La energía solar es competitiva
Renovables: El coste de las tecnologías que permite producir fotovoltaica rivaliza ya con el de las energías fósiles y nuclear.
La energía del siglo XXI será el sol. La fotovoltaica es “ya tan competitiva como los otros medios de producción de electricidad”, ha constatado la Fundación Nicolas Hulot.
Uno de los principales indicadores que permiten apreciar esta competitividad relativa de las energías limpias es el precio medio actualizado de producción de la electricidad, que se conoce generalmente por su acrónimo inglés: LCOE (Levelized Cost of Energy). Este indicador relaciona lo que cuesta invertir en una instalación eléctrica y explotarla con su producción a lo largo de toda su vida útil. A plena capacidad de producción, la de una célula fotovoltaica se estima en 25 años.
A comienzos de la primera década del siglo, el LCOE fotovoltaico se estimaba aún en 750 dólares por megavatio/hora (MWh), a pesar de los rápidos progresos de esta tecnología. En 2015, el coste ha caído a 70-80 dólares. Ahora, el precio es comparable al de las otras fuentes de energía, cuyos costes, mientras tanto, han aumentado.
SIN SUBVENCIÓN
A medio plazo, esas tendencias divergentes deberían acentuarse. Acudir a las fuentes fósiles, especialmente en el caso del carbón, debería ser cada vez más costoso por la intensificación de las políticas de lucha contra el cambio climático. Y en lo que a la energía nuclear se refiere, la catástrofe de Fukushima ha provocado una revisión al alza de las inversiones en seguridad.
Además, estos viejos sectores no experimentan ninguna ruptura tecnológica que permita bajar sustancialmente los costes. Este no es el caso del sector fotovoltaico que, como indica el estudio de la Fundación Nicolas Hulot, presentado durante la última conferencia internacional contra el cambio climático (la COP21 de París): “Se aproxima mucho más en su dinámica de desarrollo a las industrias electrónicas que a las de la energía”, subraya.
La energía del sol no requerirá de ayudas en 10 años
Así, debido a la caída de los precios de los dispositivos electrónicos que convierten la energía lumínica en eléctrica y a la prolongación de su duración, el LCOE fotovoltaico debería situarse en 2050 entre 35 y 50 dólares/MWh en el caso de una central y entre 50 y 70 dólares en el de una instalación de autoconsumo.
La energía fotovoltaica ya no debería necesitar suvenciones en la mayor parte de las zonas habitadas hacia los años 2020-2030. Ello, junto a la caída de los costes, tendrá un efecto multiplicador sobre la inversión en esta tecnología.
Pero incluso suponiendo que esa inversión no aumentara, sino que fuera constante (136.000 millones de dólares en 2014), la capacidad instalada podría alcanzar 6.000 GW en 2050 (en 2014 se instalaron 40 GW y la potencia acumulada aumentó a 186 GW). Con ello se podría responder al 20% de la demanda mundial de electricidad frente al 1% actual, y al 25% en caso de que la inversión aumente.
Este porcentaje sigue estando muy por debajo de las capacidades de absorción de fuentes intermitentes por las redes eléctricas. En las zonas no cubiertas por esas redes, es también el modo de que los ciudadanos más pobres puedan satisfacer sus necesidades básicas. Pues hoy más de mil millones de personas carecen todavía de electricidad.
PENALIZAR EL CARBONO
Tras haber oscilado de 25 a 30 euros entre 2005 y 2008, el precio de la tonelada de CO2 en el sistema europeo de intercambio de derechos de emisión se sitúa hoy en torno a los 8 euros. Un nivel muy insuficiente.
Para incitar a una eléctrica a abandonar el carbón y optar por el gas se necesitaría, por ejemplo, un precio del orden de los 45 €/tCO2. De ahí la idea de establecer un precio mínimo del CO2 para el sector eléctrico, como ha hecho el Reino Unido desde 2013 (fijado actualmente en 25 €/t) y como ha propuesto el Ministerio de Medio Ambiente en Francia.
De acuerdo con un estudio de la Cátedra de Economía del Clima de la Universidad Paris-Dauphine, la imposición a las eléctricas europeas de un precio mínimo de 30 € no lograría, sin embargo, un descenso adicional de las emisiones, pues el descenso de emisiones en este sector liberaría una serie de cuotas de las que se beneficiarían otras industrias (del cemento, del acero, del vidrio).
La auténtica respuesta para que suba el precio del carbono es la que nadie quiere: reducir de verdad el número de cuotas en comercialización.
Consúltese http://bit.ly/1OkLPSb