Pongamos fin a la apología del modelo estadounidense
La idealización de éxito económico y tecnológico de EE UU tiende a omitir la deriva hacia el autoritarismo. Es legítimo preguntarnos qué tipo de progreso queremos
Pocas semanas antes de la toma de posesión de Donald Trump, como presidente de EE UU, el 20 de enero, el filósofo John Gray escribió que esta segunda venida “marca un punto de inflexión comparable en sus consecuencias geopolíticas al colapso soviético: el fin definitivo del orden mundial liberal”.
La voz de Gray, sin embargo, parece aislada, dado lo persistente que es la apología ingenua de Estados Unidos. Esta idealización tiende a omitir la deriva hacia una ideología autoritaria. Basta con leer a los propios intelectuales de la neorreacción, como el filósofo Nick Land y el bloguero Curtis Yarvin, para comprenderlo. Esta corriente, también conocida como las Luces Oscuras, sostiene que habría que cuestionar la visión whig de la historia —la idea de que esta progresa hacia una mayor libertad— para oponerle un regreso a formas de gobierno como la monarquía, las ciudades-Estado no democráticas u otros modelos de poder muy centralizados inspirados en las empresas.
También se pueden hojear las 900 páginas del Proyecto 2025, elaborado por la principal fundación conservadora estadounidense, The Heritage...