Más de 3.000 millones de humanos confinados
Casi 3.400 millones de personas se encuentran confinadas, según un recuento efectuado ayer, 29 de marzo, por France Presse. Son casi la mitad de la población de la Tierra, que está a punto de alcanzar los 7.800 millones. Naturalmente los grados de confinamiento son diversos pero en general podemos afirmar que todas esas personas se encuentran sujetas a una acción común, con una etiqueta única y concreta: "confinamiento". Hasta ahora la acción conjunta de una ingente cantidad de personas parecía reservada a las enormes audiencias televisivas, a menudo deportivas, aunque algunas fuentes sitúan como máximos históricos los funerales de Michael Jackson y Lady Di. En cualquier caso, es un hecho que se está desarrollando una gigantesca e inesperada acción conjunta por parte de un número de personas sin precedentes. Si preguntamos con qué fin se produce, la respuesta es directa: el confinamiento se dicta con el fin de evitar la interacción social, que es el medio de contagio del coronavirus.
Para muchas personas ahí se acaba la cuestión. Sin embargo, la magnitud de lo que ocurre, sus casi infinitas ramificaciones, están invitando a otros a considerar que la cuestión, justamente, empieza ahí.
Probablemente podemos afirmar que escapa al intelecto humano la plena comprensión de un fenómeno tan vasto como el que vivimos. Pero sí podemos anotar algo de lo que alcanzamos a ver. Casi la mitad de la humanidad hace algo realmente parecido a la vez. Añadimos que se nos dice que la comunidad científica ha alcanzado, en su lucha contra el virus, una unidad de acción planetaria desconocida hasta el momento. El diario El País ha publicado una entrevista con el filósofo y jurista italiano Luigi Ferrajoli, que está impulsando la instauración de una "Constitución de la Tierra" que instituya una esfera pública internacional a la altura de los desafíos globales y, en particular, funciones e instituciones supranacionales de garantía de los derechos humanos y de la paz. Al mismo tiempo vemos cómo los gobiernos piensan y actúan local, pero no globalmente. Son incapaces de ponerse de acuerdo incluso en un terreno tan abonado como parece ser la Unión Europea. Son incapaces de superar la oscura sombra de su propia estampa.
Cuando todo haya pasado. Cuando volvamos a la normalidad ¿Qué demostrará haber sobrado en esta crisis? ¿La humanidad haciendo algo a la vez? ¿La comunidad científica unida globalmente? ¿La "Constitución de la Tierra" y su evidente necesidad? ¿Los gobiernos que demuestran su firme y obstinada creencia de que, pase lo que pase, el centro del mundo es su propio ombligo?
Por supuesto, es tiempo de cerrar filas, de disciplinado acatamiento. Pero quizá podamos ser muchos los que observemos y, desde nuestras propias conclusiones, empecemos a considerar, sin fantasías, qué debe suceder en el fin del confinamiento. Cómo vamos a poder saludar lo nuevo que nos trae la situación y enviar definitivamente al cajón de la historia lo que demuestra su obsolescencia, lo que ya, como Humanidad, no nos sirve.
Texto compartido con el blog de Marià Moreno - goo.gl/G44teY