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Epidemia a la baja, hospitales al límite

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Después de que la semana pasada empezase a decrecer en España el número de nuevos infectados por el coronavirus, lo fundamental ha pasado a ser el reforzamiento del sistema sanitario para que pueda resistir las nuevas oleadas de enfermos graves. Luego se tendrá que ver cómo se afronta la compleja vuelta a la normalidad sin perder el control de la epidemia. La lucha será larga.

El momento actual de la epidemia del coronavirus en España es paradójico. El número de personas diariamente infectadas se va reduciendo, pero cuesta  fijarse en este detalle fundamental porque el número total de enfermos diagnosticados de covid-19 ha superado hoy los 100.000  y, sobre todo, porque el dramático aumento de hospitalizados en estado crítico y las más de 9.000 muertes no invitan al optimismo.

¿Para qué sirve que el Gobierno tome cada vez medidas más estrictas si los fallecimientos no dejan de aumentar? Un informe del británico Imperial College publicado el lunes responde a ello: el confinamiento masivo que empezó el 15 de marzo ha salvado 16.000 vidas. Esta es la cifra que  seconsidera más probable de una horquilla que va de 5.400 a 35.000. La paralización del país, que se ha hecho más drástica desde el lunes, está evitando muchas muertes, aunque lo que veamos en primer plano sea el dolor de las UCI y el constante aumento de los fallecidos.

Superada la prueba de la expansión exponencial del virus, se está llegando al momento decisivo y afrontando el gran reto: que el sistema sanitario no se venga abajo y pueda salvar el máximo posible de vidas. Las UCI de Madrid, las dos Castillas y Cataluña están al límite. La necesidad de poner en servicio nuevos respiradores, suministrar más sedantes para los enfermos que sufren y proporcionar los materiales necesarios para una buena atención es imperiosa. Igualmente será preciso incorporar médicos y personal sanitario para resistir durante semanas o meses.

El foco de máxima atención no puede ser otro que el reforzamiento del sistema sanitario por encima de cualquier consideración económica. Hay que ganar tiempo como sea para alejar el peligro del colapso sanitario. No es demasiado razonable plantear la disyuntiva de hospitales o fábricas, porque si los hospitales no aguantan y la situación llega a ser caótica, la economía podría resentirse aun más.

En paralelo al confinamiento es necesario incrementar los test a los enfermos con síntomas y, en cuanto sea posible, a su entorno, para elaborar así con la mayor precisión el mapa de la epidemia. Apoyado en aplicaciones de teléfono específicas y la geolocalización que aporta el móvil, un país como Corea del Sur está logrando mantener a raya la epidemia con una combinación de test y tecnología, sin llegar al confinamiento generalizado. 

Las pruebas masivas son un paso necesario para abordar la vuelta a la normalidad después de Semana Santa o más adelante, cuando esté comprobado que, de media, los infectados transmiten el virus a menos de una persona. Esta acción deberá ir acompañada del mantenimiento de las estrictas medidas de higiene pública y privada ya establecidas y probablemente por el uso generalizado de mascarillas fuera del hogar.

La vuelta a la normalidad será progresiva. Salir a la calle aunque sea sin formar grupos ya será un alivio, pero por el momento en que empezará a producirse (la segunda quincena de este mes o ya en mayo) tendría poco sentido reabrir escuelas y universidades. Las restricciones a los desplazamientos pueden durar bastante porque la pandemia lleva camino de empeorar en muchos otros países. La prohibición de las concentraciones masivas o los espectáculos no se levantarán de inmediato. Como se está viendo en China, la supresión de restricciones es un proceso lento. 

Con el virus circulando por todo el mundo no se podrá bajar la guardia durante muchos meses. Pero las restricciones que se han llevado a cabo son importantes porque, aunque a largo plazo se acabe infectado un porcentaje alto de la población, el control de la epidemia permitirá seguir ganando tiempo, en esa fase para que la industria farmacéutica pueda desarrollar medicamentos más eficaces contra la covid-19 y, sobre todo, una vacuna efectiva, que se prevé que tarde 12 o 18 meses. Igualmente, cuanto más tiempo se gane, más se podrá reforzar el sistema sanitario tanto en medios como en médicos, enfermeros y personal auxiliar, sometidos ahora a una enorme presión.

El informe ya citado del Imperial College considera que lo más probable es que estén infectados ya el 15% de los habitantes de España, unos 7 millones, y que la infección alcanza como mínimo a millón y medio, muy lejos de los 102.000 contabilizados oficialmente. La dimensión real alcanzada por la epidemia solo podrá conocerse cuando estén disponibles los test de detección de anticuerpos, que han empezado a ensayarse los últimos días. Las pruebas actuales detectan el virus y con ellas no se puede saber si alguien ha pasado la enfermedad sin presentar síntomas o solo con las molestias de un resfriado. Los nuevos test sí permitirán saber cuántas personas se han contagiado y están ya inmunizadas.

Aunque pueda parecer que ha pasado una eternidad, el confinamiento empezó hace solo dos semanas y media. Un periodo muy corto si se tiene en cuenta que el problema no es previsible que se resuelva hasta que una vacuna ayude a acabar con el virus, ya se verá si de manera definitiva.