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Septiembre: la hora de la política

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Toda Europa debería estar pendiente de un pequeño país que se ha citado a las urnas

Septiembre llega con una fecha muy importante que debería estar marcada en rojo, al menos en el calendario de los progresistas de Europa.

No es el día 11, Diada Nacional de Catalunya, ni el 18, fecha del referéndum sobre la independencia escocesa; por mucho que nuestras izquierdas sigan correteando tras el balón dentro de un terreno de juego que han definido sus rivales, construido en torno al eje nacionalista.

La fecha clave de septiembre que debería concentrar las miradas de todos los europeos preocupados por el futuro del Estado del bienestar está en medio y casi nadie habla de ello: el 14 de septiembre hay elecciones en Suecia y todas las encuestas prevén un regreso de la izquierda al poder tras casi una década de gobierno conservador en el gran símbolo histórico de la socialdemocracia y baluarte del Estado del bienestar.

Un elector ejerce su derecho al voto. FOTO: Rama
Un elector ejerce su derecho al voto. FOTO: Rama

Las elecciones suecas son especialmente importantes para los que aún creen que la política tiene algún margen de maniobra en la era de la globalización financiera, pese a la decepción enorme que en este sentido ha supuesto la gestión de François Hollande en Francia. Las bases que permitían el viejo Estado del bienestar han sido tan salvajemente erosionadas por la globalización neoliberal que la impotencia de la política empieza a ser, tras el fracaso de Hollande, manifiesta: si ni siquiera desde Francia, la segunda potencia europea, se puede hacer nada, entonces: ¿apaga y vámonos?

La última esperanza puede ser Suecia, fuera del euro y, por tanto, menos sujeta al Diktat del Gobierno alemán de Angela Merkel y su socialdemócrata ministro de Economía. Suecia es una de las capitales históricas de la socialdemocracia y ahora que la globalización neoliberal parece haber cantado jaque mate a una tradición política que se ha quedado sin brújula, los comicios del día 14 son el escenario ideal para ver si todavía conserva el pulso.

Por si no fueran suficientes motivos para fijarse atentamente en estas elecciones que van mucho más allá de Suecia –nada menos que el margen de maniobra de la política y la viabilidad de la socialdemocracia-, los comicios son también un laboratorio para la relación  entre las izquierdas: la socialdemocracia puede volver al poder de la mano de un candidato sindicalista metalúrgico, Stefan Löfven, pero no como antaño, sino que deberá elegir entre la ‘gran coalición’ a la alemana y un gobierno de la izquierda plural, con peso creciente de fuerzas verdes y alternativas.

Y todavía hay otro elemento que otorga carácter excepcional al 14 de septiembre: el programa con el que los socialdemócratas se presentan a las elecciones para ganarlas incluye sin ambages la subida de impuestos para mantener el Estado del bienestar.

Según la OCDE, Suecia recauda en impuestos el equivalente al 44% de su Producto Interior Bruto (PIB) y es por ello que tiene el Estado del bienestar que tiene. España ronda apenas el 33%. Pese a ello, la izquierda sueca se presenta a los comicios con la promesa de subir los impuestos, mientras que en España cree que sólo puede ganar compitiendo en rebajas fisacales.

El 11 de agosto, el Financial Times publicaba una entrevista con la socialdemócrata Magdalena Andersson, “probable ministra de Economía” si ganan las izquierdas. Decía: “Nuestro camino es aumentar los impuestos ahora para poder  afrontar algunos gastos muy necesarios, pero tampoco vemos ninguna necesidad de recortar impuestos en el futuro, sino más bien de aumentar la inversión del sector público”.

¿Se imaginan una declaración así, a las puertas de las elecciones, en España (y Catalunya)?

La gran diferencia es que en Suecia las elecciones giran alrededor del Estado del bienestar, mientras que en España (y Catalunya) el “gran tema” es la patria y la nación.

Este septiembre es realmente muy importante: el día 14 hay elecciones en Suecia.