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Diez claves para seguir las elecciones en EEUU

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Joe Biden llega al 3 de noviembre, día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, como favorito pero Donald Trump no ha dicho aún su última palabra. El mundo aguanta la respiración ante unos comicios plagados de incertidumbres.

Las encuestas. Todas coinciden en que el demócrata Joe Biden será el candidato más votado a nivel nacional el 3 de noviembre, pero eso no le garantiza la victoria. Hillary Clinton recibió casi tres millones de votos más que Donald Trump hace cuatro años y perdió las elecciones. ¿Motivo? El magnate neoyorquino obtuvo más apoyos en el colegio electoral encargado de designar al presidente, integrado por 538 compromisarios elegidos por los Estados en función del tamaño de su población mediante un sistema winner-take-all, lo que significa que el candidato que logre más votos en un Estado se lleva todos sus votos electorales. Se precisan al menos 270 votos electorales para recibir las llaves de la Casa Blanca. El medio digital Real Clear Politics, que recopila diariamente datos de encuestas de todos los Estados, da por seguros 216 votos electorales para Biden y 125 para Trump, lo que significa que aún hay 197 en el aire. El modelo de predicción de Financial Times otorga 272 votos electorales seguros a Biden, suficientes para ganar, y solo 125 a Trump.

Estados clave. Los sondeos también son favorables al demócrata en los Estados decisivos, aquellos que tradicionalmente inclinan la balanza en favor de uno u otro candidato, pero por un margen más estrecho. Es una señal clara de que nada está decidido. Si nos fijamos en los cuatro Estados donde Trump derrotó a Clinton por escasa diferencia hace cuatro años, vemos que la ventaja de Biden —según Real Clear Politics— es bastante inferior a la que tiene a nivel nacional: 1,4 puntos porcentuales en Florida (29 votos electorales), ligeramente por encima de los 4 puntos en Pensilvania (20) y algo más en Michigan (16) y Wisconsin (10). Las encuestas también dan como favorito a Biden en tres Estados importantes en los que Trump ganó en 2016: Georgia (16), Carolina del Norte (15) y Arizona (12), mientras que el presidente no aparece en cabeza en ninguno de los territorios que entonces se inclinaron por Clinton. Hace cuatro años, Trump derrotó a la ex primera dama por 306 votos electorales a 232. Si Biden consigue arrebatar 38 a su contrincante habrá ganado las elecciones. Según las encuestas, la combinación más probable es Pensilvania+Michigan+Wisconsin. Por eso todas las miradas estarán en esos Estados en las próximas horas, especialmente en el primero, pues es el que más votos electorales aporta de los tres y en el que la diferencia en las encuestas es más estrecha. 

El voto por correo. El número de estadounidenses que ha elegido esta opción ha alcanzado cifras récord debido al coronavirus. La cuestión es si el Servicio Postal y los Estados serán capaces de gestionar tal avalancha de votos y si estos llegarán a tiempo para el recuento. Al mando del multimillonario Luis DeJoy, uno de los mayores donantes de la campaña de Trump, el Servicio Postal ha sufrido cuantiosos recortes en los últimos meses. Para los demócratas, ha sido un intento deliberado de desincentivar la participación electoral y de sembrar dudas sobre la legitimidad de los resultados. El propio Trump ha ido allanando el terreno al afirmar que el voto por correo va a ser "el mayor fraude electoral de la historia". Y es que las encuestas indican que el voto por correo es mucho más popular entre los partidarios de Biden que entre los de Trump.

Elecciones legislativas. El 3 de noviembre se renuevan también todos los escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. En 2018 los demócratas arrebataron la mayoría a los republicanos en la Cámara y ahora buscan hacer lo mismo en el Senado. Para conseguirlo, necesitan una ganancia neta de tres escaños y que su candidato llegue a la Casa Blanca (la vicepresidenta Harris ejercería su voto de calidad en caso de empate en las votaciones) o lograr cuatro nuevos asientos. Si así fuera —y si los demócratas conservan la mayoría en la Cámara de Representantes, como dan por seguro las encuestas—, el partido controlaría por completo el poder Ejecutivo y el Legislativo. Estaríamos ante un vuelco histórico, pues hace solo dos años la situación era la opuesta. 

