Viral y exponencial sin final feliz
La crisis del coronavirus motivará muchas reflexiones sobre lo que debería de ser la new normal, el conjunto de creencias, políticas y prácticas que, en función de lo que hayamos aprendido, servirían para una mejor sociedad post-virus. Propongo, por ejemplo, reconsiderar la valoración de dos conceptos que la industria tecnológica, con el apoyo de sus seguidores y su aparato de propaganda han contribuido mucho a poner de moda últimamente: la exponencialidad y la viralidad.
Hasta un minuto antes de la pandemia, casi cualquier cosa que experimentara un crecimiento exponencial tendía a considerarse como positiva. De hecho, el término exponencial se había convertido en un calificativo de uso común para todo fenómeno de crecimiento rápido. Ignorando (u ocultando) que no todos los crecimientos rápidos son exponenciales y que, lo que es mucho más importante en el caso de la epidemia de covid-19, un crecimiento exponencial puede en sus primeras fases parecer tan lento que pase desapercibido o, peor aún, que se prefiera ignorarlo.
Sin entrar en detalles matemáticos, utilizaré un conocido ejemplo de libro. Supongamos que la superficie de una piscina resulta contaminada por un hongo que duplica su extensión cada hora, de modo que llega a cubrir la totalidad de la piscina en 10 horas. ¿Cuánto tiempo tarda en cubrir un 25% de la superficie? ¿Cuánto tiempo en cubrir más del 1% de la superficie?
Sugiero reflexionar por lo menos cinco segundos antes de responder.
(…)
¿Ya estás de vuelta?
Las respuestas correctas a las tres cuestiones son: 8 horas y 4 horas respectivamente. En concreto, al cabo de cuatro horas, el hongo habría cubierto sólo el 1,56% de la superficie, por lo que es probable que la contaminación pasara desapercibida para la persona responsable de mantener la piscina limpia y que ésta se fuera tranquilamente a su casa. Cuando vuelva al día siguiente le esperaría una sorpresa desagradable.
De vuelta a la realidad, los epidemiólogos nos informan que el R0 del nuevo virus, el número medio de personas a las que contagiará cada persona infectada, está entre 2 y 3 si no se toman precauciones. O sea, algo más que el hongo de la piscina. Lo que explica, aunque no justifica, que el inicio de la pandemia pudiera pasar desapercibido.
Hay otras historias de exponencialidad que no tienen precisamente un final feliz. Tal vez la más conocida sea la que relata la petición que el inventor del ajedrez hizo al monarca al que le regaló el juego. Pidió, y le fue concedido sin la suficiente reflexión, recibir un grano de arroz por la primera casilla del tablero, dos por la segunda, cuatro por la tercera, y así sucesivamente. Es fácil verificar, haciendo los números, que el monarca se daría cuenta muy pronto, pero a la vez demasiado tarde, de que no podría cumplir su promesa, por lo que, tratándose de un monarca que cuidaba su reputación, no tuvo más remedio que decapitar al inventor.
Para bien o para mal, como esas historias ilustran, una característica de cualquier comportamiento exponencial es precisamente la de pillarnos por sorpresa. Eso es lo que hace el concepto atractivo para los emprendedores tecnológicos. Porque si consiguen para su empresa un crecimiento exponencial pueden llegar a copar el mercado antes de que la competencia pueda reaccionar. Desde esta perspectiva, convertir un negocio en exponencial es un objetivo a conseguir.
Pero no necesariamente desde la perspectiva de la salud social. Porque lo exponencial, como el hongo de la piscina, es voraz; tiende a ocupar todo el espacio disponible. La consecuencia es que en los negocios, el crecimiento exponencial sostenido acaba en situaciones no deseables de quasi-monopolio, muy difíciles de deshacer a posteriori. El techlash emergente, que cuestiona el poder acumulado por las grandes empresas tecnológicas, puede estar llegando demasiado tarde. En el lenguaje que estos días se ha vuelto familiar, habría sido apropiado que los reguladores hubieran sido capaces de “aplanar la curva”. No lo fueron, y así estamos.
Está emergiendo un consenso acerca de que las cosas no volverán a ser iguales una vez se supere la crisis sanitaria. En parte, pero sólo en parte, porque serán necesarios ajustes de varios tipos para pagar la factura que generan el confinamiento y las medidas de emergencia. No faltará entonces quien promueva sus “propósitos de transformación masivos” y la necesidad de “transformaciones exponenciales”. Convendrá entonces recordar que uno de los ingredientes de las recetas de la exponencialidad es el engagement de aquellos a los que se pretende exponencializar. Y que las estrategias del marketing exponencial para conseguir ese compromiso pasan por viralizar memes y mensajes. A partir de ahora, cuando percibamos una propuesta de convertir lo que sea en viral, tal vez no esté de más recordar la pandemia de covid-19, no sea que lo que se esté intentando sea contaminarnos el entendimiento, el juicio o el alma.