Ser pobre en España
En los últimos días han aparecido ciertas informaciones sobre la consolidación del crecimiento económico, el aumento del empleo y la reducción del paro en España. Son, sin duda, datos positivos que los medios oficiales no cesan de airear, a pesar de que sean mejoras muy limitadas cuantitativamente. El aumento del número de afiliados a las Seguridad Social, por ejemplo, apenas supera el 3% desde que se inició la recuperación, y la inmensa mayoría han sido contratos temporales.
Pero junto a esta imagen optimista hemos recibido también durante la última semana otras noticias que reflejan el dramático aumento de la pobreza en este país. Los Bancos de Alimentos han recogido durante el pasado fin de semana más de 21.000 toneladas de productos de primera necesidad, lo que supone un aumento del 50% respecto al año anterior. Ha sido una movilización impresionante en la que han participado unos 106.000 voluntarios.
Realmente era impactante descubrir las enormes pilas de productos no perecederos que se acumulaban en las puertas de muchos supermercados. En algunos casos eran personas muy humildes las que hacían sus aportaciones. Los organizadores han explicado que con los alimentos recogidos se podrán atender a más de 1,6 millones de demandantes durante los próximos seis meses. Esta gran muestra de solidaridad ha sido la respuesta al fuerte aumento de demandantes de comida que ha pasado de 1.072.670 personas en 2011 a más de 1,5 millones en 2013, lo que supone un aumento del 40%. Este es un indicador terriblemente fiable porque nadie acude a un centro de asistencia sino está realmente necesitado.
Tras seis años de crisis económica con fuertes recortes sociales, un creciente número de ciudadanos está quedando marginado en una vía muerta. Según los últimos datos Eurostat, un 28,2% de la población está en riesgo de pobreza en España. Dentro de este colectivo resulta especialmente preocupante la situación de pobreza que padecen tres millones de niños, según Unicef.
El aumento de la exclusión social está directamente relacionado con el recorte de ayudas a los parados que han disminuido en un 18%, cuando el número de desempleados, según la estadística de la Seguridad Social, sólo se ha reducido en un 4% hasta situarse en 4,5 millones de personas. Según la Encuesta de Población Activa el número de parados es de 5,9 millones de personas. El Gobierno reconoce que los beneficiarios de ayudas se limitan a 2,4 millones de trabajadores. Otros estudios como la Fundación Primero de mayo, vinculada al sindicato Comisiones Obreras elevan el número de trabajadores sin trabajo y sin protección social a 3,8 millones de personas.
El drama de la falta de alimentos se agrava en los casos de las familias que han perdido su vivienda. Durante los últimos seis meses unas 20.000 familias tuvieron que abandonar sus domicilios habituales por incapacidad de pago de sus hipotecas. De estas 1.218 familias, un 17% más que el mismo periodo del año anterior, fueron expulsadas de sus pisos por la fuerza.
La expulsión de cientos de miles de familias de sus casas desde que empezó la crisis coexiste con un mercado de más 600.000 pisos vacíos y con otro fenómeno preocupante como es la aparición del chabolismo en poblaciones próximas a Barcelona.
En España la situación no es más explosiva por la creciente red de solidaridad de organizaciones como los Bancos de Alimentos, entidades sin ánimo de lucro, integradas por un ejército de más de cien mil voluntarios, que proporcionan alimentos a centros de acogida, asilos y comedores asistenciales.
Los desempleados lo que precisan es un empleo digno. Pero esto no está la vuelta de la esquina. También es un dato cierto la creciente pérdida de sensibilidad social por parte del Gobierno y los responsables de Bruselas, que anteponen dogmáticamente el cumplimiento de unos objetivos de déficit y deuda y la salvación de los bancos a la atención de las personas aunque estén en límite de subsistencia. En esta coyuntura los ciudadanos están tomando la iniciativa con soluciones prácticas y eficientes ante la manifiesta incapacidad de las Administraciones. Y menos mal que es así.