Un mundo de desigualdades
Un informe de un centenar de investigadores muestra un aumento de las diferencias de renta en todo el mundo, pero también que nada es inexorable.
Junto al paro, el otro gran fracaso del capitalismo es “que la distribución de la riqueza y la renta es arbitraria y carece de equidad”, escribía John Maynard Keynes en 1936 en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Ochenta años después, la afirmación sigue estando desgraciadamente de actualidad. Hasta el presente, era difícil conocer la amplitud de ese desigual reparto de la renta. La publicación del primer Informe sobre las desigualdades mundiales 2018 permite, gracias a datos originales, describir la geografía y la dinámica de las desigualdades en el mundo a lo largo de las tres últimas décadas. El coordinador general del estudio, el economista Lucas Chancel, constata que, entre 1980 y 2016, “a nivel mundial, el 1% de la franja más alta ha captado dos veces más de crecimiento que la mitad de la franja más baja, algo considerable”. Hasta ahora, los datos disponibles sobre las desigualdades de las rentas se referían fundamentalmente a los países más desarrollados. El enorme éxito del libro de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI, publicado en 2013, provocó numerosos debates en los países emergentes incitando a los gobiernos a abrir sus datos fiscales a los investigadores. Además, tal como explica Thomas Piketty, “nos criticaron por habernos centrado en la situación de los más ricos y hemos tenido en cuenta esas críticas”: el informe se interesa con detalle en los cambios situados en la parte baja de la distribución de las rentas.
El resultado ha sido que el trabajo de más de cien investigadores en todo el mundo ha hecho posible la elaboración de una base de datos de 175 millones de cifras, de acceso libre, que ofrece la primera foto mundial de las desigualdades. “¡Muchas gracias por esta considerable masa de trabajo!”, exclamó Esther Duflo, profesora de economía en el Massachusetts Institute of Technologie (MIT), en la presentación del informe, el pasado 14 de diciembre, en la École d’Économie de Paris (PSE).
El crecimiento de los países emergentes desde los años 1970-1980 permitió una subida del nivel de los ingresos y reducir las desigualdades entre Estados. Pero al mismo tiempo, las desigualdades en el seno de los países emergentes aumentaron enormemente. No todo el mundo se ha beneficiado de ese desarrollo al mismo ritmo; algunos países, como India, experimentan disparidades muy grandes. En los países desarrollados, por su parte, en las tres últimas décadas se han visto las mismas diferencias de riqueza internas. En este sentido, el informe ofrece una primera constatación inquietante: el capitalismo contemporáneo globalizado se desarrolla de acuerdo con un aumento significativo de las desigualdades.
Un estudio más profundo por regiones permite, sin embargo, relativizar esta evolución: si bien todo el mundo la experimenta, sus ritmos son muy variados. Así, los eu-ropeos demuestran estar relativamente más protegidos. La dinámica desigualitaria aparece mucho más marcada en Estados Unidos. Y Oriente Medio está polarizado al máximo entre los que se benefician del maná petrolero y los extranjeros pobres que trabajan a su servicio.
Estas situaciones contrastadas llevan a una constatación más tranquilizadora: las instituciones políticas pueden posibilitar un control de las desigualdades internas. Una fiscalidad progresiva, compensaciones a los más necesitados, un salario mínimo, la oferta de servicios públicos, son instrumentos de resistencia a la tendencia estructural de nuestro capitalismo a concentrar la riqueza en manos de unos pocos.
AMENAZAS PARA MAÑANA
Los autores del informe proponen, además, varios escenarios prospectivos. El primero prolonga las tendencias de las últimas décadas, el segundo ilustra lo que sería un mundo aún más desigual siguiendo la vía estadounidense, y el tercero dibuja una disminución de las diferencias de riqueza en el caso de que el modelo europeo fuera la referencia. Sin embargo, la trayectoria social de las economías no está escrita en ninguna parte. Un país desigualitario como Reino Unido acaba de aumentar su salario mínimo. En Estados Unidos, por el contrario, el presidente Donald Trump ha hecho aprobar una ley fiscal que va a beneficiar a los más ricos (véase el artículo Estados Unidos, en terreno resbaladizo), mientras que un país menos desigualitario como Francia, reduce los impuestos sobre la renta de los más ricos y piensa separar la evolución del salario mínimo del resto de las remuneraciones.
