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“América Latina ha sorteado la peor crisis del capitalismo” // Carlos Álvarez

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Julio 2013 / 5

ENTREVISTA 

Carlos Álvarez 

Secretario general de ALADI

El ex vicepresidente argentino lidera  hoy la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), centrada en el ámbito comercial. Según él, se han superado los peores tiempos.

“América Latina ha sorteado la peor crisis del capitalismo”

 

Aunque los ojos de Carlos Chacho Álvarez están marcados por un aire de derrota, es optimista. El ex vicepresidente argentino, que abandonó su cargo en plena crisis de 2001, habla sobre España, la corrupción y la política. América Latina, ese lugar tan amplio y tan distinto entre sí, le ha dado un respiro. Parece que hubiera alternativas.

La crisis europea, ¿cómo afecta a las economías regionales?

América Latina pasa por un momento bastante excepcional en su historia. Desde 2002 estamos logrando articular democracia con crecimiento sostenido y una baja ostensible de la pobreza y la marginalidad. Esas tres dimensiones hacen de este un momento muy especial. La región ha podido sortear la mayor crisis del capitalismo mundial y ser parte de la solución.

¿Tanto como “parte de la solución”?

Un porcentaje de América Latina empuja el crecimiento de la economía mundial. Que la economía mundial crezca tiene que ver con Asia-Pacífico sustantivamente. Pero en eso América Latina algo cuenta: este año crecerá al 3,5%. 

¿Los latinoamericanos sienten día a día ese 3,5% de crecimiento? ¿Qué papel desempeñan las desigualdades en este crecimiento?

América Latina es el continente más desigual del planeta. Tiene uno de los niveles de violencia social más altos del mundo, y tiene un grave problema, que es la brecha tecnológica, no con el mundo desarrollado. sino con el mundo asiático, es decir, con las propias economías emergentes. Esa brecha reproduce las condiciones de desigualdad. El problema ha convivido con nosotros desde la época colonial. Nuestra tarea es reconstruir la capacidad de acción de los Estados, en términos de prestación de servicios de calidad, básicamente salud y educación. Es central. No se puede achicar la brecha de desigualdad con una educación pública pobre para pobres y una educación privada para la clase media alta. 

FOTO: Mariana Vilnitzky

¿No se ha avanzado en estos asuntos?

Se ha avanzado en escolarización. Esta es la década de mayor inversión en educación en toda América Latina. En Argentina, por ejemplo, estamos en una tasa del 6% anual del PIB, la que tienen los países desarrollados. Otros países tienen el 4% o 4,5%. Se ha combatido eficazmente el analfabetismo, casi no hay; pero estamos lejos en los estándares de calidad de la educación. Mayor cantidad no es mayor calidad.

También tenemos que dar el salto a la salud pública. En la mayor parte de los países hay una brecha muy grande de los sistemas de salud privados con respecto a los públicos. 

Sin embargo, el camino trazado es ir aumentando los presupuestos a esas áreas. ¿Tienen capacidad en sus economías?

Los Estados de bienestar se están construyendo poco a poco. Es importante aprovechar este auge económico para diversificar nuestras economías, para que no sean dependientes del precio de las materias primas de los mercados internacionales; y paralelamente ir construyendo el bienestar.

¿Qué pasa con la corrupción?

Es un asunto muy estructural en nuestros países, que tiene que ver con instituciones débiles. El cambio que ha hecho América Latina es de Estados con más capacidad de intervención en la economía respecto a los años noventa. Eso es muy bueno. Pero hay Estados muy débiles estructuralmente. Tienen poca capacidad de control de las partes de seguridad; y debilidades en la gestión de los bienes públicos nacionales como la salud, la educación, la seguridad social y ciudadana.

Usted era vicepresidente en Argentina y renunció porque saltaron casos de coimas [sobornos] para aprobar leyes. ¿Se arrepiente? 

Yo tenía dos opciones: o renunciaba o tenía que esconder la basura. No me arrepiento porque iba a ser cómplice de una manera de hacer política que no tenía forma de cambiarse. El problema es que si no resolvíamos lo que estaba a nuestro alcance, que respondía a la voluntad política, mucho menos íbamos a resolver otros problemas que nos excedían , como la convertibilidad. Si repetíamos los gestos de la administración menemista, al asociar política con corrupción, difícilmente íbamos a resolver la cuestión económica.

