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Carbón: ¿energía para el siglo XXI?

El combustible que alimentó la Revolución Industrial debería ser ya residual por sus emisiones contaminantes, pero va a más

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Marzo 2024 / 122
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Carbón en puerto

Fotografía
Getty images

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El carbón arrastra una imagen anclada en el pasado: por una parte, alimentó la Primera Revolución Industrial y, por la otra, debido a sus elevadas emisiones, los objetivos internacionales para combatir la emergencia climática ponen en cuestión su papel en el mix energético, que es la combinación de las diversas fuentes de energía que cubren el suministro de un país. Así, el carbón debería ocupar un espacio marginal, pero no es el caso. El carbón es más que nunca una energía del presente.

El consumo de carbón registró un rápido crecimiento a lo largo del siglo pasado. Lejos de cambiar la tendencia, a partir del año 2000 vivió una eclosión. Hoy, el nivel de consumo de esta fuente de energía contaminante es cuatro veces más elevado que el registrado al final de la Segunda Guerra Mundial.

Es cierto que, a mediados del siglo XX, el carbón suponía la mitad de toda la energía que se consumía en el mundo, mientras que hoy en día representa solo una cuarta parte del total. Sin embargo, incluso si se mide en términos relativos, la forma de energía más contaminante ha ido ganando terreno, pues su peso en el mix energético mundial ha pasado del 24% al 29% en lo que llevamos de siglo XXI.

Producción de electricidad

La imagen distorsionada que se tiene sobre el uso del carbón quizá pueda asociarse al hecho de que las personas consumidoras finales prácticamente ya no lo utilizan. El principal destino del carbón (69%) es la producción de electricidad, al margen de su uso en la industria pesada. Incluso hoy, en un mundo que se encamina a la electrificación, el 36% de toda la producción de electricidad procede de las centrales de carbón.

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Consumo de carbón

Desde hace cuatro décadas, el carbón es la gasolina del crecimiento de las economías emergentes en Asia, sobre todo China. La región no se contenta con exportar bienes, sino que alimenta una demanda interior que persigue equiparar el nivel de vida de los países de Occidente que compran sus productos.

El desarrollo de China

Con el auge de la energía eólica y solar, la demanda mundial de carbón se ha ido estabilizando desde 2014, y los compromisos climáticos de los Estados deberían provocar un declive histórico. El descenso que se proyecta es, sin embargo, muy insuficiente para poder estabilizar el calentamiento  del planeta por debajo de los 2 °C. Cada año se ponen en marcha aún demasiadas centrales de carbón, especialmente en Asia. Y la nueva capacidad instalada ahí queda, para, por lo menos, 20 años más.