Es imposible, pues, saber cuál será el futuro. Pero en la presentación del informe, Branko Milanovic, investigador de la City University of New York, llamó la atención sobre varias dinámicas inquietantes. “El efecto China va disminuir”, previno, pues el formidable crecimiento de los ingresos en ese país, que ha contribuido a la reducción de las desigualdades globales, desempeñará un papel menor en el futuro. Además, el difícil desarrollo de África seguirá haciendo de ese continente un lugar de aumento de las desigualdades a la vez que concentrará en las próximas décadas una parte más importante de la población mundial (26% en 2050 frente al 17% actual).
La trayectoria social de las economías no está escrita en ningún lado
Trump ha hecho aprobar una ley que beneficiará a los ricos
Finalmente, en la hipótesis de que los pobres del mundo entero pasaran a ser ricos, esta buena nueva en el plano social podría ser una pesadilla ecológica si tuviera lugar con los modos de producción y de consumo actuales. Pero, responde Lucas Chancel, el doble dividendo es posible, y cita el caso de Indonesia: el Gobierno ha suprimido las subvenciones al consumo de energías fósiles y ha utilizado el dinero así ahorrado para ayudar a los más afectados por la medida.
La lucha contra las desigualdades debe nutrirse de un conocimiento profundo de las situaciones relativas de cada uno y de una reflexión, para lo cual los economistas pueden ayudarnos. “Diez años después de la crisis, el problema de las desigualdades sigue sin estar realmente integrado en las reflexiones de la economía dominante”, deplora sin embargo Branko Milanovic. Si este informe permite contribuir a situar la desigualdad en el centro del debate democrático, habrá logrado su objetivo.
LAS CIFRAS CLAVE
1. El hundimiento de las clases medias
Desde los años 1980, China, India y los países emergentes han experimentado una fuerte dinámica de desarrollo e iniciado un movimiento de progresivo acercamiento de su situación a la de los países industrializados.
A escala mundial, las desigualdades entre países se han reducido. Pero el crecimiento no lo es todo: si bien contribuye a una disminución de la pobreza, no es garantía de un mundo menos desigual. Todo lo contrario: debido al aumento de las desigualdades en el seno de los países, las diferencias de riqueza aumentan.
El auge de los países emergentes ha permitido al 50% de los más pobres ver que aumentaban sus ingresos, pero con el doble de lentitud que en el 1% de los más ricos. Las clases medias son las que han tenido un aumento menor de ingresos.
2. Estados Unidos-Europa: dos dinámicas contrastadas
Las desigualdades de ingresos han aumentado tanto en Europa como en Estados Unidos, pero en porcentajes muy diferentes: el 1% de los estadounidenses más ricos concentra el 20% de los ingresos, frente al 12% de sus homólogos europeos. Desde mediados de los años 1990, en Estados Unidos, cuanto más se enriquecen los ricos, más se empobrecen los pobres. En Europa, los más acomodados han ganado un poco de terreno, pero las dos curvas están aún lejos de cruzarse.
Estos datos son los relativos a Europa occidental, pero ¿qué pasaría si se tuviera en cuenta a los países de Europa del Este? Nada: el 10% de los más ricos están en posesión del 37% de las rentas en Europa occidental y del 38% si se incluye al este del continente.
Las desigualdades de ingresos han crecido en Europa y EE UU
El capital público ha pasado a ser negativo en Estados Unidos
3. Una preocupante disminución del capital público
A comienzos de los años 1970, el patrimonio en manos de actores privados representaba el equivalente de 2 a 3,5 veces, en función de los países, la renta nacional. Hoy es de 4 veces (Alemania) a 7 veces (España). Al mismo tiempo, el capital público (escuelas, hospitales, etc.) neto de la deuda pública no ha dejado de disminuir, hasta el punto de que ha pasado a ser incluso negativo en Reino Unido y Estados Unidos. Ello significa que los países disponen cada vez de menos recursos para desarrollar los servicios públicos (educación, sanidad…), que, sin embargo, desempeñan un papel clave en la lucha contra las desigualdades. Un tema que destacar: China parece deseosa de mantener esa capacidad, pues la caída de su capital público está estabilizada desde hace varios años.
4. La vuelta de las desigualdades de patrimonio
Las desigualdades de patrimonio eran muy fuertes a comienzos del siglo XX. Las dos guerras mundiales y la crisis de los años 1930 infligieron un duro golpe a las fortunas de los más ricos. La tendencia comenzó claramente a invertirse a partir de los años 1980. Se puede ver la importancia de las privatizaciones y de la burbuja de Internet en el patrimonio de los franceses más ricos a lo largo de los años 1990. El aumento de los precios en el sector inmobiliario, que ha beneficiado más a las clases medias británicas que a las francesas, explica por qué los británicos muy ricos concentran menos patrimonio que sus homólogos franceses.