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Bancos centrales independientes, cuando conviene

Los bancos centrales hacen, por definición, 'política monetaria'. A mi juicio, un poder monetario independiente es contrario a la democracia

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Sede del Banco de España, en Madrid

Banco de España

El periodista Xavier Vidal-Folch es una de las firmas que siempre leo con interés, por su habitual lucidez y porque siempre aprendo de sus escritos, esté o no de acuerdo con lo que dice.

El 26 de agosto publicaba en El País un artículo sobre el retraso en el nombramiento del gobernador del Banco de España y plantea muy bien la controversia que suscita el posible nombramiento para el cargo del actual ministro de Transformación Digital y de la Función Pública, José Luis Escrivá.

Aprovechando que Vidal-Folch tiene la amabilidad de citarme en su artículo, me gustaría hacer tres comentarios al respecto.

El primero, sobre la independencia de los bancos centrales. Un principio que he criticado en varios libros y artículos, básicamente, por tres tipos de razones:

a) Los bancos centrales hacen, por definición, política monetaria. No toman decisiones técnicas, sino políticas, es decir, que responden a preferencias sociales diferentes porque afectan de desigual manera a distintos grupos sociales. Por tanto, no me parece correcto que, al contrario de las demás políticas económicas, la monetaria no esté sujeta al debate social que revele las preferencias mayoritarias. A mi juicio, un poder monetario independiente es contrario a la democracia.

b) También me parece inadecuado que la política monetaria se lleve a cabo al margen de las demás. Es un error que se paga caro, pues equivale —por expresarlo gráficamente— a conducir un vehículo dejando que una persona pise el acelerador y otra distinta el freno. Sobre este asunto, siempre menciono la opinión de James Tobin, un economista poco sospechoso de radicalismo: "La idea de que el dinero y los precios pueden separarse y delegarse al banco central mientras que el Congreso y el Ejecutivo se ocupan por su cuenta del presupuesto, los impuestos, el empleo y la producción es una falacia".

c) Los bancos centrales regidos bajo el principio de independencia no han contribuido a que las economías funcionen mejor. Es una evidencia y no puede ser una casualidad que, en el periodo reciente en que ha sido así, se ha registrado el mayor número de crisis financieras (bancarias, cambiarias y de deuda) de toda la historia.

El segundo comentario que me parece necesario hacer tiene que ver con el modo en que se suele considerar y valorar la independencia de los dirigentes de los bancos centrales y de la institución en general.

Se exige que los bancos centrales y sus máximos responsables sean independientes, pero sólo de los gobiernos y de las preferencias de la sociedad, no de la banca privada ni, en general, de los grandes poderes económicos. Se pone el grito en el cielo si se trata de nombrar un gobernador más o menos vinculado a ideas o intereses de grupos o partidos progresistas o de centro izquierda, pero no se dice nada si se trata de directivos de grandes bancos con intereses regulatorios muy definidos, o incluso de políticos de la derecha. ¿Por qué se considera que Luis de Guindos, ex ministro del PP, exdirectivo de Lehman Brothers y con trayectoria de gestión muy desacertada y costosa para el erario público, puede ser idóneo para dirigir el BCE y Escrivá no para el BCE?

Por último, creo que hay mucha falta de coherencia en estas políticas de nombramientos. Por un lado, me parecería estupendo que un gobierno progresista, como se supone que es el de Pedro Sánchez, fuese crítico con el uso tan falaz y oportunista que se viene haciendo del principio de independencia de los bancos centrales. Pero no me parece lógico que se defienda y al mismo tiempo se promueva como gobernador a quien hasta ese momento se sienta en el Consejo de ministros. Se cae en la misma incoherencia de los gobiernos de la derecha que acabo de mencionar.

Es cierto que el posible nombramiento de Escrivá no va a violentar la independencia del BCE más que el de otros anteriores, con ideas y vínculos muy claros con el PP o el PSOE, o el de otros directivos del BCE procedentes de ejecutivos, o de bancos privados. Este debate, ya lo he dicho, es falso.

Sin embargo, lo que sí ocurrirá es que el gobierno de Pedro Sánchez se meterá innecesariamente en un nuevo conflicto. El capricho del ministro Escrivá le abrirá al gobierno un nuevo frente, como ya le ocurriera, con toda la razón, con anteriores nombramientos manifiestamente inapropiados y sin más justificación que el interés personal; sobre todo, en el Tribunal Constitucional.

No sé si será cierto o no, pero alguna vez me contaron que Felipe González recomendaba siempre a sus ministros que no se metieran en charcos innecesarios. A Pedro Sánchez, con independencia de otras grandes virtudes que sin duda tiene, parece que le pasa todo lo contrario: no sale de uno cuando ya se ha metido en otro sin necesidad. No sé qué sacará de eso, pero a la gente le cansa y los costes colectivos que produce son mucho mayores que los beneficios (personales, en este caso) que este tipo de decisiones llevan consigo.