Un ‘sí’ a la Unión Europea, pero...
La UE debe centrarse en el progreso y el bienestar de los ciudadanos, lo que permitiría que estos recuperasen su confianza en el proyecto de integración. Sólo saldremos del ‘status quo’ si los ciudadanos obligan a los viejos partidos a renovarse a fondo y dar paso a formaciones con nuevas propuestas. Necesitamos una Unión democrática, culta, fuerte y unida que suponga progreso y paz para todos, con capacidad de influir en la agenda global
Qué lejos estamos de la Europa de progreso social que nos prometieron. La realidad actual es una Unión Europea en una situación de parálisis institucional, bloqueo político, estancamiento económico, creciente desigualdad social y una amplia frustración de los ciudadanos.
El Brexit ha sido un ejemplo del descontento de amplios sectores sociales. En 2017 veremos qué opinan franceses, holandeses y alemanes después de sus elecciones.
El neoliberalismo ha desbordado las ideologías tradicionales y se presenta como el único modelo posible. Buena parte del socialismo y de la socialdemocracia parecen haber renunciado a proponer un modelo alternativo.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Las instituciones europeas han ignorado los objetivos sociales fundacionales y han supeditado la política a los intereses económicos, y en su debate técnico-político prevalece el interés de cada Estado por encima del interés general de los ciudadanos.
En el Parlamento Europeo el amplio bloque de populares, socialistas y liberales, formado por los viejos partidos, se reparten el poder y aplican políticas neoliberales. Las propuestas de los partidos de la izquierda unitaria y verdes son testimoniales.
El desencanto ciudadano ha ido en aumento. La extrema derecha, xenófoba y anti europeísta ha alcanzado en algunos países cuotas inimaginables. La falta de una política migratoria razonable actúa de catalizador.
En el próximo futuro las políticas mundiales se librarán en el Mar de la China y en el Pacifico, mientras, la población de la Unión Europea, su peso económico y su influencia política tenderán a la irrelevancia. El propio Donald Trump ha dejado claro que quiere desentenderse de Europa. El vacío de poder que creará Estados Unidos en el mundo, por la retirada deseada por su nuevo presidente, facilitará un rápido cambio geopolítico de los equilibrios existentes. La lucha por la hegemonía política, por el control de los recursos naturales y los mercados, la creciente carrera armamentista y el terrorismo en expansión, no invitan al optimismo. ¿Hemos olvidado ya las trágicas consecuencia de querer resolver el choque de intereses por las armas?
La democracia de la postguerra europea se legitimó en la premisa de que el crecimiento económico beneficiaría a todos y que los Estados intervendrían el mercado para corregir los efectos perniciosos para los ciudadanos. Hoy constatamos cómo la creciente desigualdad social, además de injusta, frena la demanda agregada. Se ha querido solucionar artificialmente el estancamiento económico con una fuerte expansión monetaria y un mayor endeudamiento público y privado que traslada al futuro, de forma agravada, la profunda reforma de un sistema económico insostenible.
Ante la propia realidad y el nuevo entorno mundial que se está dibujando la solución de la Unión Europea sólo puede hallarse en avanzar hacia más Europa, pero una Europa muy distinta a la actual. Una Europa realmente centrada en el progreso y el bienestar de los ciudadanos, lo que permitiría que estos recuperasen su confianza en el proyecto europeo.
Para ello habrá que tomar decisiones radicales. Ahora, sin Reino Unido, debería ser más fácil. Deberá decidirse si se desea avanzar hacia el proyecto europeo soñado por sus fundadores, si queremos convertir la Unión Europea en un simple mercado común o si damos por fracasado el proyecto y volvemos a los Estados nacionales.
La primera opción supondría una Unión Europea a dos o más velocidades. Se constituiría un núcleo duro de países de vanguardia comprometidos en completar la unión monetaria, fiscal y política, abiertos a que en el futuro pudiesen añadirse los demás países. Los miembros que no se sientan identificados con el proyecto sería mejor que siguiesen los pasos de Reino Unido.
Pero, ¿cómo salir de la parálisis institucional en la que nos hallamos? No es fácil, ni hay una única respuesta, pero es evidente que salir del status quo actual sólo se conseguirá sí hay una decidida movilización de los ciudadanos que presione fuertemente para que los viejos partidos se vean obligados a una renovación a fondo de ideas, de políticas y de dirigentes y den paso a partidos con nuevas propuestas.
Las nuevas generaciones y muchos de los ya mayores seguramente han olvidado la Europa de las guerras y el ansia de los ciudadanos de progresar en paz. Este es el gran reto al que nos enfrentamos. Necesitamos más Europa. Necesitamos una Unión Europea democrática, culta, fuerte y unida que suponga progreso y paz para todos, con capacidad de influir en la agenda global ante los grandes retos que la humanidad tiene planteados.