Paraísos
Pensemos, por una vez, en grande. En los mismos términos que propone Sapiens, de Yuval Noah Harari, un libro extremadamente interesante. ¿Cuál es el objetivo primordial de nuestra especie? Suele decirse que la reproducción y la perpetuación. Pero no. Lo esencial es la cohesión, sin la que somos simios del montón. Todo, desde el lenguaje hasta el dinero, de la religión a la política, lo hemos inventado para mantenernos unidos. Nuestra única fuerza consiste en la capacidad de asociarnos, de compartir experiencias y trasladarlas a las siguientes generaciones. Si perdemos la cohesión, basada en la fe colectiva en ciertas convenciones, no somos nada. Podemos salir a la calle porque confiamos en que los demás transeúntes respetarán la ley y no nos asesinarán; otorgamos un cierto valor al oro o al papel moneda solamente porque los demás también se lo otorgan.
La corrupción no pone en peligro lo esencial de la convivencia. Cabrea y perjudica, simplemente. Que existan organizaciones de extorsión, como presuntamente lo es Ausbanc, resulta completamente normal cuando tantas personas y entidades tienen tanto que ocultar. Eso es España. La vida sigue su curso.
Habrá ‘supersapiens’ y masas de ‘sapiens’ condenadas
Mucho más inquietante es una tendencia general, reflejada lejanamente en asuntos como los Papeles de Panamá: la evidencia de que quien posee un cierto grado de riqueza puede evadir de forma legal sus obligaciones contributivas. Los grandes poderes planetarios han asumido eso. Proliferan los paraísos fiscales y, a la vez, aumenta la carga sobre quienes carecen de influencia y resultan perfectamente sustituibles: los trabajadores. Ahora añadamos el hecho de que nos encontramos en el umbral de una nueva revolución de especie, la que permitirá, por la vía del conocimiento médico y científico, prolongar la vida y la capacidad mental de ciertos humanos, los que puedan pagarlo, de forma casi indefinida. Esto no ocurrirá mañana ni el año que viene, pero sí, tal vez, a finales de este mismo siglo. Los intereses de los que tienen y los que no tienen pueden divergir de forma definitiva. Habrá supersapiens y masas de sapiens tan condenados como lo estuvieron los neandertales. Quizá en unos siglos se diga que todo empezó con algo aparentemente trivial: que unos tenían derecho al paraíso, y otros no.