En España, sin ser por corrupción, José Luis Rodriguez Zapatero, en algunos aspectos, tampoco parecía tener poder real frente a Europa y los mercados. ¿Debería haber renunciado?

Cuando un hombre de Estado, que fue elegido por la mayoría de la sociedad, enfrenta una realidad que lo obliga a contradecir lo que ese hombre prometió, el mandatario se encuentra frente a una opción de hierro. Hay que ver si prevalecen las convicciones o las somete al imperio de la realidad. Es difícil juzgarlo.  Cada uno decide. Zapatero privilegió seguir al frente del Gobierno, a pesar de tener que aplicar una política de ajuste liberal. 

¿Ve muchas similitudes entre la Argentina de 2001 y la España de hoy?

En Argentina había un sobreendeudamiento, y tampoco se podía devaluar —como ocurre con el euro—, lo cual afectaba seriamente la competitividad de la economía. Pero aquí tampoco la salida del euro les garantiza el bienestar. Esperemos que ahora los atisbos de reformismo que se ven en algunos países europeos sirvan para poner en discusión las políticas ortodoxas clásicas, y busquen vías alternativas.

“Cuando los demócratas se vuelven empleados de multinacionales, se crea una crisis política”

“La mejora de Argentina tuvo que ver con toda una región que cuestionó el neoliberalismo”

En el caso de Argentina, tuvo que tocar fondo…

Sí, tocó fondo. Pero su mejora tuvo que ver con la etapa de una región entera que cuestiona las recetas liberales; con Lula, en Brasil; Tabaré Vázquez en Uruguay; Rafael Correa en Ecuador;  Evo Morales en Bolivia, e incluso con Bachelet en Chile. Hubo un cambio de época, y Europa está en una situación semejante a la de los años noventa latinoamericanos, cuando el Fondo Monetario venía con su receta y cuando se planteaba una suerte de fundamentalismo de mercado que nos llevó a niveles extremos de desempleo, de pobreza y de indigencia.

En Argentina se hablaba de “riesgo país” tanto como ahora en España se habla de “prima de riesgo”. ¿Por qué llegan a esos niveles de dependencia con el exterior? ¿Es posible combatirlo? 

Europa llega a donde está por una rendición de la política ante el mercado. La socialdemocracia termina sacrificando la política en aras de los negocios que manejan empresas y banqueros. El problema es cuando los demócratas se convierten en empleados de las multinacionales; las famosas puertas giratorias. Eso crea una crisis política.

Dicen algunos economistas que Europa debería aprender de la experiencia Argentina. ¿Cómo lo ve? 

A nosotros no nos gustó nunca que Europa quisiera establecer una suerte de magisterio. Hemos sufrido mucho las lecciones con el dedo levantado de los europeos diciendo lo que teníamos que hacer. Era una especie de neocolonialismo pedagógico hecho por esas nuevas burguesías políticas ascendentes que se creían que estaban protagonizando un milagro de desarrollo. En realidad se hacían los distraídos respecto a los modos especulativos con los que se actuaba: los inmobiliarios, los financieros... Ningún país debe decirle a otro lo que tiene que hacer, pero es bueno observar la experiencia. Creo que lo que debe recuperar Europa es la política: cambiar la relación entre política y economía, y poner a la política al mando. En Argentina superamos esa etapa en que estábamos todo el día mirando cómo estaba el riesgo país. El sistema estaba ligado a lo que los mercados pedían. Si no se termina con eso es muy difícil autonomizar a la política de lo financiero.

El problema parece ser la deuda. En países como Argentina o Venezuela esto tiene relación con el tipo de cambio y la inflación. Algunos analistas hablaban de la utopía de crear una moneda común sudamericana para hacer frente a las grandes monedas. ¿Qué opina?

Que sería un caos. En la Unión Europea han surgido críticas de cómo se llegó al euro, y todas las críticas dicen que no estaban dadas las condiciones para tener una moneda común, debido a las distintas productividades de las economías. Si quisiéramos acelerar los tiempos de una moneda latinoamericana, con la heterogeneidad y las diversas velocidades y tamaños que tienen las economías en la región sería ir a un fracaso definitorio. 

