Te quedan 0 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Qué esperar de la presidencia de Biden

Comparte

Fotografía
Matt Johnson

Origen
Flickr

Joe Biden pretende dar un giro de 180 grados a la gestión de Donald Trump, pero no lo va a tener fácil. Todo indica que sus rivales republicanos van a conservar la mayoría absoluta en el Senado, lo que le obligará a librar una durísima batalla para sacar adelante su agenda en materia de economía, sanidad, educación y política exterior. Biden deberá desplegar sus dotes de hábil negociador —labradas durante tres décadas como senador y ocho años como vicepresidente— para rebajar la tensión y restablecer un clima de colaboración entre los poderes ejecutivo y legislativo. 

El ambiente de crispación y polarización que su contrincante le deja en herencia no es precisamente el más propicio, pues las heridas abiertas en estos últimos cuatro años son muchas y profundas. Lo logre o no, la actitud serena que el candidato demócrata ha mostrado en las últimas horas muestra que su intención es devolver a la presidencia de EE UU la dignidad perdida y desterrar el uso de la mentira y el insulto como herramientas políticas.

 

Lucha contra el virus

La primera tarea del nuevo inquilino de la Casa Blanca, cuya toma de posesión está prevista para el 20 de enero, será frenar el avance del coronavirus, que está fuera de control en muchas zonas del país. EE UU está a punto de alcanzar los 10 millones de casos positivos y los 250.000 muertos. Cada día, la covid-19 acaba con la vida de más de 1.000 personas y el número de contagios diarios supera los 100.000. Biden ha prometido seguir las directrices que marcan los científicos liderados por Anthony Fauci, denostado por Trump. Con su enorme capacidad de investigación y la envergadura de sus laboratorios farmacéuticos, EE UU es un país clave en la búsqueda de una vacuna o de un tratamiento que ponga fin a la pesadilla.

Biden se opone a la idea de confinar de nuevo en casa a los estadounidenses, pero es partidario del uso generalizado de mascarillas y de que los estados y los ayuntamientos no relajen las medidas de prevención hasta que el virus esté bajo control. En su opinión, esa estrategia acabará siendo a la larga mejor para la economía.

 

Reavivar la economía

Al mismo tiempo que gestiona la lucha contra la pandemia, Biden deberá ponerse al frente de la reactivación económica necesaria para sacar al país de la peor recesión desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. El principal objetivo del veterano líder demócrata en materia económica es volver cuanto antes al pleno empleo. Hasta el momento solo se han recuperado 11 de los 22 millones de puestos de trabajo perdidos desde el inicio de la pandemia. Para conseguirlo, su Gobierno pondrá en marcha una política económica de inspiración keynesiana y socialdemócrata, con subidas de impuestos a los más ricos y a las grandes empresas con las que financiar la modernización de las infraestructuras, avanzar en la transición hacia la economía verde, abaratar el coste de la vivienda, fortalecer la sanidad pública y mejorar la educación.

La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, ha puesto sobre la mesa un segundo plan de reactivación de 2 billones de dólares que incluye pagos directos a las familias más castigadas por la crisis, préstamos a pequeñas empresas y fondos destinados a aumentar el número de test de coronavirus. La mayoría republicana en el Senado, liderada por el halcón Mitch McConnell, recién reelegido, lo ha bloqueado. Los republicanos, que representan tradicionalmente los intereses de los ciudadanos más adinerados y las grandes corporaciones, rechazan un aumento tan considerable del gasto público y se oponen a cualquier subida de impuestos. Su plan alternativo ronda los 500.000 millones, una cuarta parte del demócrata.

Biden pretende subir los impuestos y eliminar deducciones a quienes ganen más de 400.000 dólares anuales y volver al régimen fiscal vigente antes de los recortes aprobados a iniciativa de Trump. Entre otras medidas, el demócrata también defiende un incremento de los impuestos a los beneficios del capital superiores a un millón de dólares y de una subida del impuesto de sociedades del 21% al 28%. Según cálculos del Tax Policy Center, un instituto de investigación independiente, la recaudación fiscal aumentaría en 4 billones de dólares durante la década que está a punto de comenzar si entrara en vigor la reforma propugnada por Biden.

Además de lidiar con un Senado hostil, el nuevo presidente también tendrá enfrente a una administración de justicia cada vez más conservadora. En cuatro años, Trump ha nombrado a una cuarta parte de los jueces federales, la mayoría de ellos partidarios de una mayor desregulación económica beneficiosa para las grandes empresas. El reciente nombramiento de Amy Comey Barret ha dejado al Tribunal Supremo con una mayoría conservadora de 6 a 3.

 

Fin del unilateralismo

Las diferencias entre Biden y Trump también son enormes en política exterior. Siguiendo su lema "América First" (EE UU primero), el presidente saliente ha antagonizado a buena parte de sus aliados tradicionales y ha dado la espalda a la mayoría de los organismos internacionales. Se espera que el demócrata, forjado políticamente en el tramo final de la Guerra Fría, ponga fin al unilateralismo de su predecesor, pilote el regreso del país al orden mundial establecido tras la II Guerra Mundial y recomponga las relaciones de EE UU con la Unión Europea. Biden es partidario de que su país se reincorpore a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas y que vuelva a desempeñar un papel activo en la OTAN, después de que Trump haya amenazado con abandonar la organización. 

Su llegada a la presidencia será muy bien acogida por buena parte de la comunidad internacional, que a buen seguro mostrará una mayor disposición a colaborar con él que con su antecesor. La actitud de Vladimir Putin, que ha mantenido excelentes relaciones con Trump, puede ser una excepción. Está por ver también cómo cambiará la relación de EE UU con China tras la guerra comercial declarada por Trump y la creciente asertividad que muestra el presidente Xi Jinping en materia de política exterior. Biden ha expresado su deseo de volver a la mesa de negociación con Irán en materia nuclear, después de que el magnate neoyorquino decidiera abandonar el acuerdo internacional firmado en 2015.