protegidas reducirá la producción en las áreas afectadas. En cuanto a la agricultura ecológica, segun datos de experiencias concretas en Cataluña, ésta reduce la producción de cereales un 30% y la de fruta fresca, un 50%. En la viña, sin embargo, la producción es casi equivalente, pero este año la menor protección contra enfermedades ha provocado perdidas extraordinarias a causa del mildiu. Todo ello teniendo en cuenta, además, la presión creciente de la demanda alimentaria a escala global y con un cambio climático cada vez más activo en destrucción de recursos y producciones.

Lógicamente una minoración de la oferta afectará al balance alimentario y, con toda seguridad, los costes incrementados repercutirán en precios, con posibles consecuencias en el acceso a los alimentos de la población más desfavorecida. En este sentido, los ministros de agricultura de la Unión Europea ya han advertido de que "las nuevas políticas sostenibles llevan el riesgo de importaciones insostenibles". Es decir, debe evitarse que ante los condicionantes ambientales de la producción europea, para poder garantizar el abastecimiento alimentario en Europa se importen alimentos de otros países que hayan sido producidos sin los mismos condicionantes medioambientales.

La Unión Europea es consciente de ese riesgo, así como del cariz global del desafío. Por ello propiciará y apoyará el establecimiento de estándares globales. De alguna manera, la Unión Europea aspira a ser un referente sobre políticas agrarias sostenibles. Una aspiración que no carece de dificultad, puesto que deberá evitarse que mercancías elaboradas con exigencias medioambientales más relajadas puedan competir con los productos europeos, lo cual requerirá medidas de protección en frontera que se tendrán que negociar en el marco de la Organización Mundial de Comercio. Es oportuno recordar aquí la opinión de Olivier de Shutter: "Hay que dejar de tratar los alimentos como una mercancía y tratarlos como un bien común”. Pero la OMC no ha nacido para defender esta idea.

 

El pacto verde en Cataluña

Forzosamente, la concreción de las diversas estrategias del Green Deal europeo deberá tener en cuenta la extraordinaria diversidad de Europa y, por lo tanto, las especificidades regionales, de las cuales pueden derivarse conclusiones aparentemente contradictorias con los objetivos globales.

En relación a Catalunya, además de las diferencias referidas a las características propias de una región mediterránea, hay que hacer mención de algunas paradojas. Cuenta ya con un 32% de su territorio protegido dentro de la Red Natura. Se trata de una muy importante aportación en la defensa de la biodiversidad europea, muy superior a la superficie Red Natura de la mayoría de Estados y regiones europeas. La estrategia sobre la biodiversidad propone como objetivo europeo para el 2030 llegar a un 30%, objetivo que Catalunya ya rebasa. Ensanchar  la superficie Red Natura en Catalunya no tendría, por tanto, que ser un objetivo, lo que no reduce la necesidad de destinar recursos y energías a mejorar la gestión de los espacios protegidos.

Otro objetivo que en Catalunya tendría que tener una lectura propia es el objetivo de reforestación. Hoy, el 64% de la superficie de Catalunya es área forestal. Es, en buena parte, un bosque muy denso, fruto del abandono y de los incendios forestales, con densidades impenetrables en algunos casos y responsables en parte de la disminución de los caudales de los ríos. En resumen, dos tercios del territorio catalán son bosque, poco o mal gestionado, poco productivo y desaprovechado. Se trata de una inmensa zona preparada para el próximo incendio, lo que supone unos costes económicos y personales elevados.

Unos bosques menos densos y segmentados por cultivos y pastos favorecerían la biodiversidad, puesto que ésta se expresa con más intensidad en los espacios abiertos. Además, un bosque compartido con agricultura y ganadería ofrece un paisaje más rico y diverso. Al mismo tiempo se reduciría radicalmente el riesgo de incendios y, en cualquier caso, facilitaría su control, evitando costes y daños. Extremando la paradoja, Gabriel Borràs, biólogo vinculado a la acción contra el cambio climático, afirmaba en una entrevista que "la mejor manera de adaptar Catalunya al cambio climático es reducir masa forestal"

Por el contrario, Catalunya es un país con seria dificultad para la agricultura. El 50,5% del terreno tiene una pendiente de más del 20% y muchas comarcas tienen una pluviometría insuficiente, lo que dificulta una agricultura competitiva. Como consecuencia, Catalunya cultiva solamente el 26% de su territorio. Este dato, en términos por habitante, es la mitad de Europa y del mundo. Igualmente, Catalunya tiene una baja tasa de autosuficiencia alimentaria, entre el 40% y el 45%.

 

Dualidad del sistema alimentario

Estas características han configurado el sistema alimentario catalán de manera dual. Por una parte hay una agricultura potencialmente competitiva, básicamente la agricultura de regadío, la de secano en la Cataluña humeda y la ganaderia intensiva. Por otra parte está una agricultura en dificultades, localizada en los secanos áridos, las montañas y los entornos periurbanos, que resiste con estrategias, a menudo imaginativas, de valor añadido y diversificación productiva.

