El Este reta los valores de la UE
La primera ministra de Polonia, Beata Szydlo, transmitió un mensaje muy claro a los diputados del Parlamento Europeo cuando se presentó ante ellos en enero pasado: “Somos un Estado soberano, una nación libre. Los problemas polacos tienen que solucionarse en Polonia”. A juicio de Varsovia, la Unión Europea es “una comunidad unida de países fuertes y soberanos”.
Refugiados se agolpan en la frontera de Hungría con Serbia. FOTO: DARKO DOZET
Es la orgullosa respuesta de un país de 38 millones de habitantes —emparedado entre la sombra de Alemania y de Rusia, presentado por Bruselas como alumno ejemplar a la hora de cumplir con la austeridad y que ha acogido a un millón de refugiados huidos de Ucrania— a un movimiento inédito realizado días antes por el Ejecutivo de Bruselas: poner en cuarentena a un país del club para monitorizar si en él se cumplen los estándares de un Estado de derecho.
El desencadenante de este procedimiento han sido las reformas emprendidas a fin de controlar los medios de comunicación públicos y para quitar capacidad de actuación al Tribunal Constitucional del país. Tras la presión de sus socios y especialmente de Alemania, Polonia ha pedido un dictamen a la Comisión de Venecia del Consejo de Europa, que se espera para marzo. Pero no ha paralizado nada.
La victoria del partido ultra Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski se ha convertido en un serio quebradero de cabeza añadido para la UE, que se jacta de encarnar valores como la democracia, la solidaridad y la cooperación y que en cambio constata un auge de partidos populistas y xenófobos (también en su corazón, Francia y Alemania).
El procedimiento preliminar abierto prevé, en última instancia, negar el poder de voto en el consejo de ministros de la Unión. Parece difícil que la cosa llegue tan lejos cuando no se ha actuado del mismo modo con la Hungría de Victor Orban, que inspiró este mecanismo en 2014. Orban ha levantado una kilométrica valla antiinmigrantes en la frontera con Serbia, considera un fracaso la democracia liberal y el multiculturalismo, ve en los musulmanes “una amenaza para la identidad cristiana de Europa” y en la apertura inicial de Angela Merkel a los refugiados un atisbo de “imperialismo moral”.