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El coronavirus ha venido para quedarse

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Han sido dos jarros de agua fría casi simultáneos. La OMS dejó ayer claro que el coronavirus puede “no irse nunca”, al tiempo que una encuesta efectuada a más de 60.000 personas ponía en evidencia que solo el 5% de los españoles ha estado en contacto con el patógeno y ha desarrollado inmunidad. El espejismo de que la enfermedad está a punto de ser sometida ha sido fulminado. En palabras recientes de Angela Merkel: “No estamos al final de la pandemia, estamos al principio”.

Myke Ryan, el director del programa de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud, considera que el SARS-CoV-2 puede convertirse en un virus endémico con el que tengamos que convivir. Eso puede ser así incluso si se logra una vacuna efectiva, como sucede con otras muchas enfermedades infecciosas. Y puso el ejemplo del sarampión, que sigue produciendo contagios en algunos países pese a las vacunaciones sistemáticas. De hecho, el de la viruela es el único virus causante de una enfermedad en humanos que ha sido erradicado.

Con estas declaraciones, Ryan pretendía acabar con las especulaciones sobre el final de la pandemia en año o año y medio, en cuanto sea posible disponer de una vacuna efectiva. “Creo que es importante que seamos realistas y no me parece que nadie pueda predecir cuándo desaparecerá la enfermedad”. Subrayó, eso sí, que se puede perfectamente convivir con ella. Recordó que el VIH, el virus causante del sida, no ha desaparecido, pero se han desarrollado métodos de prevención y terapias que han permitido que “no sea tan temido como antes”.

Casi al mismo tiempo que Ryan, desde Ginebra, consideraba por primera vez que la covid-19 podía convertirse en endémica, se presentaba en Madrid el estudio de seroprevalencia del coronavirus, cuya cifra más significativa es que solo el 5% de los habitantes de España ha desarrollado una respuesta inmune, lo que significa que el 95% de españoles puede ser atacado por el virus. Un trabajo similar dado a concer la semana pasada concluyó que el 20% de los neoyorquinos están ya inmunizados, lo que había generado la expectativa de que podían también estarlo un porcentaje alto de españoles. Ese 5% es provisional (basado en test rápidos) y puede ser mayor cuando se conozcan las pruebas de laboratorio, pero la cifra definitiva no modificará sustancialmente la situación.

El porcentaje del 5% supone que unos 2,3 millones de españoles han sido infectados, lo que comporta (hay más de 27.000 fallecidos) que la letalidad del coronavirus es algo superior al 1%, diez veces más alta que la de la gripe común. Se trata, por tanto, de una enfermedad grave. De todos los encuestados contagiados, uno de cada tres aseguró que no había notado síntoma alguno de la enfermedad.

Este último dato, sumado al hecho de que los que sí muestran síntomas pueden contagiar antes de toser o tener fiebre, hace muy peligroso al virus. Según un estudio efectuado por investigadores de la Universidad de Oxford, hasta un 50% de los contagios los causan personas sin síntomas. Sacarlas de las calles para que no contagien es el gran reto que afrontan desde enero los sistemas sanitarios.

Tanto los asintomáticos como los presintomáticos han desaparecido en España de los espacios públicos durante el confinamiento, pero a costa de que muchos millones de personas no contagiadas se quedaran también en casa. De lo que se trata ahora es de que solo sean aislados los efectivamente infectados, para que todos los demás ciudadanos puedan hacer vida más o menos normal. Como se está repitiendo estos días, eso se logra detectando a los enfermos en cuanto presentan los primeros síntomas y, una vez comprobado mediante un test que alguien está contagiado, buscando a todos sus contactos de los últimos días para aislarlos y hacerles también el test.

También se está repitiendo que para testar y rastrear con eficacia se ha de reforzar la atención primaria. El problema está en que para ese reforzamiento, que corresponde a cada una de las comunidades autónomas, apenas se están haciendo contrataciones efectivas de personas que se dediquen al rastreo de contactos. Y cuando algún responsable ha hablado del tema se ha referido a unos centenares de contratos, cuando se van a necesitar miles. Los cálculos más moderados los cifran en unos 10.000 para toda España, mientras que si se aplican estándares internacionales, se sitúan entre 10.000 y 20.000, aunque si uno se fija en los países asiáticos la cifra de 40.000 no sería descabellada.

Lo que es obvio es que una atención primaria castigada por los recortes de los últimos años no puede hacer frente a la situación con ciertas gaantías de éxito sin miles de contrataciones. Y lo mismo cabe decir del conjunto del sistema sanitario, porque durante meses se tendrá que seguir atendiendo a los enfermos de cualquier otra enfermedad más los añadidos de covid. Solo para ponerse al día con los pacientes no atendidos durante los dos meses del brote epidémico ya es necesaria una inversion importante.

Reforzar el sistema sanitario es algo que debe ser inmediato, no un bonito proyecto de futuro, porque el virus sigue aquí y ha venido para quedarse. Si ahora mismo no se invierte todo lo necesario en test, rastreadores, enfermeras, médicos, auxiliares y material de todo tipo no se podrá combatir la enfermedad con un mínimo de garantías y ya hemos comprobado lo que eso significa. En estos momentos es difícil entrever una inversión más rentable que el gasto en sanidad.

La primera oleada de la pandemia se ha parado, pero nadie duda de que vendrán más. Y uno de esos próximos rebrotes puede coincidir perfectamente con la epidemia de gripe, que invierno tras invierno pone a prueba la capacidad de los hospitales. Hay tiempo para reforzarse y evitar otro confinamiento masivo, pero no mucho.