Pero a su vez tienen dificultades con la deuda en divisas…

Lo que intentamos es ir a medios de pago propios; es decir, monedas propias con las cuales podamos comerciar, que abaraten las transacciones y permitan a las pymes comerciar con costos más bajos, que sirvan como moneda de crédito para las empresas con dificultades de financiamiento para exportar. En eso tenemos que trabajar, tratando de hacer converger los distintos sistemas de pago, y es lo que están buscando las coaliciones entre países. 

¿Quién es?

Carlos Chacho Álvarez (65 años) dirige la Asociación Latinoamericana de Integración, con sede en Montevideo, Uruguay. Se trata de una organización formada actualmente por 13 países, que intenta fomentar el comercio regional y el apoyo económico entre los países miembros. Álvarez ha sido presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur. Pero se hizo famoso cuando asumió la vicepresidencia de Argentina acompañando a Fernando de la Rúa. Renunció en un momento crítico, el peor momento de la crisis argentina, al encontrar casos de corrupción en el Senado.

 

¿Cómo hacen los Estados para superar el pago de deuda externa en dólares, con monedas inestables?

En Aladi hemos construido un sistema de compensaciones conducido por los bancos centrales, que tenemos que ampliar. Tenemos que encontrar afinidades con el sucre, un sistema unitario de compensación regional, creado dentro del Alba (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América), y por tanto integrado por solo unos pocos países latinoamericanos, cuyos presidentes tienen una ideología cercana. 

¿Cómo lo harán con países como Ecuador o Panamá, directamente dolarizados?

Es un proceso largo, que tiene que ir avanzando lenta pero gradualmente. Los Estados deben tomar confianza en que hay otros medios de pago que pueden facilitar el comercio entre los países. Se necesita tiempo. La experiencia europea no ayuda, porque en el laboratorio que fue más exitoso de integración hay una crisis cuyas derivaciones todavía no están claras. 

¿Volvería a la política nacional?

No. Me dediqué muy de lleno al tema de la integración, que es sustantivo en la región. Hay que fomentar la integración latinoamericana. Somos todavía muy nacionalistas. Estamos en un tiempo de construcción de bloques. El mundo se va a configurar por bloques y hay que ver si Latinoamérica puede actuar como tal. Siempre fuimos la periferia del mundo, y hay que ver si somos capaces de ser parte del centro. Los mapas del poder están cambiando.

“Intentamos ir hacia modos de pago propios regionales, como el Sucre del Alba” 

“El peronismo obedece al arte de la conducción, y puede ser de izquierdas o derechas, según la época”

¿Cómo ve a América Latina en el futuro?

Soy optimista. Ha mejorado la calidad de los liderazgos en la región. Se ha aprendido de la experiencia de las crisis, y se ha salido de esta inestabilidad cíclica que ha tenido América Latina. Eso permite un grado mayor de expectativas; sin caer en un optimismo irracional. Luego hay elementos azarosos. La emergencia de China ha hecho aparecer un mundo muy dinámico que es complementario a muchos países latinoamericanos. Conlleva muchas oportunidades y muchos riesgos.

China está en Asia y no se ve demasiada mejora.

El riesgo es que los liderazgos no aprovechen este momento para transformar las economías y pase algo parecido a lo que fue la primera etapa de la globalización. Las élites marcaron ese momento a favor de la concentración de los recursos y del poder. 

Relacionado con la economía social y el comercio justo. ¿Qué está haciendo América Latina?

Lo más importante es el Alba, donde son más críticos a una idea de libre comercio como lo entiende el neoliberalismo. Apelan más a la idea de jerarquizar la integración en un proyecto de sociedad antes que privilegiar lo comercial. Y ahí nace el sucre, que es esa moneda virtual de la que hablaba antes, que facilita el comercio entre los países que pertenecen al proyecto. Eso es comercio justo.  Luego, por supuesto, hay pequeñas iniciativas. Pero no se puede decir que la economía social a pequeña escala sea un pilar económico que haya mostrado capacidad de contención . Hay buenas experiencias, y bien merece la pena apostar por ellas. En las agendas de integración tienen que estar presentes, porque si no la dominan los intereses de las multinacionales.