Acerca de esta dualidad cabe resaltar un dato muy significativo: la agricultura potencialmente competitiva aporta prácticamente el 95 % de la producción agraria catalana, mientras que la agricultura en dificultades tiene un decisivo valor en el equilibrio territorial, aportando servicios biosistémicos esenciales. Las estrategias de esta última deben forzosamente basarse en la diferenciación, la proximidad, la multifuncionalidad (turismo rural, servicios medioambientales) y en una adecuada remuneración de los bienes públicos ofrecidos.

Sin reconocer esta dualidad es imposible diseñar estrategias adecuadas, basadas en enfoques diferenciados y mutuamente respetuosos.

 

El cluster agroalimentario catalán

A pesar de los limitados recursos para desarrollar una agricultura competitiva, Catalunya se ha convertido en el segundo clúster alimentario de Europa. ¿Cómo se ha producido este milagro?:

  1. Aprovechando las posibilidades del regadío. El 30% de las tierras cultivadas de regadío aportan el 70% de la producción.
  2. Comprando la tierra y el agua que no tiene en forma de cereales y soja, producidos en los países que los tienen en abundancia, para alimentar a la ganadería intensiva, a la vez integrada con la industria cárnica. La integración ganadera catalana ha sido clave en el sostenimiento de la población en el territorio. De hecho, se optó por el sistema alimentario que ofrecia más posibilidades para un país con poca tierra y agua.
  3. Desarrollando la tecnología, con el IRTA (Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias) como núcleo central de una red colaborativa con universidades y el sector privado.
  4. Apostando por la calidad, cada vez más reconocida internacionalmente
  5. Con una opción decidida por el mercado global, del que depende, hasta lograr una balanza comercial exterior alimentaria equilibrada, incluso con un ligero superávit (la tasa de cobertura es del 104%).

El agroalimentario es hoy el primer sector industrial de Catalunya y el tercero en exportaciones. Además, como sector anticíclico, ha sido decisivo durante la pandemia al sostener una cuarta parte de la economía catalana, tal como lo fue ya en la crisis 2008-2012.

 

Nuevo escenario en Cataluña

Sin embargo, el escenario sobre el que se sustenta el sistema alimentario catalán está cambiando rápidamente por los factores ya descritos de tension de recursos básicos, cambio climático, deterioro medioambiental, revolución tecnológica (TIC y biotecnología), nuevas tendencias de demanda, oligopolización del entorno agroalimentario global, etcétera. Como consecuencia, en el nuevo marco estratégico, algunas de las fortalezas del sistema pasan a ser debilidades.

  1. Con una mirada a largo plazo, el clúster cárnico-ganadero se encuentra dentro de una tormenta perfecta. Desde diferentes vectores, entre ellos el medioambiental, se pone en cuestión el consumo de carne, la opción vegetal gana importancia y a medio plazo la carne de cultivo celular puede convertirse en una seria alternativa. Estamos hablando de la primera industria del país y una herramienta clave de equilibrio territorial. Cualquier estrategia deberá extremar la prudencia para no desmantelar equilibrios forjados en años. Sin duda será necesario avanzar en una gestión medioambientalmente avanzada de la ganaderia y reforzar la información objetiva sobre impactos. Con la mirada en el largo plazo, una posible reorientación productiva tendría que contemplar, a nivel industrial, avanzar en los desarrollos de la producción por cultivo celular y, a nivel de actividad primaria, en reforzar la producción vegetal.
  2. Dado el bajo nivel de autosuficiencia alimentaria de Catalunya y el previsible deterioro de éste a partir de las medidas del Green Deal, un objetivo estratégico relevante es la mejora del grado de autoabastecimiento. Podrá objetarse que el déficit de proveimiento agrícola podría sustituirse por un mayor grado de dependencia del comercio exterior. Sin embargo, aparte del efecto dominó que afectaría a la industria alimentaria, Catalunya no puede renunciar a contribuir a la resolución del problema de la seguridad alimentaria global. Para ello debe reforzarse el impulso de la tecnología, avanzando en la implantación de la agricultura de precisión. A su vez, deben optimizarse los potenciales de regadío dentro de límites medioambientalmente razonables.
  3. El impulso de las energías renovables, una opción clave de la transformación energética, pretende desarrollarse compitiendo por el uso del suelo agrario. Desde empresas de energía fotovoltaica reivindican los suelos más productivos de Catalunya, entre ellos los de regadío. En este caso la argumentación medioambiental es absurda. La energía renovable que se pueda ganar y la reducción de emisiones que se pueda obtener se perdería por el transporte de las importaciones que deberían realizarse, por la deforestación que en algún lugar se produciría para proveer los alimentos que habríamos dejado de producir y por la inseguridad estratégica incrementada en relación a la autosuficiencia alimentaria. Las energías fotovoltaicas no son incompatibles con la agricultura (hay páramos, matorrales y tejados de sobra), pero la agricultura no puede desarrollarse en los páramos, matorrales y terrazas. Hay que optar por modelos que prioricen el autoconsumo en red o situados en ubicaciones compatibles con la agricultura. Destruir un recurso esencial como es el suelo agrícola, muy escaso en Catalunya, para potenciar otro recurso sería, en mi opinión, una barbaridad estratégica.

