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Reino Unido, decadencia en el horizonte

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Julio 2017 / 49

Coyuntura: Crecimiento a la baja, inflación, incertidumbre sobre las inversiones extranjeras... el ‘Brexit’ comienza a mostrar sus efectos negativos.

Theresa May, con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani. FOTO: PARLAMENTO EUROPEO

Cuando se cumple un año del referéndum del Brexit, el proceso que debe llevar a la salida del Reino Unido de la Unión Europea en marzo de 2019 tarda en ponerse en marcha. Aunque el procedimiento previsto por el artículo 50 del Tratado de Lisboa comenzó oficialmente el pasado 29 de marzo, la firmeza mostrada por los dirigentes europeos y la debacle electoral de los conservadores han hecho saltar por los aires las ilusiones del Gobierno británico sobre la posibilidad de una salida a la carta. 

Consciente de la magnitud de las concesiones que tendrá que hacer para llevar a cabo una transición lo más suave posible a partir de 2019, Theresa May optó por adelantar  elecciones no sólo con la esperanza de reforzar su mayoría parlamentaria, sino también su margen de maniobra frente a las fracciones más intransigentes de su partido. Las previsiones electorales de May fracasaron rotundamente: los conservadores perdieron la mayoría parlamentaria, necesitan gobernar con pactos con los derechistas del Ulster  y pierden fuerza negociadora ante la UE. 

 

HASTA EL MOMENTO TODO VA BIEN…

Estas maniobras ha supuesto un retraso que ha reducido el tiempo dedicado a las negociaciones sobre los términos de la separación entre Londres y Bruselas y acerca de la naturaleza de los acuerdos que, a continuación, regirán las relaciones entre ambas partes.

Paradójicamente, la incertidumbre que rodea el futuro de la economía británica (véase May se aferra al poder) no penalizó la actividad del segundo semestre de 2016. Tras el choque inmediato, claramente visible en las encuestas de confianza de los hogares y las empresas, los indicadores coyunturales británicos se recuperaron a partir del otoño, mientras la economía mantenía su tendencia anterior al crecimiento. El PIB, del +1,8 % en 2016 frente al +2,2 % de 2015, registraba una ralentización comparable a la de la zona euro, pero era claramente inferior a la de la economía estadounidense, desmintiendo el pesimismo que habían mostrado la mayoría de los expertos en coyuntura a comienzos del verano (véase el gráfico).

El tacticismo hace perder la mayoría a los conservadores

Los índices económicos se recuperaron el pasado otoño

El Banco de Inglaterra activó su programa de incentivos monetarios

Estimulado por la bajada de los precios de los productos energéticos y alimenticios, el consumo de los hogares resistió el choque psicológico provocado por el resultado del referéndum. El Banco de Inglaterra reactivó también su programa de expansión cuantitativa* y, en agosto de 2016, bajó su tipo de referencia un cuarto de punto (por primera vez desde marzo de 2009). Esta rápida reacción ayudó a tranquilizar a la gente y a devolver la confianza, sobre todo en los mercados financieros. Debido a la depreciación de la libra esterlina (-10% frente al euro y -14% frente al dólar) la contribución del comercio exterior al crecimiento fue positiva a finales del año.

 

CAMBIO BRUTAL DE LA TENDENCIA

Esa trayectoria favorable se rompió, sin embargo, a comienzos de 2017. El consumo de los hogares, que hasta entonces había sostenido la actividad, se hundió de repente. El crecimiento de la actividad bajó al 0,3% en el primer trimestre, mientras que se aceleraba en el resto del mundo. Según el Banco de Inglaterra, la debilidad del consumo privado, que seguirá pesando sobre la demanda durante todo el año, se explica por la aceleración de la inflación, que pasó de ser del 0,6% en doce meses en agosto de 2016 al 2,3% en marzo de 2017. 

La fuerte depreciación de la libra tras el Brexit es, junto a la recuperación del precio del petróleo, la causa de ese aumento de los precios. Dicho incremento es especialmente perceptible en los productos importados: sus precios crecen a un ritmo anual de más del 6%. A falta de una aceleración de los salarios, que suben a un ritmo del 2% anual, el alza de los precios bloquea el aumento del poder adquisitivo.

 

6%

Es el aumento anual de los precios de los productos importados

 

Con un índice de paro cercano al de Estados Unidos (véase el gráfico) y un índice de empleo comparable al de Suecia (74%), la economía británica está próxima al pleno empleo, lo que limita los márgenes de progresión de la masa salarial. En esas condiciones, las perspectivas de crecimiento dependen de la capacidad de la inversión y de las exportaciones y de tomar el relevo al consumo. Es un escenario que la reciente mejoría del crecimiento mundial, la insuficiencia de la capacidad de producción y la debilidad de la libra esterlina hacen verosímil, aunque hasta ahora no se perciba ningún signo precursor.