Mucha gente, fuera de Argentina, se pregunta qué es el peronismo. ¿Usted cómo lo define?

Es muy difícil. No es de izquierdas ni se puede equiparar al fascismo. No es una doctrina ni una ideología. Obedece al arte de la conducción. Se verticaliza a una conducción exitosa, sea de derechas o de izquierdas, por eso fue menemista y puede ser izquierdista. Tiene dos condiciones básicas para su supervivencia: uno, ser un animal de poder, verticalizarse hacia quien ejerce la jefatura del Estado y comprender el sentido de cada época. Por eso fue liberal-conservador con Menem, cuando América Latina atravesaba las reformas pro mercado, y por eso es de izquierda con [Néstor] Kirchner cuando la región va hacia la izquierda. Hay una intuición de lo que dice cada época. Eso sí, conquista el poder a través del voto. Nunca por vías ilegales. Perón fue el primero que teorizó esto: la obediencia al que conduce, siempre que garantice el poder y los negocios a los demás.

 

DEMOCRACIAS

“Hay nuevas formas de desestabilización, pero no tan nocivas”

¿Cómo respiran las democracias latinoamericanas?

Hemos avanzado mucho. La democracia es un gran activo de toda América Latina. Nos ha ayudado tener Unasur, un foro político que trabaja sobre todo en el ámbito de defensa, con el objetivo de construir una defensa compartida, que no dependa de la seguridad nacional de Estados Unidos. Unasur contribuyó mucho a la consolidación de la democracia en momentos graves; por ejemplo, en el conflicto Colombia-Venezuela o Ecuador-Colombia, y ha actuado en situaciones de emergencia política, en defensa de la democracia plena, por ejemplo sancionando a Paraguay cuando destituyó a su presidente en 48 horas. 

Pero después del golpe, se votó y fue como si nada hubiera sucedido…

Paraguay quedó suspendido de Mercosur y de Unasur, y fue sancionado hasta que regularizó su democracia. La región no puede inmiscuirse luego en qué votan los pueblos; lo que puede hacer es garantizar que las autoridades que surjan sean autoridades legítimas.

Claro, pero no deja de ser inquietante que se pueda destituir a un gobierno tan fácilmente, como sucedió también en Honduras.

Antes eran golpes tradicionales ejecutados por fuerzas armadas que se quedaban en el poder todo el tiempo que ellas definieran. Ahora quizá hay nuevas formas de desestabilización, como ocurrió en Honduras o en Paraguay. Pero la diferencia es que los países, para ser recibidos en la comunidad regional, tienen que normalizarse inmediatamente. No pueden sostenerse mediante fórmulas irregulares de gobierno. Eso es un salto cualitativo importante, un dato relativamente nuevo en América Latina, de hace solo 15 o 20 años. No es tan nocivo.

 

INTEGRACIÓN

“Somos más críticos con la supranacionalidad”

¿En qué estado está la integración sudamericana? 

Marcha relativamente bien. Han caído mucho las barreras arancelarias. Estamos trabajando en aumentar el flujo de comercio intrarregional, que es bajo respecto a la propia Europa y a la región de Asia Pacífico, donde las transacciones intrarregionales están en torno al 75%. En América Latina no llegan al 20%.  Tenemos que transformar las ventajas comparativas de cada país en ventajas competitivas regionales. ¿Cómo hacemos, por ejemplo, para que Argentina —potencia alimentaria— resuelva los déficits alimentarios de América Central y el Caribe? En eso estamos. 

¿El modelo de integración al que aspiran es el modelo europeo?

Fui presidente de la Comisión del Mercosur, y este se construyó mucho al calor de la experiencia europea. Esa experiencia, hasta esta crisis, fue un laboratorio exitoso. Pero nuestro proyecto tiene una diferencia: somos más críticos respecto a la posibilidad de la supranacionalidad; una cuestión que los europeos siempre usaron para descalificar la integración sudamericana. Cuando las economías marchan viento a favor se disimulan las asimetrías. Pero cuando vienen las dificultades surgen las asimetrías estructurales como problema, y surgen con mucho desapego de las sociedades a una opción conservadora, que es actualmente la hegemonía del proyecto europeo.