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Lógica comunitaria, la gran olvidada

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La lógica comunitaria no puede ser más lógica. Literalmente dice que cuando una comunidad se enfrenta a un problema, la solución debe afectar a todos por igual. Esto es, si hay que hacer sacrificios, deben repartirse entre todos, ya que el beneficio de solucionar el problema será para todas las personas de la comunidad. Si se nos permite la reiteración, es una lógica tan lógica que no admite color ni partido.

Este cronista escucha en Catalunya Radio que el 20% de la restauración de Girona ha cerrado definitivamente y que el pequeño comercio sigue la misma línea. Un par de taxistas, le dicen que la reducción de ingresos sobre el año 2019 es del 60-70%, o sea que facturan solo el 30-40% de lo hecho en aquel año. No sé si algún lector ha estado o conoce a alguien en ERTE. Este cronista sí, a su hijo. Como empleado, su reducción de ingresos ha sido cercana al 50%.

En el otro extremo, la tasa de ahorro en España ha batido todos los récords. En 2020 fue del 14,8%, que es el dato más alto desde que se inició la serie en 1999. En plena pandemia, muchas personas no solo no han sufrido ningún estrago económico, sino que han ahorrado. Son las que trabajan en sectores que no se han visto afectados, como por ejemplo la alimentación, o trabajan para el Estado en cualquiera de sus múltiples formas. Tampoco se han visto afectadas si son pensionistas.

Resulta evidente que detener la pandemia pertenece a la esfera del bien común. Todos nos beneficiamos de eso, pero parece evidente que el gasto solo lo han pagado unos (en euros), mientras otros también la han sufrido, pero, justamente, no han pagado de forma directa ni un euro por luchar contra ella. 

Este cronista trata de entender cómo ha podido darse tan flagrante injusticia, que además solo es denunciada por los que la padecen. Si es que están suficientemente organizados para hacerlo, como lo está la restauración.

Resulta más que evidente que en la pandemia se han cruzado dos lógicas, la sanitaria y la económica. Al encontrarse y casi de forma inmediata, estas dos lógicas se han enzarzado en un combate descarado por imponerse. Esto es, han competido, no han colaborado. Es evidente que la moralidad está con la sanitaria, salvar vidas, pero la económica apunta que ella también pretende evitar desastres, de todo tipo, en el plano material para las personas afectadasA partir de aquí no ha habido otra que tomar partido. Seguro que muchos responsables gubernamentales han tratado de hacer unos más que difíciles equilibrios. Pero de fondo, ha habido que tomar partido. Sabemos quién ha ganado, la lógica sanitaria, y por tanto, ha perdido la lógica económica. 

Curiosamente estas dos lógicas, incluso la que quiere salvar vidas, no han hecho otra cosa que dejarse llevar por el paradigma social imperante, que no es otro que el de la competición. Quizás en algún lugar concreto, personas también concretas, hayan ensayado una colaboración entre las dos lógicas, pero a simple vista y a gran escala no parece que haya sido así.

Cuando el paradigma es la competición, se compite. La colaboración no lo tiene fácil para aparecer.

En alguna de estas crónicas se ha señalado que la magnitud de la pandemia es más que colosal. Con todo, la lógica comunitaria ha sido la gran olvidada ¿Realmente no era posible arbitrar una solución, que hiciera que todos los ciudadanos asumieran su parte en el coste de la lucha contra la pandemia? Se puede afirmar que se ha intentado paliar la situación de los afectados. Es el conocido recurso del subsidio. Dado que el Estado no puede evitar una situación, trata de acercar algún remedio, a sabiendas de que esa compensación suele resultar escasa.

Ha faltado cultura realmente orientada al bien común, capaz de intentar que lo que necesariamente tiene que ser duro, lo sea para todos. No están en cuestión, naturalmente, ni el confinamiento ni las medidas adicionales. En ese sentido la superioridad de la lógica sanitaria es más que evidente y hay que seguir su consejo. Pero no se puede llevar a una parte de la población a una situación límite (o más allá), mientras otra parte sale indemne (y hay que volver a repetir que nadie sale indemne de la covid-19, esta crónica no se refiere a la enfermedad, en absoluto).

Quizás hubiera sido posible un diálogo constructivo entre las dos lógicas, mientras que quizás también se hubiera podido implantar un principio central: que las consecuencias sean para todos los ciudadanos. Renunciando a un imposible "por igual", pero no a que lo fuera, al menos, de forma aproximada.

El bien común, afortunadamente va apareciendo en nuestras conversaciones, pero es probable que debamos seguir aprendiendo sobre él. El bien común no se basa en el bien de tan solo unos (aunque sean la mayoría). El bien común se orienta a todos los miembros de la comunidad. De lo contrario, es evidente que no es eso: común. 

Este artículo se publica también en https://www.blogdemariamoreno.com/