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Un ‘no’ a la continuidad de Gran Bretaña en la UE

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Junio 2016 / 37

Este mes, la Unión Europea (UE) se enfrentará al desafío que supone el referéndum en Gran Bretaña sobre su permanencia como miembro. Este será uno más de los grandes retos que debe afrontar: diseñar políticas que compatibilicen el crecimiento económico y la cohesión social con las reformas necesarias; dar una respuesta justa a la llegada masiva de refugiados;  aumentar la seguridad para luchar contra el terrorismo sin coartar la democracia; el escándalo de los paraísos fiscales, o adaptarse a los cambios del complejo escenario mundial.

Para conseguir la Europa social de progreso que deseamos, los Estados miembros deben tener una visión común del proyecto europeo y disposición a ceder soberanía. Este proyecto exige avanzar en la unión política, económica y social recuperando el espíritu, los principios y valores fundacionales, como son el respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia, la solidaridad..., elementos básicos para la paz y el bienestar de sus pueblos.

El referéndum británico coincide en un momento crítico para la UE. No hay una visión compartida del proyecto por parte de los Estados miembros ni hay unidad de criterio sobre cómo resolver los problemas planteados. Gran Bretaña es un ejemplo extremo en cuanto a la disparidad de objetivos. Siempre ha concebido la UE como un gran mercado común sin más. Las concesiones de singularidad que en su día se le otorgaron ya desvirtuaron la esencia del proyecto común. Ahora, con las nuevas concesiones que David Cameron ha obtenido en la negociación previa al referéndum, se ha abierto la puerta a nuevas excepciones y a frenar el avance a la integración. 

El acuerdo firmado consagra a Gran Bretaña como un miembro singular con un estatus único, que quiebra los principios de unidad, progreso y solidaridad que han vertebrado la UE. Se acuerda, por ejemplo, dotarla de un freno de emergencia que permite impedir la entrada de inmigrantes o que reciban prestaciones sociales. Se acepta que la City de Londres (bancos y entidades financieras) no estén sometidos a las directrices de Bruselas y que el Gobierno británico pueda frenar cualquier decisión comunitaria que las afecte. También se exime a Gran Bretaña de aplicar los acuerdos que supongan una mayor integración. Estas nuevas concesiones son una puntilla que hará fracasar el proyecto europeo.

El resultado del referéndum es una incógnita. Hay mucha confusión y el voto, ideológicamente, parece que será transversal. Para los que deseamos una Europa social unida, lo deseable sería que los británicos optaran por el no a seguir siendo miembros. Supondría liberarnos del permanente  bloqueo británico a la integración europea.  Las relaciones con el Reino Unido han sido un foco de tensión permanente. En 1957 se fundó la Comunidad Económica Europea, pero Gran Bretaña no pudo incorporarse hasta 1973, debido a amplios desacuerdos y a la desconfianza del general De Gaulle por la concepción que tenían los británicos sobre los objetivos del proyecto europeo. Si el resultado del referéndum es , se frenara en seco avanzar hacia la integración; el no significará que la UE dejará de representar a 500 millones de personas, pero en cambio permitiría crear un robusto proyecto europeo de una dimensión algo más reducida, pero con una visión y unos objetivos compartidos.

El acuerdo le consagra como miembro con un estatus único

Lamentablemente, cualquiera que sea el resultado conlleva sus contradicciones. El sí a la permanencia es la apuesta de las élites  económico-financieras a las que interesa disponer de un gran mercado común, pero que no desean una Europa social solidaria. Un no hace que se coincida con los sectores más conservadores y de extrema derecha, xenófobos y marcadamente antieuropeístas. Pero el no que deseamos significa precisamente todo lo contrario, es un no a una Europa liberal a la que sólo le interesa la economía, y es un a una Europa social fuerte, solidaria y unida al servicio de todos los ciudadanos.

La historia no se detiene. Esta Europa que ya ha iniciado su declive: estancamiento económico, aumento de la desigualdad,  pérdida de ilusión por parte de los ciudadanos, y pérdida de protagonismo a escala internacional, corre el riesgo de ser irrelevante si no avanza hacia la integración. Hay que recordar que la UE globalmente, todavía hoy es el centro económico, científico, cultural y social más importante del mundo. Si quiere sobrevivir en el entorno de globalización actual debe recuperar el sentido de su proyecto fundacional. Sólo así podrá defender sus principios y valores, los intereses de sus ciudadanos e influir en las decisiones mundiales.

 

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