Más muros, más controles y más muertos
Urgencia: Las organizaciones que trabajan por los refugiados piden a la UE que garantice vías legales y seguras para los demandantes de asilo.
Un grupo de refugiados llega a territorio griego. FOTO: ANJO KAN
Henrik Silver, periodista sueco que cubrió desde Barcelona las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, escuchaba con atención las quejas de los vecinos por la saturación de turistas de La Rambla. Se llevó una taza de café a los labios y espetó con ironía: “Mientras ustedes sufren tanto porque les apabullan los turistas, nosotros no sabemos qué hacer con tantos refugiados”.
Suecia es, después de Alemania, el país que más demandantes de asilo ha acogido en Europa en relación con su población. El año pasado, este país de apenas diez millones de habitantes lidió con 190.000 peticiones de asilo, según los cálculos que para todo 2015 difundió el Gobierno de Estocolmo en octubre pasado. Las previsiones para 2016 llegaban a los 170.000.
De 160.000 a menos de 300
Aunque una cosa son las políticas que se acuerdan y otra son las que se aplican de forma efectiva. Después de redoblar la presión sobre los Estados miembros, Bruselas logró que los Veintiocho aceptaran en 2015 acoger a 160.000 refugiados en los siguientes dos años. Según la Comisión Europea, de esta cifra únicamente 272 han sido reubicados. En el caso de España, a la que le correspondieron 15.000 , los acogidos son 18, según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
“El compromiso de Europa debe ser mayor, Europa debe reaccionar”, subraya Nuria Díaz, coordinadora de Incidencia y Participación Social de CEAR, organización que lleva años denunciando que el foco de la política europea de asilo se centre en la seguridad y el control de fronteras, “más que en las vidas humanas”.
Una de las realidades más estremecedoras de esta crisis humanitaria la ofrecen los datos contabilizados en el Missing Migrants Project, de la Organización Internacional para las Migraciones. En 2014, 3.279 personas murieron en el mar Mediterráneo intentando alcanzar la ribera Norte cuando huían de la persecución y la guerra. En 2015, la cifra se elevó a 3.772 personas. La mayor parte partieron de Siria.
Coste y oportunidad
“La responsabilidad no se define por la proximidad”, ha advertido Peter Sutherland, representante especial del secretario general de la ONU para la Migración Internacional, en un artículo en Social Europe, donde reclama públicamente que Europa asuma más refugiados. El coste por cada uno de ellos oscila entre 3.000 y 5.000 euros al año, en los que se contabilizan el alojamiento, la comida y la educación, sin contar la inversión en infraestructuras necesarias.
Alemania ha sido el país más generoso. Según el Ministerio del Interior germano, este país recibió en 2015 una media de 3.200 refugiados, lo que supone 1,17 millones de euros. Esta tradición se explica en parte por los fantasmas de las atrocidades nazis, en parte por la sensibilidad inicial de la opinión pública ante imágenes como la del niño Aylan Kurdi muerto en una playa turca, y en parte ante la necesidad de rejuvenecer su población, impulsar la economía y robustecer el sistema de pensiones. El ministro Wolfgang Schäuble afirma que los costes de refugiados e inmigrantes han sido hasta ahora “manejables”. Según cálculos del RWI de Essen, los costes ascendieron a 10.000 millones de euros en 2015 y aumentarán a 12.000 millones en 2016. Pero son numerosos los economistas alemanes que han puesto en las esperanzas futuras en la inmigración.
FUENTE: IOM - MIGRATION FLOWS EUROPE
Sin embargo, la presión de las autoridades locales desbordadas y, sobre todo, las agresiones a mujeres en Colonia han endurecido este año el tono de la canciller Angela Merkel, que insiste ahora en el discurso de la expulsión de los inmigrantes que cometan delitos.
El principio de Dublín
Alemania, Suecia y Dinamarca forman parte de los países que han introducido controles fronterizos, que han atribuido al fracaso de la política de la UE.
¿Cuál es el problema de Europa? Uno de los problemas radica en los convenios de Dublín, que se basan en el principio de que quien se encargue de acoger a un demandante de asilo debe ser el país donde éste ponga los pies por primera vez. Una mayoría de refugiados de países en conflicto de Oriente Próximo llegan a Europa por Italia y Grecia. Los de Ucrania llegan a Visegrado.
