Cotizaciones patronales
Editorialista de Alternatives Économiques y ex presidente de la cooperativa
CADA VEZ MENOS. Al proponer una supresión progresiva de las cotizaciones patronales que financian los subsidios familiares de la Seguridad Social, es decir 35.000 millones de euros, François Hollande ha dado un nuevo paso en su “política de la oferta”. Con ello espera que aumente la competitividad de las empresas, que, de ese modo, podrán o bien bajar directamente los precios, o bien invertir en productividad, desarrollar nuevos productos o formar a su mano de obra. De este modo ganarán mercado, tanto interior como exterior.
¿Puede tener éxito esta política? Todo dependerá de lo que hagan las empresas. Una cosa está clara: 35.000 millones de euros es mucho, incluso si esta suma no se añade a los 20.000 millones del crédito de impuesto competitividad-empleo, sino que lo sustituye.
En este contexto, Pierre Gattaz, presidente de la patronal Medef, ha hecho una promesa audaz: crear un millón de empleos si el Gobierno rebaja las cargas de las empresas en 100.000 millones de euros. ¡Hablar por hablar! No hay que ser un as del cálculo mental para darse cuenta que ello significa 100.000 euros por empleo, es decir, el coste de cuatro contratos subvencionados de los denominados “empleos de futuro”. Con esos100.000 millones de euros, el ministro de Trabajo, Michel Sapin, podría crear cuatro millones de empleos subvencionados, y acabar prácticamente con el paro. No es mala idea, si no fuera porque, para financiarlos, habría que duplicar las cotizaciones sociales o disminuir las jubilaciones en un 30%. No está de menos recordar aquí que Yvon Gattaz, padre de Pierre Gattaz, prometió en la década de 1980, cuando presidía la CNPF, antecesora del Medef, la creación de 400.000 empleos si el Gobierno suprimía la necesidad de una autorización administrativa para el despido. ¡No cambian!
ECOS. El problema de la disminución de las cotizaciones de las empresas es que hay que financiarlas. Y si, paralelamente, hay que reducir el déficit, no aumentar los impuestos y no contar demasiado con la recuperación, se impone recortar el gasto. El Gobierno francés se ha comprometido, pues, a reducirlo en 50.000 millones de euros en tres años. Eric Le Boucher, editorialista del diario económico Les Échos, se hace eco de Pierre Gattaz y propone que se llegue a los 100.000 millones. A su juicio, en un país en el que el conjunto del gasto público supera 1,1 billones de euros, no supone más que el 8,7% del total y “¿qué familia no puede disminuir sus gastos en un 8% a lo largo de tres años?”.
Esta reflexión sería de sentido común si no fuera porque no parece que gran parte del gasto público vaya a bajar porque no es deseable ni posible. La llegada a la edad de jubilación de unas generaciones que tienen más derechos adquiridos hace que aumente mecánicamente el gasto en jubilaciones a pesar de las múltiples reformas. Lo mismo ocurre con el gasto en sanidad,aunque una reorganización de la oferta permitiría garantizar un mejor acceso para todos a la sanidad y a menor precio. Al mismo tiempo hay que preparar el futuro, mejorar la cobertura para la primera infancia, invertir en la escuela para reducir el fracaso escolar, etcétera. Se apliquen donde se apliquen los recortes, van a ser dolorosos.
RITMO. ¿Cómo, pues, economizar? El Gobierno se ha comprometido a no practicar esa política consistente en recortar de todos los lados; es decir, imponer la austeridad indiscriminadamente. En la práctica, la decisión anunciada de fijar ya los techos de gasto de 2015 para los diferentes ministerios contradice esa afirmación. Lo mismo ocurre respecto a las dotaciones a las administraciones locales. En este aspecto, hay que felicitarse por la reforma de la administración territorial planteada por François Hollande. En lugar de anunciar medidas radicales, condenadas al fracaso, propone racionalizar papeles y suprimir las duplicaciones más evidentes. Pero todo esto tendrá efecto a medio plazo, y la necesidad de disminuir el gasto es para ahora mismo. Las administraciones locales tendrán que rebajar sus gastos corrientes y sus inversiones. Lo que no gustará a empresas como Bouygues, Vinci o Eiffage ni a la economía social y solidaria, primera víctima de los recortes en la actividad social, la cultura, el deporte o el ocio.