Estrategias // Deprisa, deprisa
La pandemia ha cambiado el mundo en dos meses y puede prolongarse más de un año.
En el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 25 de enero había 3 casos confirmados de contagio del SARS CoV2 en Europa y ningún muerto. En el de 25 de febrero los enfermos eran 279 y 6 los muertos. En el de 25 de marzo los contagios oficiales eran más de 220.000 y los muertos, casi 12.000. En un mes, los contagios se han multiplicado casi por 800 y los fallecidos por 2.000.
Si nos centramos en España, hace dos meses no se había registrado ningún contagio; el informe de 25 de febrero solo recogía 2 y ningún fallecido; el de 5 de marzo (en vísperas de la jornada de Liga y las manifestaciones feministas) recoge el primer muerto y 198 contagios; el de 15 de marzo (con el estado de alarma ya decretado), 5.753 enfermos y 136 fallecidos; el del 25, casi 40.000 enfermos y 2.696 muertos. En solo 20 días, los contagiados se han multiplicado por 200 y los fallecidos por 2.696.
La aceleración produce vértigo. Cuando las primeras medidas de control son desbordadas, cada enfermo portador del nuevo coronavirus contagia a entre dos y tres personas. Es mucho más rápido que el de la gripe común y mata 10 veces más. Su muy acelerada propagación y su capacidad de enviar al hospital a uno de cada cinco enfermos con síntomas es lo que puede provocar el colapso de cualquier sistema sanitario, que es lo que ocurre ahora en Europa.
China y Corea del Sur usaron el Big Data para detener la expansión
Ante este y cualquier otro virus mortal, lo más importante, por tanto, es impedir que acelere su expansión y se convierta en incontrolable. Un símil puede ayudar a comprenderlo. Supongamos que una persona cae por una ventana. Si lo hace desde un primer piso la velocidad que ha adquirido al llegar al suelo le produce daños, pero en general no muere. Si la caída es desde el quinto piso, los bomberos aun la pueden salvar con una buena lona. Pero si cae desde mucho más arriba hará falta un paracaídas para neutralizar la aceleración y salvarla.
Muchas incógnitas
El virus se transmitió de algún animal a un humano en algún momento del otoño pasado en un mercado de de Wuhan, capital de la provincia china de Hubei. La evolución del brote infeccioso en noviembre y diciembre aún presenta muchas incógnitas, pero lo cierto es que el último día del año el Gobierno chino comunicó a la OMS la existencia del nuevo virus, que acabó denominándose SARS CoV2 (traducido: segundo coronavirus que produce el síndrome respiratorio agudo y grave). Desde Wuhan, los masivos desplazamientos de personas con motivo del año nuevo lo dispersaron por toda China. En ese primer momento, por tanto, el virus no fue controlado y se produjo la primera aceleración en su propagación.
Algunos pequeños países del entorno, como Taiwán y Singapur, que sufrieron en 2003 los golpes del primer SARS, reaccionaron con rapidez y establecieron medidas muy estrictas de entrada en el país: controles sanitarios en los aeropuertos y cuarentenas en los casos detectados y sus contactos. Con eso y medidas de protección de la población, que incluyen el uso masivo de mascarillas, han evitado pasar a la fase de transmisión local del virus.
Corea del Sur no pudo impedir que el coronavirus se colara por la frontera e iniciara su expansión acelerada. La pararon pronto mediante test masivos a las personas con síntomas y todo su entorno, y la utilización a fondo de las nuevas tecnologías y el Big Data. Una vez localizados, los enfermos leves y los contagiados asintomáticos quedan aislados en instalaciones que denominan de tratamiento residencial, al tiempo que los graves y los críticos ingresan en el hospital. Siguiendo el símil, el uso masivo de test y tecnología, junto con el inmediato aislamiento de personas concretas ha sido como la lona de los bomberos cuando la velocidad de caída aún es baja.
China, los países europeos y Estados Unidos, que en distintos momentos han dejado que la epidemia adquiera demasiada velocidad, están teniendo que improvisar paracaídas cada vez más caros.
Confinamiento en China
La gran potencia asiática puso en marcha a partir del 23 de enero una serie de medidas que comportaron el confinamiento en sus casas de la población y el cierre de todas la fábricas e instalaciones no esenciales de la provincia de Hubei (casi 60 millones de habitantes). Paralelamente, a primeros de febrero inició una campaña de test masivos de detección del virus en enfermos, sintománicos o no, y la localización de todos sus contactos. Se levantaron hospitales para hacer frente a la avalancha de casos graves y críticos, se trató en instalaciones separadas a los leves y los asintomáticos y los contactos de los contagiados fueron recluidos en hoteles para garantizar que cumplían la cuarentena. Todo ello apoyado por el uso del Big Data, las cámaras de vigilancia social y fuertes sanciones a quienes incumplieran los confinamientos.
Los países europeos y EE UU son ahora los atrapados por la epidemia y los que están siguiendo, uno tras otro, los confinamientos masivos y un mayor o menor parón económico. Medidas que la OMS insiste en que es necesario complementar con test masivos de enfermos y su entorno (y el correspondiente aislamiento de todos) para acabar con la expansión de la enfermedad. La tercera gran arma utilizada con variantes en China y Corea, que es el seguimiento estricto de los casos leves, los asintomáticos y los contactos mediante el uso de Big Data, apenas se está utilizando, probablemente porque es difícil aplicarla sin vulnerar derechos fundamentales.
Los países europeos y Estados Unidos son ahora los atrapados
Ninguno de los grandes países occidentales ha logrado doblegar aun la expansión acelerada del virus y las autoridades no dejan de repetir que lo peor está por venir. Se han desarrollado muchos modelos matemáticos para atisbar lo que pueda pasar, pero casi ninguno puede ocultar la perspectiva de centenares de miles de muertos en todo el mundo. La hipótesis más probable es que la pandemia no se controlará del todo hasta que haya una vacuna, dentro de un año o año y medio. Ello no quiere decir que no se puedan producir victorias parciales y que las medidas más duras puedan levantarse en unas semanas.
Modelo matemático
Dentro del pesimismo general, la aplicacion de un modelo matemático desarrollado por Sunetra Gupta, profesor de epidemiología teórica de la Universidad de Oxford, concluye que hasta la mitad de la población británica podría estar infectada o haber pasado la infección, aunque en la inmensa mayoría de casos no se hayan manifestado síntomas. Ello supondría que la epidemia estaría a punto de agotarse al no encontrar el virus nuevos cuerpos que atacar. Para demostrar esa hipótesis, muy pronto se harán pruebas para detectar anticuerpos entre la población general.
Aunque no sirvan para confirmar las optimistas conclusiones de Gupta, las pruebas de detección de anticuerpos serán muy importantes para conocer la extensión real de la epidemia, al permitir saber cuántas personas han contraído la enfermedad sin síntomas. Y cuantas más hayan sido, mejor.