“Alemania vulneró [los convenios de] Dublín por motivos muy encomiables. Por eso hay que cambiar el tratado firmado por los miembros de Schengen”, advierte el sociólogo Joaquín Arango, director del Programa para el Estudio de la Migración y Ciudadanía del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. En teoría, está prevista una revisión, pero “casi nadie va a ser proclive a aceptar un cambio de la norma, en parte porque la mayoría de países están encantados de no ser los primeros destinatarios de refugiados y en parte porque tampoco está claro qué principio iba a reemplazar al actual”, añade. En su momento no se previó que los países del Sur pudieran tener que hacer frente a tal avalancha desde el norte de África y Oriente Próximo.
La magnitud está desbordando a los gobiernos europeos, que han empezado a sacrificar la cara más visible de la construcción europea: la libre circulación de personas. “No se puede criminalizar únicamente el libre movimiento de personas. Es mayor el riesgo para la seguridad que plantean el libre movimiento de capitales y el de mercancías, que son realmente incontrolables. Criminalizar sólo una parte cuando el riesgo está en todas partes es un error”, apunta Pol Morillas, investigador principal para Europa en el Cidob.
Confiscar pertenencias
Pero las suspicacias asoman por todos los rincones. Francia y Alemania pidieron en diciembre que la agencia europea para el control de fronteras, Frontex, pueda decidir enviar “bajo su responsabilidad” equipos de intervención rápida a las fronteras de un país ante las “graves deficiencias ligadas al control de las fronteras exteriores”. Puede significar el envío de agentes europeos a la frontera que más inquieta, la greco-turca. Austria ha llegado a amenazar a Grecia de expulsión de la zona Schengen de forma “provisional”. Atenas ha pedido ayuda a sus socios de la UE para hacer frente a la llegada de refugiados.
La Comisión Europea estima que este año vendrán un millón y medio de inmigrantes a la UE, la mayoría de los cuales, refugiados. Y que, con vistas a 2017, la cifra se quedaría en medio millón. “La receta de reforzar fronteras ya se ha visto que ha fracasado”, añade Díaz, de CEAR, que reclama “la habilitación inmediata de vías legales y seguras de acceso a la UE. Una de ellas consiste en que los ciudadanos que se declaren perseguidos y en peligro puedan pedir asilo en embajadas europeas. Esta posibilidad no la prevén las legislaciones de muchos países. “En la ley de asilo española se prevé, pero no hay voluntad política para habilitarla”, asegura Díaz. “Cortar el enriquecimiento de los traficantes de personas es esencial”, apunta Arango.
Pero las iniciativas no parecen ir por ese lado. Como ejemplo, Dinamarca, a través de la cual llega la mayor parte de los refugiados que van a Suecia. En 2015, Dinamarca acogió una cifra de refugiados muy inferior a la de Suecia (cerca de 20.000, mientras espera hasta 25.000 más en el año en curso). El Gobierno de Copenhague —el mismo que ha publicado anuncios en la prensa de Líbano explicando que se reducirían las ventajas, para disuadir a las personas que intentaran llegar al país— ha anunciado una ley que reclama que los refugiados contribuyan a financiar el coste de su integración, lo cual incluye confiscar el dinero que lleven encima, a partir de 1.340 euros.
Las reacciones no se han hecho esperar. La idea ha sido calificada por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) “una afrenta a la dignidad y una interferencia arbitraria en su privacidad”. El Gobierno liberal danés, en el poder con apoyo de populistas y conservadores, ha precisado que no requisaría objetos personales de valor sentimental como los anillos de compromiso.
Otra vía de las que sigue la UE es la de prometer dinero a los países que pueden hacer de tapón. De ahí los 3.000 millones de euros con que ha tendido la mano a Turquía. Y mezclar acuerdos comerciales con el control de flujos migratorios. Gendarmes estilo Marruecos. En un reciente artículo, The Wall Street Journal comparaba la Europa actual con la del Medievo, y concluía tristemente que las décadas en que la Unión desarrolló sus ideales relacionados con los derechos humanos fueron posibles por los regímenes opresivos de su periferia.
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