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Los salarios no recuperan el poder adquisitivo perdido

Expuestos a una degradación de sus condiciones laborales, muchos trabajadores se han quedado sin referentes políticos, institucionales y sindicales para defender sus derechos

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Marzo 2025 / 133
Poder adquisitivo

Ilustración
Elisa Biete Josa

Adelanto en el encabezamiento del texto la conclusión general de la reflexión que sigue a continuación: las retribuciones de los trabajadores han retrocedido y, cuando se escriben estas líneas, no han recuperado lo perdido.

Para hacer el análisis parto de la información ofrecida por el Instituto Nacional de Estadística (INE), completada con la que proporciona la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat). He seleccionado el periodo 2020-2024 (con las limitaciones de información que hay para este último ejercicio), tomando 2019 como año de referencia.

Han sido unos años dominados por grandes turbulencias: la pandemia, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, el intenso crecimiento de los precios, el genocidio de la población gazatí por el Ejército de Israel y, en términos generales, la instauración de la geopolítica del conflicto, que ha situado a la economía global en un escenario de confrontación permanente. Solo en el último tramo analizado se ha conseguido una parcial y precaria normalización de la actividad económica, que, con toda seguridad, el regreso de Donald Trump a la presidencia de EE UU va a alterar (ya está alterando) de manera sustancial.

Me parece necesario contemplar el conjunto del periodo para disponer de una visión global del impacto de los años de gran turbulencia y de los más recientes sobre las condiciones de vida de los trabajadores, de la capacidad del "gobierno progresista", de los partidos que dicen estar situados en la izquierda y de las organizaciones sindicales mayoritarias para defender los intereses de los asalariados e impedir que el coste de las crisis y de la reestructuración del capitalismo recaiga, como siempre, sobre sus espaldas.

Entrando en materia, la pregunta a contestar es esta: ¿cuál ha sido la trayectoria de los salarios reales en sus dos componentes, los salarios nominales y la inflación, medida por la variación en el índice de precios de consumo (IPC)? La información al respecto se encuentra en el gráfico de la página siguiente.

El coste salarial total por hora trabajada entre el cuarto trimestre de 2019 y el tercero de 2024 aumentó el 12,7%, y dicho aumento está muy desigualmente repartido: los servicios y la industria se sitúan ligeramente por encima de dicha tasa, mientras que la progresión de los salarios en la construcción solo alcanzó el 2,5%.

Pero lo verdaderamente decisivo para los trabajadores es la capacidad de compra de sus retribuciones. En este sentido, ¿cuál ha sido la trayectoria seguida por el IPC? Con la información proporcionada por el INE se puede comparar el último trimestre de 2019 con el correspondiente de 2024.

Disparidad de trayectorias

Pues bien, en este periodo los precios de los bienes y servicios han aumentado el 18,4%. La marcada disparidad de trayectorias seguidas por los salarios y los precios ha supuesto una pérdida sustancial de capacidad adquisitiva para los trabajadores, equivalente, en términos agregados, a 5,7 puntos porcentuales.

Llegados a este punto, conviene tener en cuenta las sustanciales diferencias existentes en el patrón de consumo de la población dependiendo del nivel de renta. Según datos del INE correspondientes a 2023, el quintil de población con menor renta dedica el 63% de la misma a vivienda y alimentos, 20 puntos porcentuales más que el grupo de población mejor situado.

Calculando la trayectoria seguida por el IPC en ambos grupos de población, se aprecia que el crecimiento de los precios agregado para los más pobres ha sido del 18,6%, mientras que para los mejor posicionados ha sido del 17,1%, una brecha sustancial de casi dos puntos porcentuales. En otras palabras, ha empeorado en mayor medida el coste de la vida soportado por los grupos de población más desfavorecidos.

No solo se observa una penalización de los colectivos más vulnerables en términos agregados. Los precios de los alimentos han experimentado un aumento del 34%, muy superior al promedio, con algunos rubros, como el aceite, realmente desbocados. En lo concerniente a la vivienda, el INE revela que entre el cuarto trimestre de 2019 y el tercero de 2024 su precio ha aumentado el 29,7%, con un incremento especialmente intenso de la vivienda de alquiler (45,8%).

Imagen
Costes salariales

Los datos anteriores son o deberían ser un punto de partida para la reflexión (y la acción), pues ponen negro sobre blanco que buena parte de los asalariados, especialmente los peor situados en la escala de ingresos, han perdido en el periodo analizado capacidad adquisitiva, pérdida que ha sido paliada, en parte, por la sustancial subida del salario mínimo, el 26% en este periodo, hasta situarse en 1.134 euros distribuidos en 14 pagas anuales. Con todo, es obligado señalar que el número de trabajadores pobres tan solo ha experimentado una ligera reducción, de 148.000 personas entre 2019 y 2023 (último año para el que se dispone de información), lo que supone que en este último año la cifra de pobres con empleo supera ampliamente los dos millones de personas, el 11,5% de la población trabajadora.

Para concluir, tres evidencias a modo de resumen y una reflexión más general. Primera evidencia: en los periodos de turbulencia y fractura sacan tajada las oligarquías empresariales, que hacen valer sus posiciones de fuerza, tanto en los mercados como en las instituciones, y también aquellas empresas capaces de convertir la incertidumbre en precios más elevados y operar con altos márgenes de beneficio. Segunda evidencia: el capitalismo, los capitales, se encuentran en un profundo proceso de reestructuración con un patrón distributivo beneficioso para sus intereses, apoyándose en una correlación de fuerzas que pasa por la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y la ocupación de lo público. Tercera evidencia: los sindicatos mayoritarios y los partidos de izquierda que supuestamente representan los intereses de los trabajadores, anclados en el engranaje institucional de lo posible y del diálogo sin confrontación, han sido incapaces de revertir esa dinámica.

La reflexión más general apunta al imparable hasta el momento ascenso de los fascismos en todas sus variantes. No caben atajos ni simplificaciones a la hora de explicar y enfrentar este inquietante proceso, pero me parece claro que uno de los factores a poner sobre la mesa es la degradación de las condiciones laborales de una parte de sustancial de los trabajadores, que no solo se encuentran expuestos a las condiciones impuestas por los capitales y los mercados, sino que carecen de referentes políticos, institucionales y sindicales con los que organizar la defensa de sus derechos.