Al principio, era el “caldo de las Indias”, un alimento de los dioses, cosa de los aztecas. En su conquista americana, los españoles fueron a su vez conquistados por esta bebida picante a base de semillas de cacao, rápidamente edulcorada. En torno a la nueva sustancia alimenticia se levantó una aventura artesanal, manufacturera e incluso industrial en media Europa.
Aunque esta introducción lo sugiera, El sabor del chocolate no cuenta la historia del chocolate. El historiador y filólogo Piero Camporesi sirve en sus páginas el exquisito relato de una transición social hacia nuevas costumbres. Ávida de novedades e iluminada por la razón, la sociedad del siglo XVIII dio un giro hacia la ligereza y el refinamiento que impregnó relaciones sociales, arquitectura, moda, gastronomía... En este contexto, ya no podían triunfar las pesadas comilonas donde hubiera que morder y arrancar, sino los consomés, los caldos concentrados, las gelatinas, los coulis. Y el chocolate. Hasta hoy, en que encima se ha zafado de su mala fama para la salud.