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La covid-19 deja a veces secuelas en el corazón y el cerebro

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Las secuelas en órganos vitales que experimentan pacientes de la covid-19 tras permanecer en situación crítica durante varias semanas son objeto de estudio en hospitales de todo el mundo. Una vez superada la infección, no solo los pulmones, sino también el corazón,  el cerebro o los riñones de algunos enfermos presentan alteraciones específicas graves. Estas son a veces consecuencia de la afección respiratoria inicial y su tratamiento, pero en otras ocasiones se deben al ataque directo del virus a órganos distintos de los pulmones.

He aquí algunos datos. Los enfermos que permanecen en la UCI durante más de nueve días (que en muchos casos llegan a ser 15 o 20) sujetos a un respirador mecánico que suple a los pulmones pueden sufrir, no solo de forma inmediata, déficits cognitivos, como son desorientación o una pérdida de memoria similar a la que causa una demencia, indica un estudio británico difundido el pasado 4 de abril y recogido por The Wall Street Journal. 

Esto sería consecuencia de la prolongada escasez de oxígeno en la sangre y, por tanto, en el cerebro, y de la sedación intensa a que son sometidos los pacientes mientras permanecen en la UCI. La supervivencia de estos enfermos es inferior a la esperable. Hasta un 67% de los primeros pacientes de la covid-19 que precisaron una larga dependencia de un respirador artificial en hospitales británicos fallecieron poco después, indica WSJ, frente al 36% de quienes mueren en esas circunstancias tras sufrir una neumonía vírica distinta de la covid-19.

La sensación de ahogo que experimentan los enfermos, que motiva su ingreso en la UCI y el apoyo de un respirador, se debe al rápido proceso destructivo de los pulmones en presencia del virus, una vez  este se ha abierto paso por la garganta y los bronquios. El virus afecta a los alveolos en los que se produce el intercambio del dióxido de carbono por el oxígeno. Provoca igualmente una inflamación que, en pocas horas, impedirá la entrada de aire. En ocasiones, la respuesta inflamatoria del sistema inmunológico a la infección de los pulmones es desproporcionada y contribuye a empeorar el estado del enfermo, que muchas veces muere.

Entre los que superan el trance, sus pulmones no siempre salen indemnes. Hasta un 20% de los pacientes que han superado la enfermedad tras precisar ayuda mecánica para respirar sufre una fibrosis pulmonar, unas cicatrizaciones del tejido alveolar que conducen a una disminución en la función pulmonar superior al 15%. Es una apreciable insuficiencia respiratoria que tiene como síntoma más evidente la fatiga. 

El corazón es otro de los órganos que sufre cambios patológicos tras el paso del SARS-CoV-2, y no solo como efecto de lo que ocurre en los pulmones sino por la acción que el mismo virus ejerce en el músculo cardiaco. Un estudio efectuado con pacientes de  Wuhan concluye que uno de cada cinco enfermos de covid-19 sufre secuelas cardiacas. En el corazón, ha indicado el doctor Ángel Cequier, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), el virus puede causar una inflamación del miocardio, el músculo encargado de bombear la sangre. Se trata de una miocarditis similar a la que muestra quien está sufriendo un infarto, pero sin afectación coronaria que la desencadene. De forma indirecta, esa inflamación podría provocar un desprendimiento de placas de colesterol acumuladas en las arterias, explica Cequier, y conducir a un verdadero infarto de miocardio.

Un tercer motivo de la afectación cardiaca se encuentra en el aludido déficit constante de oxígeno que llega a la sangre, lo que da lugar, para compensarlo, a un exagerado bombeo sanguíneo del corazón, que este en ocasiones no puede soportar. Eso sucede sobre todo en pacientes que sufrían una enfermedad cardiovascular o diabetes previas.

Los riñones también son alterados por la presencia del virus. El Ministerio de Sanidad ha cifrado en un 0,7% la proporción de enfermos de covid-19 que desarrolla insuficiencia renal, pero otros estudios elevan esa cifra a entre un 0,5% y un 7%. La Sociedad Española de Nefrología está realizando una investigación al respecto, a partir de miles de pacientes atendidos en hospitales españoles.