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Una Italia que trabaja de forma intermitente

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Desde Italia

"Zona roja, naranja, amarilla. Hoy estoy abierta al público, pero sobre pasado mañana no me preguntes, no lo sé. Hace meses que he dejado de organizarme, vivo al día. He puesto a mi única empleada en cassa integrazione [equivalente italiano al ERTE] y yo vengo solo los días que me permiten abrir". Marina intenta mostrar su mejor sonrisa mientras cuenta su historia, pero sus ojos dicen otra cosa. No puede esconder el par de lágrimas que caen por sus mejillas mientras sirve una taza de café. 

Hoy abre después de dos semanas de cierre y sin saber lo que podrá hacer si su región (Las Marcas) vuelve a cambiar de condiciones. Porque menos en Navidades, cuando las restricciones han unido a todo el país, Italia está desde hace meses dividida en colores según los datos de incidencia del coronavirus en cada región. Hoy y mañana el gobierno ha dado una tregua a bares y restaurantes de toda Italia, permitiendo volver al color amarillo en el que se puede acoger a los clientes en los locales. Pero ya este fin de semana tendrá que cerrar porque todo el país será de nuevo de color rojo, con bares y restaurantes abiertos solo para entregas a domicilio o para llevar. Y luego, a esperar a las próximas decisiones.

Esta es sólo la punta del iceberg de un gran problema: en media hora han entrado en su local cuatro personas, a una media de dos euros por un café y un cruasán, es difícil tener abierto estos días.

"¿Pero hoy se puede ir a los bares?", pregunta una madre delante del centro comercial. Con tantos cambios y cada día con unas restricciones diferentes es difícil saber lo que se puede o no hacer. "Hoy estamos en zona amarilla pero reforzada", contesta otra señora. "¿Qué quiere decir reforzada?", interviene una tercera mujer. "Que no puede salir de su región, señora, todo lo demás es lo de siempre", contesta la chica de la seguridad del centro comercial que está cansada de responder a estas preguntas mientras mide la fiebre a la gente. 

La idea del gobierno italiano es evitar cueste lo que cueste un nuevo confinamiento, pero con unos datos que no mejoran parece que las limitaciones seguirán al orden del día. "Pero así no podemos seguir, tenemos que poder planificar las cosas", comenta la propietaria de una heladería que después del verano ya no ha conseguido organizarse con tanto cambio. "No fabrico ya ni siquiera los cucuruchos porque nos han dicho que no están permitidos para la venta para llevar, es todo una locura. Podría hacerlos, pero luego me tocaría tirar los que me sobran cada vez que me toca cerrar. No se puede trabajar así". 

Para mejorar los ánimos de Fabriano, una pequeña ciudad de Las Marcas de 30.000 habitantes, desde hace días no se habla de otra cosa que no sea el alcalde. Durante las vacaciones navideñas anunció que había dado positivo en la prueba del coronavirus y aseguró que no sabía cómo había podido suceder porque había tomado todas las precauciones. Dos días después del anuncio se supo que había acudido a una barbacoa organizada en suelo público junto a compañeros del ayuntamiento. Muchos de los asistentes han resultado ser positivos al virus. 

Roman, estudiante de 16 años, resume lo que muchos piensan: "Esto es muy desagradable. Nosotros hemos tenido que cambiar toda nuestra vida, nos persiguen por el centro de la ciudad por ver si nos acercamos demasiado los unos a los otros o nos bajamos la mascarilla. Y luego nos enteramos que el alcalde, que debería tener un comportamiento impecable, hace esa tontería. Debería dimitir. Sobre todo teniendo en cuenta que, pese a las promesas, no podemos volver a clase por culpa de los nuevos focos de contagio." Los centros escolares para mayores de 14 años no han abierto desde el confinamiento del mes de marzo. El gobierno italiano había prometido la apertura en toda Italia tras las vacaciones navideñas pero algunas regiones han decidido no abrir hasta el 31 de enero.