Una política económica contra los jóvenes
Una vez más, como cada mes y cada trimestre y desde hace más de cinco años asistimos a la dramática ceremonia de la contabilización del número de parados. Es como el parte de bajas de una guerra que los responsables políticos dan por pérdida de antemano. Es una simple constatación de fatalismo. El representante del Gobierno ya se ha puesto la venda para los próximos meses advirtiendo que no se creará empleo antes de fin de año. Es como si no tuviéramos Gobierno. O el Gobierno que tenemos se ve completamente incapaz de asumir un mínimo de compromisos en materia de ocupación.
Recuerdo que hace años el entonces ministro de Economía, Miguel Boyer, explicaba con gráficas cómo la evolución del empleo era paralela a la de la inversión. He comprobado que esta ley sigue siendo rigurosamente válida para los últimos años. Según las previsiones de la Comisión Europea la inversión seguirá cayendo en España en 2013 y 2014, y consiguientemente el empleo, que sólo crecerá dos décimas el último de estos ejercicios. Las autoridades de Madrid, Bruselas o Frankfurt no quieren asumir el mínimo riesgo mientras el tejido social se descompone. Es una economía que no está pensada para las personas. Casi dos millones de familias (1.833.700) con todos sus miembros en paro suponen un sufrimiento incalculable. La insensibilidad de los gobernantes llámense europeos, nacionales o regionales cada día me resulta más insoportable y estoy convencido que la pagaremos todos.
Las cifras de hoy vuelven a ser horribles. El número de desempleados llegó a finales del año pasado prácticamente a los temidos seis millones (5.965.400 trabajadores). Durante los últimos doce meses el colectivo de los asalariados se ha reducido en 903.710 personas. Lo más inquietante es que la destrucción de ocupación se ha cebado especialmente en los jóvenes. Mientras el conjunto de ocupados ha disminuido en 4,7%, que ya es una barbaridad; el grupo de los jóvenes de entre 16 y 19 años se ha reducido en un 26, 7% y el 20 a 24 años en el 18,3%. Esto explica también la disminución de la población activa (las personas que trabaja o buscan empleo) en 176.000 personas, especialmente jóvenes.
Parece imposible pero es así. Tengo en mente a una joven que explicaba con lágrimas en los ojos que lleva tres años enviando currículos, sin resultado alguno. “Empiezo a temer”, decía con tristeza e impotencia, “que nunca encontraré trabajo”. Y todo el mensaje del Gobierno es que no se creará trabajo hasta finales de año. El Gobierno se parece más a un servicio de Estudios, que analiza y hace previsiones. No hay propuestas ni compromisos para crear tantos o cuantos empleos. Los analistas empiezan a hablar de una década para recuperar el nivel de empleo de antes de la crisis y de una generación perdida. Creo que nadie es realmente consciente de lo que supone esto.