Eroski trata de aguantar el envite de la competencia
La mayor cooperativa de la Corporación Mondragón renegocia una deuda de 2.500 millones con el ojo puesto en la expansión de Mercadona.
SUPERMERCADOS Eroski da empleo a la mitad de la plantilla total de la corporación. Solo un 30% es cooperativista. FOTO: MONDRAGÓN
La mayor cooperativa de Mondragón en términos de empleo no se ha salvado del mal que aqueja a la mayoría de las empresas españolas: una deuda gigantesca, consecuencia de su rápida expansión en los primeros años del siglo. Tras la caída de Fagor, Eroski es ahora el gran quebradero de cabeza para la corporación vasca. La empresa lleva cinco años seguidos en números rojos —ha perdido casi 400 millones de euros desde 2008— y reduciendo empleo.
Eroski tiene un tamaño enorme si se la compara con el resto de cooperativas de Mondragón, la mayoría de ellas pequeñas y medianas empresas. Un millón de personas entran diariamente en algún establecimiento de la enseña. La cadena de supermercados da trabajo a 38.420 personas —la mitad de toda la corporación—, de las que 12.260 son cooperativistas. Cuenta ya con más de 2.100 establecimientos en toda España, incluyendo hipermercados, supermercados, oficinas de viajes, gasolineras, ópticas y otros.
Su negocio está totalmente concentrado en España, y de ahí vienen sus problemas. Eroski se apoyó en el boom del consumo que acompañó a la burbuja inmobiliaria para emprender un fulgurante proceso de crecimiento que desembocó en la compra de los supermercados Caprabo en 2006 por 1.300 millones de euros. Consecuencia: una deuda de 2.500 millones que ahora trata de refinanciar con 22 entidades de crédito.
Para paliar la falta de acceso a los mercados de capitales y financiar la compra de Caprabo, Eroski lanzó al mercado unas Aportaciones Financieras Subordinadas (AFS), un producto de deuda perpetua parecido a las preferentes cuya depreciación ha irritado a los inversores y ha hecho mucho daño a la imagen de la empresa. Eroski efectuó dos emisiones de AFS, una en 2002 y otra en 2007, por un total de 660 millones de euros. A la oferta respondieron unos 30.000 inversores, muchos de ellos socios y empleados de la cadena.
Los problemas comenzaron cuando las AFS comenzaron a cotizar a la baja en el mercado de renta fija, coincidiendo con el estallido de la crisis y las primeras pérdidas de Eroski. Pronto se agotó un fondo de liquidez del 10% cuyo propósito era asegurar que había dinero para recomprar su participación a cualquier inversor que quisiera vender. Los bonos se llegaron a depreciar hasta un 70% en el mercado. Muchos inversores se quejan de que las AFS se vendieron como los bancos y cajas de ahorros hicieron con las preferentes, sin advertir a los compradores de que se trataba de un producto de riesgo que podría devaluarse.
La sociedad arrastra una deuda de 2.500 millones de euros
Son ya cinco años seguidos en números rojos
Los títulos subordinados dañan la imagen de la empresa
A mediados de enero, Eroski llegó a un acuerdo con los bancos emisores para efectuar una quita del 30% a sus inversores a cambio de convertir los bonos perpetuos en unos nuevos títulos a 12 años con un interés del 3% sobre el Euríbor y un 15% de devolución en efectivo. Es una condición de los acreedores para refinanciar la deuda del grupo en un plazo de nueve meses. El acuerdo con los bancos incluye también un plan de reducción de costes, la venta de activos inmobiliarios y la creación de un nuevo modelo de tienda de barrio.
Aplastante competencia
La empresa que preside Agustín Markaide afronta una competencia feroz de Carrefour y Mercadona. Esta última está a punto de desembarcar en el País Vasco, bastión de Eroski, con el mismo modelo que tanto éxito ha tenido en el resto de España. La cadena valenciana tiene previsto abrir 25 supermercados en seis años en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. Para aguantar el envite, Eroski tiene previsto rebajar los precios de 3.000 artículos y ha comenzado a abrir nuevos supermercados con especial atención a los productos frescos. El pasado 12 de febrero abrió el más reciente de ellos en el barrio madrileño de Malasaña, a espaldas de la Gran Vía.
El futuro a corto plazo de Eroski va a depender de la resolución de sus problemas financieros, del éxito de sus nuevos supermercados y, sobre todo, de la recuperación del consumo de las familias españolas. Los indicadores económicos apuntan que deberá esperar para darse un respiro.