El gran peligro del populismo
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es pensar que existen soluciones fáciles a problemas económicos muy complejos
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el auge del populismo: pensar que los tremendos problemas que afrontan las sociedades occidentales, cuando la globalización financiera ha hecho añicos las bases sobre las que se construyó el modelo del Estado del bienestar, tienen una solución clara y hasta sencilla.
En toda Europa proliferan los populismos y España es quizá uno de los lugares en que se expresan con más fuerza. Sólo hay que echar un vistazo a las recientes propuestas lanzadas por el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), que agrupa a las 18 grandes multinacionales españolas: asegura sin ruborizarse que si profundizamos los ajustes -sugieren otro hachazo de 30.000 millones- y se adelgaza el sector público con nuevas privatizaciones se crearán nada menos que 2,3 millones de puestos de trabajo en sólo tres años y que la tasa de paro bajará del 24% actual al 10% en 2018.
¡Magia potagia!
Y luego hablan del "populismo" de Podemos.
El hecho de que el portavoz de este programa tan populista de las grandes empresas sea César Alierta, presidente de una gran multinacional privatizada -y, por tanto, él mismo perceptor de un salario multimillonario que multiplica por 100 lo que cobraban sus antecesores cuando la misma empresa era pública-, debería añadir rubor a unas élites económicas acostumbradas a la impunidad total: casi todos los grandes medios comen de su mano y aplauden sus ocurrencias como si fueran brillantes aportaciones científicas, no importa cuán esperpénticas puedan llegar a ser.
Además, el plan-milagro de las grandes empresas no sale de la nada, sino que se presenta después de cuatro años de aplicación de las misma recetas, con resultados visibles para cualquiera. Desde el giro neoliberal de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010, forzado por la presión de los mercados y de la 'troika', la tasa de paro se ha encaramado por encima del 20%, hay dos millones de pobres más, la deuda pública se ha casi doblado, los ricos ganan más que nunca mientra el salario de los trabajadores y sus derechos retroceden y los servicios públicos se han deteriorado estrangulados por las penurias financieras.
Y ahora los "sabios" nos dicen que si se intensifica más aún este experimento, que dura ya cuatro largos años, nos ajustamos más aún el cinturón y ponemos a la venta bienes de todos para que ellos los compren a precio de saldo, entonces el paro se reducirá a la mitad en tres años.
El pecado del populismo es todavía más grave cuando se presenta en un contexto internacional en que todas las autoridades liberales que nuestros populistas tienen como gurús vienen advirtiéndonos de que el capitalismo anda metido en un laberinto que le impedirá crecer como antes y, sobre todo, generar puestos de trabajo de forma significativa en Occidente. Y que este tremendo marasmo va para largo. El lúcido y honesto pesimismo liberal lo expresan de forma muy tajante, entre otros, nada menos que Martin Wolf -responsable económico del 'Financial Times'-; Lawrence Summers, artífice del milagro económico de Bill Clinton y ahora convencido del "estancamiento secular" y hasta 'The Economist', que subraya una semana sí y otra también que las próximas décadas serán una máquina de destrucción de puestos de trabajo y de oficios en todos el mundo.
Son las mismas referencias liberales que se supone deberían leer César Alierta y sus respetabilísimos compinches populistas, que en cambio nos dicen que su plan crearía en España 2,3 millones de puestos de trabajo en tres años.
El populismo es sin duda uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Y en España, quizá más que en ningún lugar.