El pasado abril se cumplió un año del informe Letta y dentro de dos meses se registrará el aniversario del documento presentado por Draghi. Son dos materiales encargados por las instituciones europeas que detallan las serias deficiencias de Europa para afrontar la competencia en el escenario internacional. Ha pasado un año y apenas se han aplicado sus recomendaciones. Al mismo tiempo, han aparecido nuevos desafíos, en buena parte por las agresivas decisiones de Trump al frente de EE UU.
Las sucesivas ofensivas de Trump, centradas en insensatas subidas y bajadas de aranceles, ya han desatado una perniciosa guerra comercial. No obstante, las decisiones más peligrosas para su país y para el resto del mundo son los ataques a los derechos humanos y civiles y el abandono por parte de EE UU de los acuerdos multilaterales y las reglas del derecho internacional.
Los destrozos abarcan numerosos campos: expulsión de inmigrantes; retirada del acuerdo internacional sobre el clima y de la Organización Mundial de la Salud (OMS); amenazas de anexión por la fuerza del canal de Panamá y Groenlandia y la incorporación de Canadá a EE UU; la práctica liquidación de la Agencia de EE UU para el Desarrollo Internacional, (USAID); la persecución de los sindicatos; la prohibición a las universidades de admitir estudiantes extranjeros; la supresión de los programas de investigación; la represión de los movimientos estudiantiles en los campus y un apoyo determinante a las criminales acciones de Israel en Gaza.
Esta interminable lista de agresiones contra los derechos y las relaciones internacionales basadas en reglas consensuadas han desbaratado los ya de por sí endebles planes de la Unión Europea para resituarse en la escena internacional. Los informes mencionados por sí solos no resuelven los problemas. Pero sus recomendaciones principales se han convertido en más necesarias que nunca. Hacen falta decisiones políticas. La propuesta sustancial de Enrico Letta es que Europa debe intensificar su integración. Pero ha recordado la frase de Jacques Delors “el mercado interior es un éxito solo si la política de cohesión es un éxito” en el número 1 de la publicación L’Europe.
Nueva realidad
La realidad es que las políticas de Trump van especialmente dirigidas contra el proyecto europeo, como se ha visto con su apoyo explícito a los líderes de extrema derecha, contrarios a la Unión, y el rechazo a reunirse con los dirigentes de las instituciones europeas. Los dirigentes europeos tienen que asumir la nueva realidad.
La parte positiva de las agresiones de Trump es que han puesto al descubierto con toda nitidez las debilidades europeas. Los europeos están comprobando que EE UU se ha convertido en un actor imprevisible en numerosos territorios, desde la defensa hasta el respeto de las fronteras y las reglas comerciales.
Lo preocupante es que entre los europeos está calando el desánimo por la falta de reacción y coherencia de los dirigentes comunitarios ante los acelerados cambios geopolíticos. Quienes más se identifican con los valores que defiende la Unión (la libertad, la solidaridad, la paz, la cooperación entre países) se sienten decepcionados por las titubeantes políticas europeas.
Defender Gaza
Un ejemplo clamoroso es el comportamiento de la Unión ante las criminales acciones de exterminio y hambrunas que está perpetrando en el Ejército israelí con la población civil de Gaza, especialmente contra los niños. Con las honrosas excepciones de dirigentes como Josep Borrell, ex jefe de la diplomacia europea, António Costa, presidente del Consejo Europeo, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la realidad es que las instituciones y los líderes europeos no aparecen en la línea de defensa de los derechos de los gazatíes. Es una misión que, a pesar sus limitaciones, lleva a cabo Naciones Unidas y distintas organizaciones no gubernamentales.
Europa ha fallado en las políticas de asilo e inmigración. Falló en la ayuda a países de América Latina cuando no atendió sus peticiones desesperadas de vacunas durante la pandemia y está fallando ahora dolorosamente ante la masacre de Gaza.
Los europeos tienen muchas razones para defender su proyecto de unión y modelo de vida. Deben reaccionar y exigir a sus gobernantes que sean consecuentes con los principios que proclaman. Hay mucho que perder. Europa debe esforzarse por lograr su soberanía económica, tecnológica y en defensa. Debe basarse en sus propias fuerzas y buscar consensos con los países que aspiran al progreso y la paz. El futuro de la Unión solo depende de los europeos. Los derechos y la mejora de vida solo se consiguen con la lucha.