La pandemia. EE UU se acerca a los 10 millones de contagiados y el número de fallecidos a causa del coronavirus ha superado ya los 230.000. La media de muertos ronda los 1.000 diarios. Los sondeos muestran que la mayoría de los estadounidenses, el 56%, desaprueban la gestión de la pandemia por parte del presidente, que ha minusvalorado desde el principio el peligro del virus, ha desoído repetidamente las recomendaciones de los expertos y asegura falsamente que su avance se está frenando. Su actitud podría costarle el apoyo en las urnas de los mayores de 65 años, sin los cuales no puede ganar las elecciones. Trump superó a Clinton por nueve puntos porcentuales entre ese grupo de edad hace cuatro años, pero los sondeos apuntan que esta vez puede ser muy distinto. El presidente llegó a asegurar durante el verano que el país contaría con una vacuna para el día de las elecciones, aunque los expertos advertían de que no habrá remedio que pueda comenzar a administrarse masivamente hasta bien entrado el año que viene. En uno de sus últimos mítines de la campaña llegó a asegurar que los médicos estadounidenses ganan más dinero con cada muerto por coronavirus.

La economía. A pesar de los estragos causados por la pandemia en la economía, incluyendo la destrucción de millones de puestos de trabajo y el cierre masivo de empresas, esta es la única asignatura en la que los votantes aprueban (por poco) al presidente. No es un asunto menor: la historia muestra que la economía es un factor determinante a la hora de elegir al inquilino de la Casa Blanca.

La injerencia rusa. Lo dijo el 17 de septiembre el director del FBI, Christopher Wray, ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes: Rusia está diseminando noticias falsas en las redes sociales con la intención de socavar la campaña de Biden y minar la confianza de los estadounidenses en los resultados electorales. Varias investigaciones llevadas a cabo en los últimos cuatro años por los servicios de Inteligencia de EE UU desvelaron que Rusia interfirió en la campaña electoral de 2016 para desacreditar a Clinton y facilitar la victoria de Trump. El fiscal especial Robert Mueller concluyó que la campaña del hoy presidente se benefició de estas operaciones, pero no encontró pruebas de que hubiera colaboración con el Gobierno ruso.

El racismo. La violencia policial contra ciudadanos de raza negra ha puesto en primer plano la cuestión racial. El movimiento Black Lives Matter ha protagonizado las movilizaciones más multitudinarias desde la década de 1960, que han contado con el apoyo de estrellas del deporte, artistas y numerosos ciudadanos de todas las razas. En un intento de sembrar el miedo entre la población blanca, Trump ha intentado identificar a los manifestantes con agentes violentos de ultraizquierda dispuestos a destruir el país. Los estadounidenses de origen africano, que votan mayoritariamente por los demócratas, suponen en torno al 15% del electorado en los Estados decisivos. Biden necesita una participación de los votantes negros tan alta como la que aupó a Obama en 2008 y 2012 para compensar la ventaja que Trump tiene entre el electorado blanco. Si lo consigue, estará muy cerca del triunfo.

El voto femenino. Las encuestas muestran que Biden es el candidato a la presidencia con mayor apoyo femenino en la historia. El enorme rechazo que Trump suscita entre la mayoría de las mujeres estadounidenses —sin importar edad, raza o clase social— es significativamente superior a la popularidad de Trump entre los hombres, especialmente entre aquellos con escasa formación. La versión desfasada de la masculinidad exhibida por el presidente contrasta con la empatía y tono conciliador de su rival demócrata. Si Trump sale derrotado, las mujeres habrán sido las responsables.

La noche electoral. Va a ser un recuento atípico debido al alto número de votos por correo. Algunos Estados pueden tardar días en contar todos los sufragios emitidos por esa vía, lo que significa que es muy probable que no declaren un ganador la noche del 3 de noviembre. Solo una victoria clara de Biden podría despejar las dudas rápidamente y evitar el caos. En caso contrario, cabe la posibilidad de que se repita en varios territorios lo sucedido en el año 2000, cuando el empate en Florida llegó hasta el Tribunal Supremo. Este acabó certificando la victoria de George W. Bush sobre Al Gore por solo 537 votos. Trump ya ha avisado de que pondrá a trabajar a sus abogados si sale derrotado en las urnas. La elección de la persona más poderosa del mundo podría quedar, de nuevo, en mano de los jueces.