El camino de las soluciones

A pesar de todo, es posible mejorar el equilibrio oferta-demanda de manera más sostenible y evitar más deforestación. Para ello se deberá producir i consumir de una manera más eficiente y, a su vez, más sostenible. La FAO habla de “intesificación sostenible”. ¿Cómo? A continuación se sugieren las principales lineas de actuación.

—Agroecologia. Ofrece alternativas productivas más amables con la naturaleza, nos enseña a utilizar mejor los recursos (agua, suelo, energía), a reciclar los mismos, a diversificar los sistemas productivos limitando el monocultivo, a aprovechar las sinergias entre los distintos cultivos y formas de producirlos para aumentar su estabilidad y resiliencia, a utilizar estrategias naturales para el control de plagas y enfermedades, etcétera.

—Mejora genética. Obteniendo plantas o animales más productivos y más eficientes en su proceso de nutrición, que reduzcan el volumen de residuos contaminantes, que sean más resistentes a enfermedades o plagas, etcétera. Las biotecnologías ofrecen oportunidades todavía inexploradas. En este sentido, probablemente la Union Europea reabra el debate sobre las técnicas de transformación genética.

—Agricultura de precisión. El objetivo es que la planta sea en gran medida capaz de requerir el suministro de su nutrición de una manera ajustada a sus necesidades, reduciendo a la mínima expresión los residuos contaminantes. Usaría para ello la información proporcionada por biosensores, tecnologías de teledetección y tratamientos bigdata e inteligencia artificial.

—Regadío. En el área mediterrànea, el regadío abre la puerta a la agricultura moderna y competitiva, posibilita nuevas opciones, multiplica la producción y, en consequencia, evita la deforestación, acerca la producción al lugar de consumo, incrementa la producción biológica como sumidero de carbono y evita la desertización. Es, por tanto, una clara herramienta contra el cambio climático. Además, es la mejor herramienta de desarrollo rural, condicionada, lógicamente, a la disponibilidad del agua i a un uso medioambientalmente razonable de este recurso. En Cataluña, el regadío alcanza al 30% de la superficie y facilita el 70% de la producción. Comunidades de regantes especializadas en cultivos con mayor valor añadido llegan a tener un coeficiente multiplicador superior a 20 en relación al secano.

—No a los agrocarburantes. Es preciso reducir el uso de biocarburantes de primera generación (bioetanol o biodiésel), producidos a partir de cultivos alimentarios (maiz, trigo, caña de azucar, palma, colza, girasol, etcétera).

—Bioeconomia circular. Se impone utilizar mejor lo que ya usamos, utilizar bien lo que todavía no usamos, reciclar, convertir los residuos en producto y reutilizar. El reciclaje debe recuperar su papel en la cultura económica.

—Lucha contra el derroche de alimentos. Según la FAO, un tercio de los alimentos potencialmente consumibles se deterioran o despilfarran a lo largo de la cadena alimentaria desde el momento de la cosecha o producción. Debe reducirse el derroche de alimentos por razones de proveimiento alimentario y por razones éticas. No es una tarea sencilla, contra lo que pueda parecer, pero debe ser una línea prioritaria.  Se debe actuar en toda la cadena, impulsando la bioeconomia circular, aportando criterio y relajando algunas legislaciones que favorecen el derroche (exigencias en la comercialización, fechas de consumo preferentes, etcétera).

—Dieta vegetal. Impulso de cambios en el consumo hacia dietas más saludables y menos exigentes en recursos. Una dieta con mayor contenido vegetal es una dieta que requiere menos recursos de suelo y agua, una buena razon para fomentarla. Es una razón más para valorar la dieta mediterranea.

—Nuevas alternativas alimentarias. El mundo de las algas es un recurso poco explorado y con grandes posibilidades . Los insectos son otra posible fuente de proteinas. Y los desarrollos de la carne por cultivo celular ofrecerán una alternativa a la carne probablemente más eficiente en relación a los recursos empleados para producirla. Es una alternativa que puede ocupar un segmento de mercado a medio y largo plazo.

En el siglo XXI, la agroecología, la biotecnología y las tecnologías de la información y la comunicación pueden ser buenas aliadas para lograr una agricultura altamente productiva con un mínimo de residuos y un impacto ambiental limitado. La ciencia y la tecnología tienen que jugar un papel clave, el impulso de la I+D son una prioridad de primer orden.

Catalunya todavía tiene que aprender a valorar y respetar al sector que le garantiza el alimento en la mesa. No es sencillo producir alimentos suficientes y asequibles para todo el mundo, pero hay un camino de avance hacia formas más sostenibles, dejando atrás los dogmas y con la ayuda de la tecnología y la agroecología. Es un camino complejo, que requiere tiempo para transitarlo y responsabilidad. Sin embargo, es en la complejidad donde encontramos las respuestas, todas ellas incompletas e insuficientes pero posibles, hacia el objetivo de un óptimo de sostenibilidad. El reto es ingente pero ineludible.

 

*Francesc Reguant es presidente de la Comisión de Economía Agroalimentaria del Colegio de Economistas de Catalunya