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'Hacia el infinito', de Michael Lewis: Marx en el mundo cripto

En su último libro, dedicado al creador de FTX, Sam Bankman Fried, el autor estadounidense defiende el papel de la regulación y las instituciones del sector financiero, algo que sin duda podría contribuir a limitar sus efectos negativos

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Recién termino Hacia el infinito, último libro del famoso Michael Lewis, cuyo éxito se multiplicó con La gran apuesta, un excelente relato sobre el crack financiero-inmobiliario de 2008. En este caso, Lewis se centra en la vida de Sam Bankman Fried, un joven empresario que creó, y poco después llevó a la quiebra, la empresa FTX, dedicada principalmente a gestionar una bolsa de futuros basados en criptomonedas. Bankman entró en 2021 en la lista Forbes, convertido en la persona más rica del mundo entre las de menos de 30 años. Antes de que transcurrieran dos años más, su imperio se derrumbó, y él fue acusado de numerosos delitos de carácter económico. 

El autor dedica gran parte del libro a realizar un retrato psicológico de Bankman, lo que resulta esencial no sólo para ofrecer una visión más profunda y matizada que el diabólico retrato de empresario estafador resaltado por la prensa, sino también para traslucir el irracional y deshumanizado sistema económico en el que aquél asciende y se estrella. Un sistema cuyo funcionamiento queda especialmente a la vista al desarrollarse en el contexto cripto, en el que las regulaciones estatales van muy por detrás de una práctica híper-tecnológica y de cambio acelerado. 

Es en este sistema, en el que la complejidad de la vida se orienta al fin último del beneficio económico, donde un joven con grandes problemas de relación social y amplias capacidades para el cálculo matemático consigue encontrar un sentido a su vida, tras una adolescencia de soledad y sufrimiento en la que llega a pensar en suicidarse. En su caso, además, la búsqueda de beneficio se complementa con la creencia de que puede ayudar al mundo entregando parte de su riqueza a proyectos filantrópicos. El llamado altruismo eficaz, inspirado por filósofos como Peter Singer, y al que Bankman se adscribe para salvar a la humanidad de amenazas existenciales como las pandemias, se convierte en la perfecta coartada interior para entregar su vida a competir en el juego económico. Así, incapacitado para la empatía personal por sus patologías mentales, y dotado como pocos para encarnar el comportamiento del capital, destaca pronto como empleado en el negocio bursátil y, posteriormente, con su propio proyecto, en el que gana una partida tras otra. 

En este juego Bankman trasciende, como el capital, las limitaciones geográficas, regulatorias o morales que se interponen en el camino al beneficio. En esta carrera consigue superar, incluso, sus fuertes limitaciones para las relaciones sociales: aparece en programas de televisión, acude a fiestas, aprende a sonreír y asume códigos sociales que le son ajenos, todo ello como medio para ser más eficaz en el juego. Lógicamente, el proyecto involucra a un gran número de personas, entre las que destacan, por un lado, empleados y socios con características similares a las de Sam; por otro, deportistas, políticos, artistas y otros personajes famosos que aceptan sin mucho cuestionamiento enormes cantidades de dinero a cambio de prestar su imagen, o su poder, para el crecimiento y aceptación legal del negocio cripto. 

Tras unos años en los que sus empresas encadenan enormes beneficios, el negocio se enfrenta a graves problemas. Un descenso brusco en el valor del bitcoin y otras criptomonedas lleva al límite los riesgos inherentes al complejo negocio de Bankman, y su imperio quiebra en pocas semanas, incapaz de atender las solicitudes de devolución del dinero depositado por sus clientes.

La quiebra de FTX supuso, para estos depositantes, pérdidas superiores a 15.000 millones de dólares, y para Bankman una condena a 25 años de cárcel. Lo más relevante del libro es que constituye, a pesar del específico sector en que se desarrolla, una magnífica ilustración de algunas de las fuerzas de mayor influencia en nuestro modelo de organización social. El autor pone el foco en la falta de regulación del sector cripto, y en cómo esto implica sustituir la confianza en las instituciones financieros tradicionales por la de nuevos operadores como FTX. 

En cierto modo, pareciera que Lewis reivindica en esta obra el papel de la regulación y las instituciones del sector financiero, algo que sin duda podría contribuir a limitar sus efectos negativos. Sin embargo, una mirada a más amplia aconseja rebajar las expectativas de la acción normativa sobre el mundo de los negocios: las finanzas son, desde hace décadas, uno de los sectores más regulados de la economía (autorizaciones estatales para operar, organismos de supervisión, requisitos de información, exigencias de capital, etc.) y, con todo, el propio Lewis describió, en su citada obra sobre la crisis de 2008, el estrepitoso fracaso de estos mecanismos para el control de los sectores inmobiliario y financiero. 

Asimismo, conviene recordar que, contra la imagen general de seguridad, las quiebras de bancos han sido numerosísimas a lo largo de la historia. En mi opinión, este best-seller ofrece buenos motivos para recuperar reflexiones más profundas sobre la posibilidad de controlar un sistema económico como el capitalismo, tarea que Marx elaboró a partir de un profundo estudio histórico y sobre los hombros del sistema filosófico de Hegel. El economista alemán constató las posibilidades de la legislación para aliviar algunos excesos del capital, pero sus conclusiones fueron rotundas, no solo respecto a la irracionalidad del capitalismo para el cuidado de las personas y la naturaleza, sino a la existencia de determinadas “leyes” que rigen este sistema por encima de la voluntad de las personas, mientras permanezcan las bases ideológicas e institucionales que permitieron su desarrollo. Casi ochenta años más tarde, Karl Polanyi, otro de los grandes estudiosos de la actividad económica, explicó también, desde coordenadas algo diferentes, las nefastas consecuencias de otorgar al mercado autorregulador un papel central en las relaciones sociales. En sus grandes líneas, y con las salvedades que se quieran, la historia parece seguir otorgando bastante razón a Marx, también en el mundo cripto en el que reinó Sam Bankman.

Miguel Fernández Taboada es doctor en Economía por la Universidad de Santiago de Compostela.