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Explosión de precios en los productos alimentarios básicos

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Foto: Pablo Camarero Pérez / Flickr

Tras ocho años de relativa calma los precios de los productos alimentarios básicos vuelven a alborotarse. Desde el 30 de junio de 2020 hasta el 15 de enero de 2021 el maíz se ha incrementado un 57,03%, el trigo un 37,84% y la soja un 60,21%. El crecimiento se ha acelerado en diciembre y sobre todo en 2021. Los quince primeros días del año acaparan más de una cuarta parte del incremento. No se trata de un tema menor. Los cereales y la soja son los principales alimentos de la humanidad y su precio es crucial para la seguridad alimentaria mundial. 

Las causas

¿Qué está pasando? ¿Cuáles son las causas de estos desajustes? En general, los alimentos tienen una demanda inelástica. Son productos de primera necesidad a los que nadie puede renunciar. Ante modificaciones de la oferta los precios pueden sufrir respuestas desproporcionadas. Si a este hecho se añade que las reducciones de la oferta se producen con relativa frecuencia, por causas climáticas, sanitarias o plagas, la volatilidad de precios es el resultado esperable. 

En la actual campaña la cosecha de maíz ha registrado bajas productividades en Ucrania y Estados Unidos, y las cosechas de maíz y soja de Argentina se han visto afectadas por una sequía. Ambas circunstancias han influido en la oferta. En sentido opuesto, las cosechas futuras se prevé que sean buenas, según los informes de la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) y el USDA (Departamento de Agricultura de EEUU), aunque este último acaba de revisar a la baja las previsiones de producción mundial en 8 millones de toneladas, sobre las 2.722 previstas. 

Sin embargo, los factores de demanda, ligados al inesperado incremento de importaciones de cereales y soja por parte de China, parecen más determinantes en los actuales movimientos alcistas de precios. China, que es un  gran productor y consumidor de carne de cerdo, sufrió en los últimos años la peste porcina africana, lo que mermó de manera muy importante su capacidad productiva. Superada la peste, el censo porcino ha crecido un 27 % en el último año, según datos del Ministerio de Agricultura chino, lo que comporta un aumento importante del suministro de soja y cereales, la base de la alimentación de la ganadería intensiva.

Tampoco puede dejar de considerarse la pandemia de covid-19 como un vector de incertidumbre. En este contexto, la alimentación, en tanto que sector anticíclico, ofrece oportunidades como refugio financiero. Se trata de un factor meramente especulativo que aporta mayor volatilidad al mercado. 

Esos precios crecientes generan consecuencias defensivas que pueden acelerar la dinámica de círculo vicioso. Ya se han producido algunas reacciones en este sentido. En concreto, Argentina ha suspendido la exportación de maíz hasta el 1 de marzo y Rusia ha aplicado aranceles a la exportación de soja y trigo. Son medidas de países exportadores para evitar dificultades para atender la demanda interna. Pero son medidas que acentúan los temores y amplían la presión especulativa.

Consecuencias para la ganadería intensiva española

El incremento de precios de cereales y soja afecta directamente a la ganadería intensiva española. Este es el sistema ganadero predominante en España, sobretodo en Catalunya y Aragón. Este sector es la base de un importante cluster cárnico-ganadero asentado sobre una doble dependencia de la economía global. Por una parte depende de las importaciones de soja y cereales para la alimentación animal y, por la otra, depende de las exportaciones para dar salida a su alta y competitiva capacidad productiva. Respecto a las exportaciones, la China es el principal cliente, algo que la peste porcina en aquel país había propiciado. 

El nuevo escenario, por tanto, impacta doblemente en la ganadería intensiva española. Por una parte, el sector queda sumergido en una coyuntura de precios altos de materias primas y, por otra, obtiene precios bajos del producto final, de la carne o elaborados cárnicos. China ha limitado ya sus importaciones de Alemania con el argumento de que hay en ese país peste porcina en jabalíes. Ello ha desplazado la oferta alemana al mercado europeo, con la lógica consecuencia en precios bajos, que han puesto fin a un dilatado periodo de (metafóricamente) vacas gordas. Tal como informa SIP Consultors, el sector porcino ha entrado en diciembre de 2020 en márgenes negativos después de 21 meses de márgenes positivos. 

Consecuencias para la seguridad alimentaria mundial

Las consecuencias más graves de la subida de los precios de los alimentos básicos pueden producirse en los frágiles equilibrios de la seguridad alimentaria mundial. La demanda crece de manera sostenida pero la oferta, debido sobre todo a variables climáticas, no siempre logra un buen ajuste. Ante caídas de stocks o estimaciones de malas cosechas, la espiral especulativa se pone en marcha en el mercado de futuros. 

El gráfico muestra la evolución del índice de precios alimentarios de la FAO para los cereales y las oleaginosas. En él se puede observar las tres burbujas especulativas en el mercado de cereales en 2007, 2010 y 2012. El gráfico finaliza en diciembre 2020, con la expectativa de una cuarta burbuja. 

 

Los mercados de futuros y la especulación

Las tres burbujas de los alimentos básicos de 2007, 2010 y 2012 han tenido causas de fondo, pero los mercados de futuros han propiciado la explosión especulativa y la gravedad de sus consecuencias. Por ejemplo, la burbuja de 2007, motivada por el impulso de los agrocarburantes, desplazó el índice de la FAO sobre el precio de los cereales de cerca de 100 a 268. La gravedad del tema mereció que Olivier de Shutter, relator de la ONU sobre el derecho a la alimentación, declarara que los agrocarburantes eran un crimen contra la humanidad. La burbuja de 2010 partió de una ola de calor en Rusia que afectó seriamente a su cosecha de trigo. Tras ello el precio del pan se duplicó. Ese encarecimiento fue la chispa de varias revueltas en el Norte de África. "Pan y libertad" fue el grito de las manifestaciones en Túnez y Egipto. La burbuja de 2012 tuvo como causa de fondo una fuerte sequía en el Medio Oeste de Estados Unidos.  

Otra observación que merece una reflexión es que las tres burbujas tuvieron como detonante causas relacionadas indirectamente (agrocarburantes) o directamente (calor y sequía) con el cambio climático. La hipotética burbuja  de 2021 nace a partir de una mezcla de desarreglos en temas sanitarios (peste porcina y covid) y climáticos (cosechas reducidas). La naturaleza parece que esté advirtiendo de nuestra fragilidad y de la necesidad de cambiar.

El factor especulativo y el rol que juegan los mercados de futuros en la desestabilización de los mercados agrarios es un tema que se debería abordar seriamente. Los mercados de futuros, contradiciendo su razón de ser, se han convertido en la mejor fábrica de expectativas con finalidad especulativa. Su regulación sigue siendo una asignatura pendiente. No tiene sentido que el lucro de una minoría pueda repercutir en algo tan esencial como el derecho a la alimentación de millones de personas. 

* Francesc Reguant es presidente de la Comisión de Economía Agroalimentaria del Colegio de Economistas de Catalunya.