 

Grandes dudas sobre el crecimiento británico

Revisiones de las previsiones de crecimiento del PIB británico para 2017 y 2018, en %

Una situación prácticamente de pleno empleo limita los márgenes de maniobra

Índice de paro armonizado, en %

 

RIESGO DE RESTRICCIÓN

El reequilibrio de la actividad, presente en la agenda desde la irrupción de la crisis financiera de 2008, ha pasado a constituir hoy una imperiosa necesidad. El déficit comercial británico, del 5 % del PIB de media desde 2013, no ha planteado ningún problema de financiación hasta el presente debido a la masiva entrada de capital de que se beneficia el Reino Unido. Con un stock total de inversiones directas que duplica el de Francia, el país es  un destino privilegiado para las firmas y los bancos multinacionales, que lo consideraban una plataforma ideal para sus exportaciones y sus operaciones financieras en Europa. 

Durante la última década, el montante de las inversiones directas que entraban en el país (770.000 millones de dólares), le permitía casi financiar el déficit de la balanza por cuenta corriente. Ahora bien, la anunciada salida del mercado único europeo ha puesto en entredicho ese statu quo. A las deslocalizaciones ya previstas por numerosas firmas, sobre todo alemanas y japonesas, se añade el efecto que causará la pérdida del “pasaporte europeo” por los bancos: ya no podrán realizar desde Londres sus operaciones continentales. En el período 2012-2015, tres cuartas partes de las inversiones directas extranjeras en el Reino Unido procedían de instituciones financieras. En caso de restricción de esa fuente de divisas, la financiación del déficit exterior puede pasar a ser problemática, sobre todo si se tiene en cuenta que los ingresos por la actividad de los bancos y otros fondos de inversión constituyen una de las raras partidas netamente excedentarias de la balanza por cuenta corriente británica.

 

DESVENTAJAS IMPORTANTES

El Reino Unido, expuesto a la desinversión de las firmas extranjeras y, quizá también, de sus propias empresas, parece empezar con mal pie el cambio hacia un modelo de crecimiento basado en la inversión y la exportación. Y, lo que constituye una desventaja importante, la productividad laboral es una de las más bajas de las economías avanzadas (véase el gráfico); desde hace diez años su crecimiento es tan lento como el de Italia (0,2 % anual frente cerca del 1 % en Estados Unidos y en la zona euro). Según un reciente estudio, esta neta ralentización de la productividad en la década pasada se ha debido, en su mayor parte, a la escasa competencia de un puñado de sectores (bancos, telecomunicaciones, servicios de consultoría, servicios contables y jurídicos…), la mayoría de los cuales tiene en común haber sufrido el impacto de la crisis financiera de 2008 y el repliegue de las finanzas globales que siguió. La excesiva dependencia del sector financiero, unida a la atonía de la inversión productiva, no es un buen augurio sobre la capacidad de despegue de la economía británica, en un contexto de incertidumbre sobre su posibilidad de acceder a su principal mercado de exportación.

 

Los británicos, poco productivos

PIB por hora trabajada en 2015, en dólares constantes en paridad de poder adquisitivo

El Gobierno, que se ha centrado desde 2011 en la restricción presupuestaria, no se ha dedicado a cuestiones tan cruciales para el crecimiento a largo plazo como la educación, la formación, la investigación-desarrollo (1,7 % del PIB, frente a una media del 2,4 % en la OCDE) y la actualización de las infraestructuras de transporte. Según una evaluación de las competencias de los adultos realizada por la OCDE, el nivel de cualificación de los adultos británicos está por debajo de la media de los países de esta organización, sobre todo en lo relativo a los jóvenes (15-24 años) cuyos resultados son, además, más bajos que los de las personas próximas a jubilarse (55-64 años), lo que constituye un fenómeno excepcional.

La escasa competencia está detrás de la baja productividad

La cualificación de los británicos es inferior a la media de la OCDE

La debilidad estructural pide reconsiderar las prioridades

Esas debilidades estructurales justifican por sí solas una reconsideración de las prioridades presupuestarias del país y una redefinición de su modelo de crecimiento. Pero con la perspectiva del Brexit, es difícil imaginar cómo van a poder ser tenidas en cuenta por un Gobierno que va a verse obligado a dedicar la mayor parte de su tiempo y de su energía a renegociar decenas de tratados de libre comercio con sus socios. Además de tener que frenar la retirada de capitales invertidos en el país y  gestionar el efecto sobre las finanzas públicas que tendrá un crecimiento establemente ralentizado. Todo ello en un reino que puede estallar debido a las veleidades de independencia de Escocia y la posible reunificación de Irlanda.

 

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