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Por qué es importante un sello ético

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Marzo 2021 / 89

Los ciudadanos tienen más poder del que imaginan con las decisiones de compra, pero falta información veraz sobre los productos y servicios.

Como ciudadanos, a veces limitamos nuestro poder de influencia en lo público al mero voto cada cierto tiempo, minusvalorando la influencia que tenemos en nuestras manos con las decisiones de compra. Cuando elegimos un determinado bien y/o servicio entre las posibles alternativas disponibles, estamos,consciente o inconscientemente, votando al adherirnos a una forma de hacer las cosas. En ese sentido somos corresponsables de sus consecuencias últimas, no solo en términos económicos, sino también sociales y medioambientales.

Para poder tomar decisiones adecuadas, necesitamos información veraz y significativa en clave ambiental, social y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés). En su último informe, Global Reporting Initiative nos recuerda que el mercado necesita información accesible, fiable y comparable y que los responsables de la toma de decisiones y los inversores en ESG están ávidos de información relevante y útil. No debemos olvidar el alcance del sector financiero y asegurador en la economía real: el Banco Central Europeo calcula que en 2019 el volumen de activos financieros movilizados en la zona euro ascendía a 82 billones de euros, "más de siete veces el PIB de la zona euro", y la orientación de ese enorme caudal de inversiones tiene un impacto real, y en absoluto neutro. Como sociedad, alimentamos y formamos parte de ese mercado y somos corresponsables de la toma de decisiones.

Acceso real

Buscando información útil para decidir, nos encontramos con dificultades de acceso. Si bien las redes han expandido las posibilidades, no siempre logramos  información de calidad, más allá del marketing. Los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) están ya en boca de todos. Nos rodean declaraciones de sostenibilidad, publicitadas a bombo y platillo, que provocan sospechas, a veces fundadas, de greenwashing y/o socialwashing: lavado de cara. La UE realiza periódicas revisiones de contenido de páginas web para identificar infracciones de la legislación europea en derechos de consumo. En 2020 enfocó uno de esos barridos en declaraciones de sostenibilidad engañosas: por un lado, han identificado en las webs empresariales un número elevado (y creciente) de mensajes que identifican su producto o servicio como “medioambientalmente amigable” (ecofriendly), pero, al mismo tiempo, ha cuantificado en casi el 60% los casos en los que dichos mensajes no iban acompañados de pruebas. Y es esencial que los consumidores se sientan seguros de poder confiar en la veracidad de estas declaraciones.

La UE ha detectado que la mayoría de las proclamas ambientales solo son 'marketing'

A ello se le añade la dificultad de entender la terminología empleada cuando se quiere profundizar más allá del marketing, con documentos supuestamente informativos pero que parecen diseñados para proteger a las empresas de cualquier reclamación. Pensemos, por ejemplo, en las farragosas cláusulas que debemos aceptar para seguir utilizando una aplicación informática tras una actualización. 
Confianza

Esta dificultad y falta de conocimiento es aún más acusada en el sector de seguros, ese gran desconocido para gran parte del público, que suscribe pólizas con contratos ininteligibles salvo para personas expertas, llenos de letra pequeña y por obligación, pero sin estudiar las alternativas, más allá de cuestiones de precio. Y es que el sector cuenta con una dificultad añadida: en la medida en que atañe a potenciales desgracias y amenazas, es un negocio pesimista, y no nos gusta pensar demasiado en estas cuestiones.

Un sello ético es, pues, de gran utilidad como herramienta confiable que oriente a los potenciales consumidores a tomar decisiones informadas cuando no hay ni tiempo ni conocimientos para hacer la propia exploración.